Por: Pilar Alberdi
Frente a "la aburridísima igualdad" de tantas novelas que se presentan como trhiller o policíacas, da gusto leer una novela como esta,
Algún demonio de
Alejandro Hernández, donde seguimos las pistas de una serie de asesinatos sin que exista el o la inspectora de turno, y el ayudante más o menos inteligente que su jefe. No dudo en señalar que, salvados esos clásicos a los que una siempre vuelve con fervor literario, ésta es una de las mejores novelas que he leído últimamente. La estructura dividida en dos partes es interesante, inesperada. Es como un volver a empezar para seguir ampliando; y cuando llegamos al final de la historia, como sabemos más que algunos de los personajes, podemos seguir imaginando qué pasará después; nos preguntaremos si continuarán en la inocencia o si, de algún modo, descubrirán la verdad. Sentimos pena, sin duda, porque sabemos que la vida, tantas veces, es así. Al terminar el libro tuve el mismo sentimiento de aprensión que cuando acabé El extranjero de Camus. Ese difícil universo en que se puede amar y ser inmensamente frío y cruel al mismo tiempo. Esa profundidad psicólogica que hace despertar al lector, que le hace preguntarse por los temas importantes de la vida, y qué invoca lo social en cada individuo.
Es una novela que se lee rápido, gracias a su estilo. Pondré aquí un ejemplo. Pero encontrarán un anticipo de la obra en la página de la editorial
Salto de Página. (Enlace que les apuntaré al final).
«Enrico Castells muerto. Tendido boca abajo, con la cabeza abierta de un plumazo y cuatro litros de sangre desperdigados por su cara, por sus brazos, por la arena sucia de la playa sucia. Lo encontró un cederista, Miembro de los Comites de Defensa de la Revolución, organización de vigilancia de barrios) que llevaba cuarenta años en la revolución pa' lo que sea Fidel, pa' lo que sea. Primero le buscó el rostro para ver si era un vecino. Luego se fijó en las botas, y como no las había visto en ninguna tienda pensó: un extranjero».
Estamos en una tierra ligada a una ideología que sumió a la patria cubana en un pensamiento común pero llegan nuevos tiempos de apertura. («Porque ahora el que quiere se va»).Por la otra punta de ese hilo, ha caído el Muro de Berlín y la antigua URSS y también China ven llegar el capitalismo, la libertad de movimiento para sus ciudadanos, las salidas al extranjero sin controles especiales, y también la violencia, el robo, el asesinato, acaso por unos pocos dólares, que pueden solucionarle la vida a alguien en un momento determinado.Cuando falta «moral institucional» hay quien «prefiere no saber» por más organismos que se metan a investigar, porque siempre alguno puede tener más poder que otro, y, a lo mejor, aún las peores cosas se pueden solucionar por lo bajo, porque la corrupción y también el deseo de hacer méritos ante los superiores está por todas partes. No en vano «el camino de la prosperidad estaba plagado de irregularidades», se «saca el dinerito para pagar el teléfono que le alquila su vecino, y la leche en polvo que alguien roba de Maternidad Obrera». Y , paradojas del destino, la religiosidad ha vuelto a hacerse visible, ya no sólo se rinde tributo a Marti, Cienfuegos, el Che...: «Era ya diciembre y las iglesias empezaban a llenarse. Las más famosas, las de la zona vieja y las del Vedado». Todo esto lo hemos vivido de lejos, pero encontrarlo tan vivo en esta obra nos sorprende.
Si el argumento de esta novela es la vida en Cuba y en ciudades como la Habana dentro de un régimen político que inicia su apertura, el tema es la violencia soterrada que surge inesperadamente con el avance o la amenaza de ese mismo capitalismo devorador que puede acabar con los privilegios de unos y de otros. Mientras se nos muestra qué hacen los personajes principales (Sara, Rubén, Tito...) para sobrevivir, también se nos regala la visión sobre muchísimos personajes secundarios que hacen también su vida, con el ansia de llegar a ser «cuentapropistas», es decir aquellos que trabajan por su cuenta, pese a estar en medio de funcionarios corruptos. («Demasiadas guayaberas, perfumes de importación y Montecristo number five. “Dirigentes” piensa»). También les ha llegado el acceso a Internet, pero en cuenta gotas...Quien trabaja en un organismo oficial acabará usando su e-mail con el fin de que otros le escriban. Y muchos de los cubanos que un día se fueron, pueden regresar a la isla a poner al día la foto de sus recuerdos como antes lo hacían los privilegiados turistas («los turistas son así, toman fotos de todas partes y creen que están descubriendo el mundo»). Los tiempos cambian. No necesariamente para mejor o sí. Pero lo que está claro es que cambian y que aquel que se adapte sobrevivirá y aquel que se deprima le pasará el futuro por encima.
La Havana, es una ciudad con viejos carros (Cadillac, Chevrolet, Ford, Dodge...), con guaguas y camellos (camiones adaptados para el transporte público que siempre van saturados de gente). También es una ciudad dónde las relaciones amorosas, están presentes. Las personas «templan» (hacen el amor). El «capital erótico» de una mujer o un hombre joven están en alza, allí como en todas partes, frente a la decadencia natural de los cuerpos. Hay hombres con muchos divorcios a la espalda, y mujeres que aceptan mal que se las abandone cuando han llegado a la edad madura. Desgraciadamente con la violencia también han aparecido bandas de hombres que raptan a mujeres para abusar de ellas en grupo. Y está, esa otra violencia soterrada, esos recuerdos, en muchos casos terribles, de guerras que sucedieron lejos (Angola, Etiopia...) y en las que participaron jóvenes cubanos, que ya empiezan a ser hombres maduros.
No sólo sentimos a Cuba en esta novela, sino que, por aquí y por allá,se nos facilitan esos datos que forman parte del conocimiento general, hechos diarios, por todos conocidos como la explosión del «Challanger en las pantallas de los televisores», que es a fin de cuentas en donde las personas ven «la realidad» que se les permite ver, y aparecen marcas comerciales de productos (bebidas, ropa de moda, perfumes)que pueden comprarse en el mercado negro. Además de citarse a entidades o locales (instituciones, hoteles, bares) de la ciudad.
Una novela fiel a la realidad que pretende contar, esta de Alejandro Hernández. Una novela que sorprende al acercarnos esa vida y esa muerte que son la base de todos los pueblos, pero también al mostrarnos cómo la historia a través de la política condiciona nuestras vidas.
Nota: "la aburridísima igualdad" (E. M. Forsters)
SINOPSIS
Un asesino de turistas enamorado de su vecina, un expresidiario que busca prosperar, un tenor que ameniza velorios, una mujer intentando salvar a su prima americana, millonaria y alcohólica. Esta es una novela trenzada con distintas historias de gente común en circunstancias únicas, irrepetibles. Las que existen en la Cuba de hoy.
Algún demonio entra en la intimidad de sus personajes y muestra sus esperanzas, sus miedos, sus actos, a veces brutales, a veces maravillosos. Pero que todos intentan mantener a salvo de la mirada ajena, de los focos que iluminan cada resquicio moral. Allí, en la sombra, existe un mundo gestado a puertas cerradas, al margen de la política, las consignas o la ideología. Es el mundo real.
EL AUTOR
Alejandro Hernández nació en la Habana en 1970. Es escritor y guionista. A los diecicocho años sirvió como soldado en la guerra de Angola, donde escribió para periódicos militares y fue mecánico de la fuerza aérea. De vuelta a Cuba se licenció en Lengua Inglesa e inicio estudios de cine en la Escuela Internacional de San Antonio de los Baños. En 1996 publicó su primera novela,
La milla, en Cuba y Estados Unidos. Desde el año 2000 reside en España, donde ha escrito cuatro largometrajes y ha trabajado con directores como Mariano Barroso, Manuel Martín Cuenca o Benito Zambrano.
Algún demonio es su segunda novela.
Ver anticipo de la novela
Algún demonio de
Alejandro Hernández en el siguiente enlace a la editorial
Salto de Página. Buscar en Ccatálago: Colección Púrpura.