lunes, 27 de septiembre de 2010

EL CORAZÓN DE LA SEMILLA




Todos los árboles dan sus frutos, algunas más y algunos menos.

Para Yolanda, con cariño


Por Pilar Alberdi


Hay un viejo cuento que me gusta contarme cuando me quejo. No sé de quién es. Quizá sea de los que habitualmente llamamos anónimos o populares, pero aunque lo sean tienen autor y también coautores, porque el cuento va cambiando con los años. El relato dice que había un campesino que se quejaba al cura porque su casa era un caos contando conque en ella vivían su mujer, sus numerosos hijos, y su suegra. Y como siguiera quejándose, el cura, le dijo que la solución era que metiese en casa la cabra. Es decir, a veces, sólo cuando las cosas empeoran es cuando nos damos cuenta de los beneficios que tenemos, y que nuestra vida no merece tantas quejas... Quizás ésta sea la sabiduría que uno adquiere con los años, que tiene mucho que agradecer y poco de lo que quejarse. Y que los males que aquejan a nuestra generación, comparados con los de otras anteriores, acaso no sean tantos. Todo depende de con qué se compare.
Pero hoy vamos a hablar de árboles. De árboles y flores como metáfora de este conocimiento de lo que nos da y damos a la vida.
Permítanme traer los versos de una poetisa china de nombre Li Ch'ng-Chao que nació en 1084:

«La luna arriba, quieta.
Cierran las alas las cortinas...
Y sin embargo
yo todavía rozo esos pétalos caídos,
todavía me envuelve este perfume
que no acaba de irse,
y toco este momento todavía.»

«Y toco este momento todavía...» Las generaciones pasan pero mientras el mundo sea como es, los sentimientos serán los mismos.
Cuando yo miro hacia el jardín de la casa que ahora ocupo, y veo un par de naranjos, un chirimoyo, y tres mandarinos que han quedado de las viejas huertas que había en este lugar, y los veo florecer y dar sus frutos, siempre me digo: «míralos, ahí están dando sus frutos y sin pedir que nadie se los agradezca». Ahora, muy pronto estarán ya a punto de ser tomados con la mano, y yo me veré subiendo a una escalera, y bajándolos, haciendo zumos, deleitándome con el sabor de su pulpa, masticando sus gajos, y comparando sin ninguna necesidad si están más dulces o menos que el año anterior, porque hasta cuando nos dan algo sin pedirlo juzgamos su calidad y comparamos...

Y ahora voy a hablarles de una buena mujer de más de noventa años a a la que le gustan las flores y los árboles. Yolanda no ha sido una escritora profesional pero ha dejado a sus hijos y sus nietos unos cuadernos donde explica su vida. Ella, que se sabe ya, en esa frontera en que se hacen balances, ha dejado escrito un poema titulado: «Mi duraznero» que en español, sería «Mi melocotonero».


Mi duraznero

En mi humilde patio, en tibia mañana,
un árbol planté; elegí un duraznero,
como un hijo lo cuidé, pronto creció,
sus ramas vigorosas al cielo se elevaron

y en primavera, sus hermosas flores cuajaron
mostrando sus pétalos rosas.
Abejitas curiosas en suave susurro llegaron,
una ronda formaron, su néctar libaron
y en sus frágiles canastas el polen se llevaron.

Yo a su lado fui creciendo y también en primavera,
en mi vientre, un retoño floreció.
Así juntos caminamos por la vida.
Su copa en frondoso verdor se cubrió,
avecitas bulliciosas y píos en mi patio resonaron.

Bajo su sombra mis hijos jugaron,
se deshojaron sus flores, y sus pétalos
como hábil artesano, una alfombra rosada
en mi patio desplegó.

¡Cuántas cosas me regaló
en sus ramas como árbol navideño
con sus frutos engalanados!
Los años fueron pasando...

Yo en mi vejez te contemplo,
tú también envejeciste,
¡y sigues brindándome flores!

Yo partiré de este mundo
y tu seguirás floreciendo,
yo pido como homenaje
que en mi tumba depositen
una rama florecida
del árbol que yo planté,
en una tibia mañana.

Yolanda 21-06-2009

Querida Yolanda, gracias por tu vida, porque toda vida se despliega en ondas y afecta a otros; gracias a tus nietos que me han traído este poema desde Argentina; cuando ni tú ni yo estemos, seguirán floreciendo las primaveras...

miércoles, 22 de septiembre de 2010

LA CRÍTICA LITERARIA




Por Pilar Alberdi

«El buen lector es el que hace bueno el libro» Ralph W. Emerson


Recuerdo haber pensado hace un tiempo la siguiente frase: «De buenas sinópsis están las librerías llenas» Y lo están. Yo tengo un cuidado extremo en no dejarme atrapar por las «buenas sinópsis». Porque las hay muy buenas. Si alguna me gusta, hago calas por una página y otra del libro, antes de decidir su compra. No quiere decir que luego no me equivoque. Y es que no sólo estoy comprando el libro, estoy adquiriendo en esa historia, una forma de mirar el mundo, de estar en él, de entenderlo.
Recuerdo haber manifestado en alguna ocasión, que no soy amiga de las sinópsis y de un primer capítulo como método para evaluar una obra. De hecho, es bastante habitual, que el estilo del primer capítulo de un libro no se parezca en nada a los restantes capítulos. Quizá por eso, algunos entendidos opinan que el problema de la novela actual es que no están bien terminadas y comienzan a decaer por la mitad o antes. Novelas que se han vendido muy bien, tienen este defecto o fallo...No sé cómo definirlo, aunque creo haber explicado las causas que lo producen y que yo explicaría como “atrapar al lector a cualquier precio”, un poco imitando a esas películas que comienzan con un hecho espectacular. Pero quizás, lo que vale para el cine, no siempre vale para una novela.
Decía Emerson que «es el lector el que hace bueno el libro». Personalmente debo reconocer que obras que no me gustaron en un momento de mi vida, me gustaron en otro. Es decir me gustaron cuando estaba preparada para que me gustasen, cuando tenía el nivel cultural o la experiencia de vida necesaria para comprender esa historia. Bajo este convencimiento, sería justo para los autores que quienes van a comentar su obra se pusiesen en contacto con ellos. Y cuando los autores son de editoriales pequeñas y medianas se puede. También se puede cuando lo son de grandes editoriales, pero es más difícil.
No olvidemos que cuando uno lee, está leyendo, está participando además con todo el cupo de lecturas que ha hecho en su vida. Pienso que aquellos que hoy se aburren con un libro del presente pero que no encaja en el formato estandard, por llamarlo de algún modo, de lo que se vende más, quizás son los mismos que se aburrirían o tendrán prejuicios para leer Moby Dick, La letra escarlata, Madame Bovary, Orgullo y prejuicio, Guerra y paz, Los miserables, El conde de montecristo, Memorias de Adriano, y un largo etcétera. Y hay quien se atreve a llamarlos “autores decimonónicos”. ¿Es que la buena literatura tiene que seguir las modas?
Convencida de que «uno es el que hace bueno el libro» como bien decía Ralph W. Emerson, también creo que un bagaje escaso de lecturas y de experiencias de vida puede hacerlo malo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

NIÑOS DE LA POSGUERRA



Por Pilar Alberdi

El gobierno de la polis o ciudad, este es el significado de la palabra griega politiké en un tiempo en que las ciudades estado como Atenas, Esparta... intentaban dirigir su destino. Igual que los nuestros, esos Estados no eran perfectos, habían nacido de una época oscura y aunque bastante autocráticos tenían asambleas donde podían participar los ciudadanos, excluyéndose a los esclavos, a los desterrados, a las mujeres, a los que fueron condenados al «ostracismo» por su capacidad de movilizar a los ciudadanos... o por la posibilidad de que pudieran hacerlo. Pero estas asambleas, como se ve no eran perfectas, eran selectivas y, además apasionadas, y no necesariamente justas. Valga como ejemplo la condena a muerte de Sócrates.
Y ¿por qué hablo de Grecia cuando quiero hablar de la política española? Me explicaré. Hace pocos días estuve repartiendo propaganda del partido cuyas ideas comparto. Como es lógico, para hacerlo se solicita una autorización al Ayuntamiento. Es decir, el ejercicio de un derecho se atiene a una norma sobre cómo debe ser ejercido.
En pleno mes de agosto, junto al Mediterráneo con este solecito maravilloso, el olor a pescaíto frito o esos desayunos de chocolate con churros que aromatizan la calle, en plena crisis, y con los turistas de por medio con sus sillas de playa y sus sombrillas dirigiéndose a la orilla del mar, salir a la calle, nada menos que a hacer política con la fama que actualmente tienen los políticos debido a los numerosos casos de corrupción y a la crisis económica, es un ejercicio de humildad en toda regla, y aunque no lo parezca fuimos bien recibidos aunque no faltó alguna cara seria. Y si bien, a veces, la gente no se atrevía a decir que su partido era otro, diferente al nuestro, al final lo decía, y al poco rato, nos encontrábamos hablando de lo mismo: de una esperanza de progreso, del aumento del empleo, y el deseo de un futuro mejor para nuestros hijos y nietos. Porque lo que no debe molestarnos es que otro tenga una idea distinta siempre que se ajuste al marco democrático. De hecho esperamos que quien salga presidente o alcalde también lo sea de todos los ciudadanos, ya sea de mi partido o de otro.
Lo que molesta, como digo no es esa diferencia, sino la gente que afirma categórica: «Yo de política no quiero saber nada», y lo dice orgullosa y convencida, cuando por poco que levante la cabeza, es decir, por poco que esa persona la vuelva a su alrededor, sólo verá normas, ordenanzas, deberes y derechos.
Pero cuando una ya cree haberse topado con lo peor de la cuestión, ese desprecio hacia lo político, se encuentra de repente con algo que pensaba había desaparecido hace tiempo... La larga sombra de la Guerra Civil española. Y les explicaré el modo en que aparece por las calles de nuestras ciudades. Lo hace en compañía de personas de más de sesenta años marcadas por sucesos trágicos del pasado. Se acercan y te muestran interés por lo que opinas, y en el fondo de su corazón quieren hacerse simpatizantes o afiliarse, de tu partido en este caso pero podría ser de otro, y cuando más ilusionados están, cuando parecen a punto de decidirse, llega la voz de sus padres o de sus tíos o abuelos; llega la voz del pasado, recordándoles el mandato: «Nunca en una lista». Mientras tú te preguntas qué habrá pasado en las vidas de sus familias. Y ves pasar ante sus ojos asustados palabras como «paseillo», «cárcel», «fusilados», «fosa común» o «exilio».
Por eso, ahora, cuando salgo a la polis, creo que ya no soy la misma. Cuando me cruzo con personas de esas edades las observo de un modo diferente. «Nunca en una lista; no hay que afiliarse...» me parece escuchar. Y voy preguntándome cuáles de esas personas llevan niños asustados en sus cuerpos. Niños de la posguerra. Y me gustaría, lo digo sinceramente, consolarlos, pero no sé cómo. No sé cómo se curan esas ideas. Cómo se detiene el avance de mandatos que atenazan a generaciones. Y por eso me convenzo cada día de que tengo que seguir haciendo lo que hago, mantener una opinión, sostener una voluntad, y creer en la política, es decir en aquellos derechos y obligaciones que hacen posible el sistema en que vivimos. No desde la convicción de que todo está hecho, sino de lo mucho que aún nos queda por hacer.

jueves, 9 de septiembre de 2010

LA CAJA DE LOS RECUERDOS




Por Pilar Alberdi


¿Conocen esas cajas de cartón que hacen de cestas de Navidad y que, las empresas suelen entregar a sus empleados junto con el aguinaldo de fin de año ? En una de esas cajas, con una etiqueta que dice «La caja de los recuerdos» guardamos nuestros pequeños tesoros. Son joyas, que como ustedes podrán comprobar, ni se pueden vender ni comprar.
La caja que los contiene es de color rojo y está vieja, y, además, cierra mal. Pero, dentro está la vida de una pareja y sus hijos...
Les haré un pequeño inventario de lo que contiene.
Un árbol genealógico realizado por nuestro hijo mayor para una tarea escolar, con fotos nuestras y de algunos de nuestros antepasados.
Una típica trompetilla de las que se usa en las fiestas de fin de año.
Una libreta con apuntes de chistes que surgieron espontáneamente en los almuerzos o cenas mientras conversábamos.
Un poema de nuestro hijo pequeño. Tema: «El amor...» (Tenía ocho años...)
Los primeros dibujos.
Un reloj realizado en cartulina cuya forma pretendía, seguramente, ser redonda, y que acabó siendo muy parecido a los relojes que pintaba Dalí.
Una cajita de madera forrada en papel con la intención de hacer un regalo de cumpleaños. Dentro está la foto del autor abrazado a la perra. Viene firmada: «departe de mí».
Lista de golosinas para comprar: «2 puros amarillos, 2 fresas, 2 moras, 2 esponjas, 2 lenguas, 2 regalices... »
Una dedicatoria con motivo de nuestro aniversario de casamiento: «feliz anibesario».
Mi primer libro publicado.
Una tarjeta de mi esposo junto a un papel todavía con el adhesivo de Interflora. Dice: «Gracias por 20 años de amor».
Una dedicatoria de cumpleaños de nuestra hija, entonces de 10 años, para su padre: «Porque tu nombre comienza por E... Eres una persona: Especial, Esbelta, Esperanzadora, Elegante, Exquisita, Entusiasta, Entrañable, Estupenda, Exuberante, Evidente y Estimada»
Mensajes cotidianos... «Mamá, levántame a las 7:00» «Y a mí a las 7:30». «Y a mí a las ocho».
Un cartel con la promesa: «No me voy a levantar de mal humor».
La carta que nuestro hijo pequeño escribió a su profesor, don Paco, donde puede leerse: «Y siempre te recordaré entre mis héroes preferidos: Batman, Superman...»
Un papelito con un castigo y los dibujos que lo acompañan: «Debo portarme bien. Debo portarme bien. Debo...»
Un sobre cerrado donde puede leerse: «Mi primera coleta». Otro sobre del mismo hijo, que dice: «Mi segunda coleta». Un tercer sobre con una tercera coletilla, que dice: «¡Mi última cabellera!» (Tenía doce años... Después continuó luchando para obtener el permiso para perforarse el lóbulo de la oreja y poder lleva un pendiente)
El primer ticket para entrar en una discoteca para adolescentes.
El de una fiesta de fin de curso.
Un programa de la Asociación de Astronomía en la que uno de nuestros hijos daba un curso.
Primeros carteles de clases particulares para ganarse un dinero extra en verano.
Una nota de nuestra hija comunicando que dio bien el examen de conducir.
Cartas de los hijos desde distintos campamentos y cursos en otros países.
El primer curriculum para presentarlo en un trabajo. Una primera tarjeta profesional.
Tarjetas de restaurantes y de hoteles donde lo hemos pasado muy bien.

Y una sigue revolviendo entre papeles y recuerdos y se da cuenta que no ha podido contenerse y está llorando, primero de risa, y luego es una risa suave, llena de recuerdos, de una vida que nos gusta volver a sentir. Y es que, es imposible no continuar riendo cuando cuando aparecen unas cartas a los Reyes Magos, y al Ratón Pérez. Y en estos últimos sobres, que están cerrados, todavía están aquellos dientes de leche...

Exterior de la primera carta:

«Ratonperez e mos e cho un lio que mama me sa ca ba el diente i se resbalaba menos mal que sa lio el diente.
Se nos ca yo el diente i lo en contramos al diente
(Aquí aparece la firma)
asta el diente
dios»

Exterior de la segunda carta:

«Raton Perez tequiero
mucho porfavor traeme
200 ptas te deseo mucha suerte
con los niños y niñas dile de
mi parte a mama y papa
que los quiero mucho y te
escribo 3 frases muibonitas
El Raton es pequeño
El Raton bibe en una casita
El raton tiene y jos»

Sí, estos son algunos de nuestros tesoros. Nos alegraron los días de nuestra vida, y nos alegrarán aún los que nos queden.


Nota a esta entrada: el dibujo infantil fue obra de Miguel Ángel Fernández.

sábado, 4 de septiembre de 2010

OFICIO DE POETA




Pilar Alberdi

Tu misión no es: vender, especular,
desafiar con una guerra, movilizar
las masas, crear un holding...
Tu trabajo es modesto, pequeño,
insignificante: vivir
en una ciudad antigua,
y al pie de sus murallas...
ver llegar días azules con cigüeñas.
¡Reconócelo! Sobre rojas amapolas con sus prados;
al margen de autopistas, consorcios,
maquinarias, vanidades...
Acéptalo:
tu misión de hoy era
-simplemente-
escribir este poema.


Nota: este poema tiene ya muchos años, es parte del libro "Carta abierta a una mujer de futuros siglos...". Le tengo especial cariño