jueves, 24 de noviembre de 2011

LOS DOLORES DEL MUNDO de Arthur Schopenhauer




Por: Pilar Alberdi

¿Quién fue Arthur Schopenhauer? El prologuista del libro, nos dice, de una manera sencilla, que fue una persona cuyas ideas fundamentales en filosofía habían sido desarrolladas antes de cumplir los 30 años de edad, y nos explica : «Los libros en los que asentó ese pensamiento no vendieron más de cien ejemplares; a los pocos cursos que dictó no concurrió ni una docena de alumnos; no logró consumar de manera feliz ninguna relación amorosa; al fin de la adolescencia se quedó huérfano de padre, y a su madre y a su hermana, luego de una relación tensa y llena de rencores, no volvió a verlas; cuando se propuso traducir al inglés la Crítica de la Razón Pura, se lo rechazaron; cuando por fin se hizo famoso, en los últimos años de su vida, fue gracias a un artículo aparecido en un diario inglés que alababa el que es sin duda el libro menor de toda su obra: Parerga y Paralipomena. Sin embargo, la fidelidad de Schopenhauer a su pensamiento único era más profunda de lo que él mismo creía».

Como no tuvo suerte en aquello que deseó no es ilógico verle afirmar que «toda noble y sabía inspiración encuentra difícilmente ocasión para mostrarse, para obrar, para hacerse oír, mientras que lo absurdo y lo falso en el campo de las ideas, la insulsez y la vulgaridad en las regiones del arte, la malicia y la farsa en la vida práctica, reinan sin solución de continuidad».

Creo que en este libro no hay nada que no sepamos, que no hayamos pensado alguna vez. Schopenhauer es un hombre que leyó filosofía, pero también temas de religiones orientales como el bramanismo y el budismo a las que cita, lo que le aporta una perspectiva crítica frente al progreso como fuente inagotable de deseos, y al tiempo que le tocó vivir.

Si partimos de una de sus frases que dice: «Si Dios fue quien hizo este mundo, no me gustaría ser ese Dios, la miseria del mundo me desgarra el corazón» comprenderemos pronto lo duro que puede ser leer este libro. No se queda en sutilezas, no disimula sus sentimientos, al punto en que siendo capaz de defender a los animales, ataca sin piedad a las mujeres y, muy especialmente, a las «damas». Precisamente en temas, en los que otros autores como Tolstoi o Flaubert, vieron la difícil situación en que éstas se encontraban.

Su idea de la moral es que está formada de la siguiente manera: «Solamente hay tres resortes fundamentales de las acciones humanas, y todos los posibles motivos no obedecen sino a ellos: el egoísmo, que quiere su propio bien (carece de límites); la malevolencia, que quiere el mal ajeno (llega a la extrema crueldad); la piedad, que quiere el bien del otro (llega a la generosidad, la grandeza del alma). Cualquier acción humana obedece a uno de estos tres móviles, o a dos simultáneamente». Y sobre la conciencia opina: «¿De qué está formada la conciencia? 1/5 de temores religiosos, 1/5 de prejuicios, 1/5 de vanidad, 1/5 de costumbre».


El amor, del que piensa que es «una compensación de la muerte» no duda en dividirlo en dos clases: aquel que responde a la especie (pasional, que no mide las consecuencias de sus acciones) y aquel que remite al cálculo de hacer un buen matrimonio.

Critica a los «optimistas» ya sea porque encuentran motivos para vivir o porque creen en otro tipo de vida después de la muerte. Si algo es para él este mundo, es un «campo de carnicería en que seres atormentados y ansiosos no subsisten sin devorarse unos a otros», unas veces por propia decisión y otras porque son enviados a las guerras. En resumen, dice «los hombres se asemejan a relojes que fueron montados y marchan sin saber por qué», unos luchando contra la miseria y otros contra el hastío.

Pienso que Los dolores del mundo de Arthur Schopenahuer es una de esas obras que no puede faltar entre nuestros libros de filosofía. Si su intención fue hacernos pensar, y me consta que lo fue, lo consigue. Pero no sólo pensamos sobre su libro, sino sobre lo que él piensa. Desde mi punto de vista le veo debatirse inútilmente en un mar que divide dos orillas, el del dolor que limita al hombre (sabemos cuál es) y el que al mismo tiempo lo salva (porque le permite unirse a los demás en la piedad). La no aceptación de que ambos van juntos y son el mismo dolor, y sin duda la falta de un amor verdadero que lo redimiese como persona, como ser único e insustituible para otros, hicieron posibles estos pensamientos.

Enlace a la Editorial Sequitur.

martes, 22 de noviembre de 2011

"ISLA DE NAM" EN EL BLOG DE VIOLETA BALIAN



EL BLOG DE VIOLETA BALIAN

Les invito a conocer el blog de Violeta Balian, escritora argentina residente en Estados Unidos. Encontrarán interesantes artículos. Uno de los últimos que leí y que me pareció especial fue el dedicado a "Key West", ese paraje del sur de Florida, que fue punto de residencia de numerosos escritores, entre ellos, Hemingway.

CAMBIAR LA LEY ELECTORAL



Por: Pilar Alberdi

El voto de castigo que va de uno a otro de los grandes partidos, como ha sucedido aquí en Andalucía, no favorece a la democracia.
A nivel nacional, un partido como UPyD que fue el primero en anunciar la crisis, sus consecuencias, la necesidad de hacer recortes a nivel estatal y de unificar para todo el territorio nacional temas como el de la sanidad y la educación, con 1.140.000 votos, el 4.69%, y constituyéndose en el cuarto partido a nivel nacional (el tercero en Madrid), no ha podido constituir grupo propio, pese a obtener 5 diputados en el congreso, mientras que un partido como Amaiur, en lo que se consideran los "territorios históricos" con solo 333.628 votos consigue 7 diputados y grupo propio. Pongamos aún otro par de ejemplos: IU que tiene 1.680.810 votos, el 6,92 según la actual ley electoral obtiene 11 escaños mientras que CIU con 1.014.263, el 4.17% consigue 16 diputados.
Entre todas las reformas necesarias para España, sin duda, está la de la ley electoral, resulta imprescindible.

Enlace al diario El País donde podrás ver el reparto de los votos y el número de escaños conseguidos Aquí

viernes, 18 de noviembre de 2011

LA CIUDAD LÍQUIDA Y OTRAS TEXTURAS de Filipa Leal



Por: Pilar Alberdi

Se trata de una edición bilingüe con traducción y presentación de Luis González Platón publicada por la Editorial Sequitur con el apoyo de la Dirección General del Libro y las Bibliotecas del Ministerio de Cultura de Portugal.

Comenta el traductor cómo conoció la obra de Filipa Leal en una librería de Valladolid, especializada en libros para estudiantes de idiomas, y cómo el hecho fortuito de este inesperado encuentro se convirtió en un feliz acontecimiento, que es lo que se siente siempre que un libro nos gusta, y deja huella en nosotros. Los hechos citados ocurrían en el año 2008. La casualidad quiso que al año siguiente, la Feria del Libro de Valladolid destinase un día a la Literatura Portuguesa. El evento contó con la presencia de varios autores portugueses entre quienes se encontraba Filipa Leal, ante quien se personó Luis Gónzalez, traducción en mano, para alegría y sorpresa de la poeta.

No me negarán que la historia de los hechos tal y como ocurrieron es preciosa. Pues bien, yo también tuve la sensación, que estoy segura otros repetirán tras la lectura, de encontrarme ante una poesía, la de Filipa Leal, que nos desvela una forma personal de sentir el mundo y, en especial a Portugal, y en concreto a Oporto. Ciudad que para cualquier visitante resulta mágica con sus distintos niveles, su alto puente de hierro, sus bodegas, y sus barcas a vela navegando por el río.

Hablamos de poesía, la de una joven autora de 32 años, pero haríamos mal en imaginarnos tan sólo unos poemas, porque este libro contiene, además, prosa poética, y se abre con un texto que comienza así:

«La ciudad se movía como un barco. No. Tal vez el suelo se abriera en alguna parte. No. Era el mareo. La despedida. No. La ciudad tal vez fuera de agua. ¿Cómo sobrevivir a una ciudad líquida?
(Yo intentaba mantenerme como un barco).
Las aves se mojaban contra las torres. Todo se evaporaba: las campanas, los relojes, los gatos, el suelo.»

Como podemos apreciar estamos en presencia de una «realidad fantástica» que nos acompañará página tras página.

El libro se divide en tres apartados: «La ciudad líquida»; «Nosotros, la ciudad»; y «La ciudad olvidada». (La mayoría de los poemas se incluyen en la segunda parte).

Pero ¿qué entiende la poeta por esta «ciudad simbólica»? Nos da las pautas: es ordenada. «Las personas ordenaban mal./ Ordenaban mal/ el principio del amor, de la ciudad./ Hacían filas (e hijos) a la puerta.// Ordenaban quizás/ como aquel que conoce el trayecto/ para casa./ Sonámbulas, repetidas:/ ordenaban, ordenaban»

También nos dice que «La ciudad está prisionera en las palabras», y «en la memoria». «Hay mientras tanto una ciudad en el inicio: sin calle y sin/ noche cavilada./ Sin cuestas. Que en lugar de la torre, tiene un cráter,/ que en lugar de camino, tiene un pozo sin espejo./ Sin agua. Que en lugar de reloj, tiene el sol./ Que en lugar del hombre tiene la primera ave.»

Y ¿cómo se forma esta ciudad? En el poema «Alguien me repetía» dice: «Hay una voz caliente que un día me habló al oído./ Me decía./ Me intentaba explicar los vientos, las mareas,/ el eterno refugio de los días lejanos.// Pero no todo se puede explicar (...)».

Aquella voz que tenía vida, quizá ya no exista... O sí. Observen la excelente colocación del adjetivo «caliente» para dar vida a esa «voz» que un día le habló al oído y le contó historias de la ciudad. Vean, además las constantes repeticiones, el sentido del ritmo, las evocaciones.

Entre los temas que abarca el libro, el de la muerte, es un tema que preocupa a la poeta por lo que entraña de perdida. «Si al menos se señalara un día/ para la muerte, una hora concreta/ como en el dentista/ que pese a todo/ nos hace esperar/ donde pese a todo/ no sabemos cuándo nos tocará la vez./ Si al menos la muerte tuviera revistas/ y gente en la sala de espera/ no estaríamos tan solos/ tan vivos en esa idea final/ en ese malestar».

La poeta mira la ciudad y la hace suya, en la medida de lo posible: «Corría para gastar la ciudad» (…) «Coleccionaba árboles y ventanas de otros tiempos» (…) Incluso, «corría para gastar la desesperanza». (Del poema El frío, el río, la piedra).

Mientras leía algunos de estos versos, no he podido dejar de recordar a otro poeta de la ciudad de Oporto, Eugenio de Andrade, cuando Filipa Leal, dice: «Todos los hombres tienen su río». Y es verdad. El viejo poeta, en un poema de su libro Oficio de paciencia, dejó escrito: «Tráiganme el río hasta la puerta/ déjenlo conmigo este verano». Y así río, ciudad y persona se hacen uno junto al mar.

«Todos buscan lo mismo:
un lugar de agua más limpia
o un espejo que no les niegue
la hipótesis del reflejo.
El río sufre más que el hombre,
que el poeta,
porque de él se espera que nos devuelva
la imagen de todo, menos de sí mismo.
Todos los ríos tienen su narciso,
pero pocos, muy pocos,
el simple reflejo de sus aguas».

¡Qué bien definido! Ríos que hacemos nuestros... Nosotros, la ciudad «Narcisos» de los ríos... A los que obligamos, incluso, a tomar rumbos desconocidos... El hombre que todo lo doblega y mancilla, la ciudad que crece desmesurada, sin dar explicaciones... Ríos a los que no dejamos disfrutar su paz, su viento, su luna; ríos tan tristes como nosotros... «En los días tristes no se habla de aves./ Llamamos por teléfono a los amigos y no están/ y después se pide lumbre en la calle/ como quien pide un corazón/ recién estrenado» ( En los días tristes no se habla de aves).

Una ciudad de niños, adolescentes y adultos. Una ciudad que espera el ruido de los automóviles y las voces para saberse viva: «Cinco de la mañana/ antes de los automóviles/ después de los automóviles». (Ese barullo) Una ciudad que tiene sus horarios y sus ritos.

Y si muchs veces las personas se jactan de dónde viven... Del espacio que ocuupan en la ciudad... Los versos de la poeta nos recuerdan, lo que olvidamos...«Unos vivían en calles con nombre/ de escultor/ otros vivían en calles con nombre/ de pintor/ muy pocos vivían en calles con nombres/ de gente» (El círculo temporario).

Y acaso las personas y los ríos, y hasta la ciudad buscan lo mismo... «La ciudad quedaba a medio camino/ entre el cielo y la tierra» (…) «Él andaba a vueltas con la vida:/ le tiraba piedras, gritaba// ¡Si al menos la lluvia! (¡si al menos la lluvia!)/ como quien no la encuentra.// Sólo más tarde entendí lo que buscaba:/ un mar».
La vida tal como es o como nos parece que es, acaso ciudad líquida, acaso río, tal vez mar, siempre persona... Filipa Leal nos regala un libro precioso, para sentir y profundizar.

FLORES DE OTOÑO



Por: Pilar Alberdi

El jardín tiene su ruta de aromas. Pronto finalizará el de las rosas. Habrá que podarlas. Todavía quedan flores en los jazmines. Pero ahora son las pequeñas violetas las que asoman sus pétalos lilas. Y, muy pronto, lo harán los narcisos y las calas. El alto pascuero enseña sus hojas superiores de un rojo exultante. El jacaranda regala semillas que nadie recogerá. Y en apenas un par de semanas convertiremos un naranjo en un improvisado árbol de Navidad. Habrá llegado el tiempo de encender el fuego del hogar.

"ISLA DE NAM": RESEÑAS Y ENTREVISTA.





















































Para aquellos que pueden estar interesados: estas son las últimas reseñas y una entrevista que han aparecido sobre mi novela Isla de Nam. Las encontrarán en el blog de la novela

martes, 15 de noviembre de 2011

ESPERANZA



Dice la canción de Mikel Laboa:

Ese pájaro

Si le hubiera cortado las alas
habría sido mío,
no habría escapado.

Pero así,
habría dejado de ser pájaro.

Y yo,
yo lo que amaba era un pájaro.



Txoria, Txori

Hegoak ebaki banizkio
nerea izango zen,
ez zuen aldegingo.
Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik...
txoria nuen maite.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Obra de teatro de Pilar Alberdi



El grupo de teatro Teatrix representó el pasado sabádo 22 de octubre mi obra "Escuchar el silencio" en la sala del Centro Cultural Matadero de la ciudad de Huesca (Aragón).

miércoles, 9 de noviembre de 2011

UN LIBRO DE CEES NOOTEBOOM



LOS ZORROS VIENEN DE NOCHE

Reseña: Pilar Alberdi

Antes de leer una obra de Cees Nooteboom conocía una frase suya que abre una de mis novelas cortas aún inédita. A veces, una frase alcanza para respetar a alguien. Y más a una persona como el autor, que se complace con la lectura de las obras de otros escritores a los que gusta comentar con alguna frase.
En Los zorros vienen de noche cita, por ejemplo, a filósofos y escritores como Hegel («Por realidad y perfección entiendo lo mismo»); Michel de Montaigne; Aristóteles; Chauteaubriand; y a poetas como Montale y Lucebert («Mejor la compañía que el amor...»).
Dividida en ocho narraciones, los temas comunes sobre los que se organiza el libro son: el recuerdo del pasado; la fortaleza física de la juventud; la separación de las parejas; la búsqueda o pérdida del amor; la vejez; y la muerte desde la óptica de ciudadanos centroeuropeos que viven en países del Mediterráneo como España o Italia.
De todos los relatos que componen la obra, para mi gusto, «Heinz» es el más elaborado. En el se dice que las fotografías mienten, que parece que cuando las miramos nos interesa saber quién está en ellas, pero jamás nos preguntamos quién falta.
No voy a contarles los relatos, pero sí me gustaría mostrar aquí, la constante preocupación de Nooteboom por el proceso de escribir y su resultado. Por ejemplo, sobre una tormenta en la playa y una mujer que quería tomar una fotografía, se dice: «ella seguía empeñada en hacer una foto de la escritura eléctrica que recorría el horizonte». Y en el cuento Heinz, antes citado, quien narra expone: «Los árboles son ya un poco más verdes que cuando empece esta historia sin trama (…) Hubo un tiempo en que me creí poeta (…) No abundan los lectores de poesía (…) Ser lector es un oficio, pero no me voy a detener en eso ahora».
La etapa vital en que se encuentra el autor, le permite mirar al pasado y reflexionar sobre sus congéneres y sobre sí mismo. Y si por una parte afirma que «Hace mucho tiempo que ha dejado de entender a los seres humanos», por otra sostiene: «Las personas son extraordinarias, deberían ser premiadas».
Muchas personas maduras sentirán muy cercanos los sentimientos de pérdida, soledad y aislamiento que expresa la obra.
Resumiendo: se trata de un libro escrito desde la serenidad de la derrota (no podemos escapar del paso del tiempo, que de esto trata en esencia el libro) ni de nuestros errores y aciertos. Como bien se dice en la obra, unos se entregan más fácilmente a la vejez que otros. Quizá los segundos aún luchan por la victoria.

martes, 8 de noviembre de 2011

COLUMPIOS PARA ADULTOS




Por: Pilar Alberdi

Me pregunto por qué no hay en los parques a los que habitualmente llevamos a los niños, columpios para adultos. ¿Acaso no les leemos cuentos y jugamos con ellos? ¡Sería tan hermoso poder columpiarse a su lado! Dejar que la brisa nos acune, que el cielo sea muy azul en la mirada, mientras nos distraemos con el murmullo de las hojas de los álamos, seguimos con curiosidad el caminar pausado de las palomas, y nuestras sombras nos siguen, de un lado a otro, debajo de nuestros pies.

jueves, 3 de noviembre de 2011

¡¡CORRE EDITH NAPOLEÓN!!



Libro de Yolanda Sáenz de Tejada y Noemí Trujillo.
Invitados: Iñaki Gabilondo, Miguel Ríos y Luis Alberto de Cuenca. Prólogo de Lorenzo Silva.(La luna es mía Editoras)


Reseña: Pilar Alberdi

El prefacio firmado por ambas autoras dice en uno de sus párrafos:«Estas páginas que tienes en tus manos están escritas con la tinta de la realidad. Cuando las abras, te enfrentarás a historias de niñas, adultas, ancianas...; mujeres maltratadas por la vida y por todos los que no hacemos nada para solucionarlo».

Desde el Prólogo, Lorenzo Silva, da su opinión: «La lucha contra la violencia discurre por muchos caminos. Al final, cuando fallan todos los demás, nos queda la misma violencia, es decir, el fracaso». Y apela a la sensatez diciendo: «Antes del castigo, viene la educación». Y es lo que hay que conseguir, la educación para evitar la violencia.

Edith Napoleón, a quien se dedica la primera parte de este libro era «una prostituta negra que fue asesinada con veintidós años, descuartizada y arrojada a un contenedor de la basura, en la madrileña población de Boadilla del Monte en el año 2003». Para los periódicos fue una noticia; para los juzgados un caso; para los policías que intervinieron en el suceso, seguramente, «un mal día»; para sus familiares... Quizá aún no lo sepan, porque como bien se dice en el libro, quizá, Edith Napoleón ni siquiera fuese su verdadero nombre.

Lamentablemente, no hay una Edith Napoleón, hay muchas como ella, explotadas y utilizadas, aquí en España, y en otras partes del mundo. Es verdad que no siempre se llaman Edith Napoleón. Pueden llamarse como en estos poemas: Irene, Adrienne... Cualquier nombre es posible.

La poeta Noemí Trujillo dice en su poema Edith: «Los relojes sin viento me han hablado de ti./ Este domingo de abril sé que te mataron./ Son las nueve de la noche y vuelvo/ de un fin de semana placentero./ (...)Huiste de la guerra de Sierra Leona/ para encontrar en España rechazo,/ desprecio, violencia y muerte./»

Y da igual el nombre: «Nadie sabe nada/ cuando sales de puntillas de casa,/ nadie quiere saber nada./ La Rambla está llena de lateros y de putas/ pero nadie te ve llegar ni te verá marcharte./ Al volver un disperso olor a cerveza/ entrará en casa./ En la voz tendrás aguardiente y sexo/ y los ojos rojos de la noche»

Y da igual el lugar: «Yo tenía un arma y tú apenas 14 años./ Un oscuro país se ha adentrado/ por mi uniforme de soldado/ y aquí, en las cercanías de Bagdad, / algo turbio/ destruye tu hogar./ Disparé contra ti después de violarte, /disparé contra tu hermana pequeña,/ contra tus padres./ Yo mismo grité con el ruido de las balas».

O puede que la muerte venga por contagio del Sida... La poeta está cansada...«hiperrresponsabilizada,/ asustada./ La televisión habla/ de la amenaza talibán en Pakistán,/ de la gripe porcina,/ de la castigada economía mexicana, de la esperanza Obama. Todo es una trampa./ Mujer de papel,/ mujer esclava,/ puta cara. Libre, sin chulo./ Insegura,/ competitiva,/agotada»

O, simplemente, llamarse la muerte : una paliza... «Esta noche trae más dinero que ayer/ o te haré lo que a mí me hacía mi madre/ y eso, gacelita, no te gustará (…) » Porque aunque leas, y aunque quieras salir del pozo: «Una puta que lee es una puta. /Nadie va a ver en ti nada más que eso»

La muerte en vida también puede tener el sabor triste y doloroso de la inmigración, dolor que se suma a los ya padecidos. Dice Yolanda Sáenz de Tejada en este contrapunto de la primera parte: «Su hija/ la única que su vientre amasó,/ se la llevaron los unos,/ que ella si sabe quién.../ Se la devolvieron vacía de himen (…) Y la madre ha venido/ huyendo de su país/ ―en una barca asquerosa/ preñada de agua y orín―./ Solo quiere un nido/ donde abrazar a su hijita./ Y, probablemente,/ muchos,/ no la quieran aquí»
Tampoco falta quien acosa a cambio de un contrato de trabajo: «Después él/ se lavaba las manos/ y ella se bajaba la falda/ (o se subía el pantalón)./Se peinaba la boca/ y le daba cuerda al corazón».
También la Edith Napoleón de turno puede ser una niña en medio de una guerra: «Sus amigas/ la llamaban/ Labios de Oro y/ con sólo 14 años/ (una noche)/ se acostó con 12 soldados/ italianos. / ―Seguro que/ no durmió―./ Son las once de/ la noche en/ Sarajevo,/ en la base militar/ de la OTAN./ (La que los defiende)»

La segunda parte del libro está dedicada a las mujeres desaparecidas en Ciudad Juárez (México) y también en Guatemala.
«Yo le dije: “Dios te acompañe,/ vuelve en punto”/ y la besé en/ sus grandes ojos/ verdes. Como cada día... / Pero ella no volvió —viva—» Es la voz de la poeta Yolanda Sáenz de Tejada. Cada uno de sus poemas está acompañado de un texto en prosa. En este caso comienza así: «Qué dificil es creer en Dios si la muerte te lacera. Qué horrible que tu hija se vaya con tu beso en las pestañas, con tu abrazo aún caliente entre sus hombros. Con ese dulce olor a viento que dejan las distancias cortas.» Y Noemí Trujillo apunta en uno de sus poemas: «Somos maestras,/ periodistas,/ gente humilde,/ pero todas éramos madres». Y lo peor es que no tiene fin: «Sucedió la pasada primavera/ sucede ésta/ y la siguiente».

La tercera parte lleva escrito un nombre, el de Rossana, y una aclaración necesaria: «Puedes pensar que la violencia de género no te afecta porque tienes un matrimonio feliz. Pero si tienes una hija, una nieta, una amiga, una prima, una vecina a la que quieres, te puede acabar afectando». Y es que el peligro cuando está lejos no parece peligro.
Los poemas de esta tercera parte hablan de mujeres del pasado y del presente; de las que fueron asesinadas, de algunas cuyos cuerpos no han sido hallados. Nos llega el eco de escritoras, incluso de alguna viuda célebre a fuerza de quedarse en la ruina tras la sombra de un “gran hombre”. «Ella se cae al suelo sin saber/ qué fuerza la arrancó de la silla.» dice Yolanda y recoge en otro poema, Noemí: «Todo es amargo/ como ese café/ que te estás tomando./ Todo es negro» Y puede que la niña gitana no pueda estudiar aquello que quiere o que la mujer que ha sufrido acabe ella también ejerciendo la violencia contra su opresor, y entonces comprenda al ver su sangre, que no era azul como la del príncipe soñado. Porque, tantas veces, la voz del consuelo, sirve de bien poco si no se halla una solución.

La cuarta parte incluye dos poemas que nos vuelven a traer a la memoria la imagen de la persona que ocupa sonriente la portada del libro, y que no es otra que Edith Napoleón. Y ya para terminar, la quinta parte reúne dos relatos: “El silencio de la sirena” de Noemí Trujillo y “Carta a mi amada” de Yolanda Sáenz de Tejada.

En total casi 40 poemas y dos relatos. Y la seguridad de que «ellas», las víctimas, no serán olvidadas.

Más información en La luna es mía Editoras

HALLOWEEN



Por: Pilar Alberdi

Este puente de todos Los Santos estuve por Alcalá de Henares (en donde se representa en sus calles todos los años por estas fechas El tenorio de Tirso de Molina). Tampoco me faltó oportunidad de llegar hasta el centro de Madrid para pasar, especialmente, por las grandes tiendas de libros, y vivir la aglomeración de una gran ciudad en donde numerosos grupos de jóvenes, niños y adultos anticipaban con sus disfraces la noche de Halloween.
Me pregunto si este festejo sólo obedece a la influencia de las películas americanas y, quizá también a la llegada masiva Made in China y a bajo precio de disfraces de brujas, fantasmas, esqueletos, zombis o aparecidos.
Asusta pensar qué rápidamente se transmite una costumbre que hasta hace bien poco tiempo no existía en España. Por aquí no había más calabaza que la de Cenicienta y su carroza en los cuentos infantiles o las humildes calabazas de los campos. Ahora son de plástico y nos sonríen desde las vidrieras de las tiendas.
De regreso a Málaga, y ya era el 1 de noviembre, "Día de Todos los Santos", los pequeños cementerios de los pueblos cercanos a la autovía se iban llenaban de gente.

Les dejo dos enlaces muy interesantes sobre estas tradiciones:

Halloween en España

Día de los muertos