martes, 30 de octubre de 2012
LAS FILÓSOFAS
Por: Pilar Alberdi
Una obra de Giulio de Martino y Marian Bruzzes
«Yo como mujer no tengo patria».Virginia Woolf
(Las mujeres...) «esclavas de pequeñeces». Concepción de Arenal
«Si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, debe tener también el de subir a la Tribuna». Olympe de Gauges
Siempre es un placer leer un buen libro y este lo es. Reúne una gran cantidad de información sobre el recorrido de las mujeres en la historia del pensamiento de una manera resumida y de fácil lectura.
Comienza con la explicación del paso de una sociedad matriarcal, trashumante y recolectora, donde mujeres y hombres compartían tareas y ellas tenían pocos hijos, a una sociedad patriarcal, sedentaria, agrícola y ganadera, en donde los roles se separarán durante siglos en dos funciones distintas; el espacio social para el hombre y el hogar para la mujer, quien a partir de este momento tendrá más hijos.
En un recorrido histórico, cultural y sociológico de las circunstancias vividas por las mujeres, los autores nos acercan al período clásico en las palabras —entre otras— de Safo, pero también nos señalan el papel tan determinante que debieron tener algunas mujeres y que se puede apreciar en la fuerte personalidad de los personajes femeninos de las obras de teatro griegas, por ejemplo: Clitemnestra, Medea, Penélope, Antígona en obras como Electra Las Orestiadas, Medea, Ulises.
Los siglos XV, XVI y XVII con un clero misógeno y una sociedad patriarcal produjo lo que hoy conocemos como «caza de brujas». Entre 60.000 y 100.000 personas; la mayoría de ellas mujeres, fueron torturadas y asesinadas públicamente. Esto sin contar otro tipo de persecuciones que incluyeron en diferentes períodos de la historia a cátaros, agnósticos, maniqueos, protestantes... con las consiguientes consecuencias también para las féminas y la libertad de pensamiento en general.
El siguiente apogeo de las mujeres en la vida pública, además de todos los casos que siempre hubo, lo percibimos en la época de la Revolución Francesa. Aparecen en la toma de La Bastilla, al pie de la gillotina, y desgraciadamente también bajo su filo por el poder Terror impuesto por el régimen, pero también, y esto es importante, en la tribuna. La ilustración había favorecido la aparición de salones literarios dirigidos por mujeres que promovían la cultura, entre ellas Stäel, Roland, Châtelet, Geoffrin, Deffand, Gouges, Lespinasse, Helvétius, Espinaz, Graffigny, Mericourt, Choiseul, Palm, Lacombe. Dos de estas intelectuales (María Roland y Olympe de Gouges) y la reina María Antonieta, a la que Gouges consideraba una víctima más del poder masculino y de las condiciones en que vivían las mujeres, fueron ajusticiadas en la guillotina en los meses de octubre y noviembre de 1793. Robespierre encargó, además, el cierre de los clubes y salones de mujeres y sus periódicos. ¿Qué había hecho una mujer como Olympe de Gouges (seudónimo de Marie Gouze) contra el régimen revolucionario para merecer la muerte? Entre otras cosas: apoyar desde sus ideas girondinas a la Revolución en sus inicios; después oponerse al Terror creciente y ofrecerse para defender al rey ante el Tribunal Revolucionario; y por si esto fuera poco, escribió la Declaración de la mujer y de las ciudadanas en oposición a la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, por entender que este no las representaba. El texto de Olympe de Gouges comienza así: «Las madres, hijas, hermanas, representantes de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional...».
Y ¿Roland? Más de lo mismo. Una oposición inteligente y crítica.
Y ¿qué dejó la revolución para las mujeres? Algunos grandes beneficios, sin duda, como : una ley de divorcio, el derecho a testificar en procesos civiles y la abolición del mayorazgo.
Otro puñado destacable de mujeres, además de todas las anónimas cuyas vidas ni siquiera alcanzamos a imaginar, lo componían las religiosas. Al margen de que tuvieran vocación para optar por ese camino, la decisión les evitaba un casamiento pactado por las familias y basado en el interés económico y social que no tenía en cuenta el amor. Entre ellas: Teresa de Jesús, Santa Teresita de Jesús, Sor Juana Inés de la Cruz. Por su condición y pese al peso de la Inquisición dejaron su testimonio en escritos dirigidos a sus hermanas de Comunidad. Por ejemplo, Santa Teresita de Jesús en uno de sus textos resalta la valentía de las mujeres que acompañaron y socorrieron a Jesús en su calvario frente a «la cobardía de sus apóstoles». Y aunque no se citan en este libro, es imposible dejar de recordar al ver su nombre, los versos de Sor Juana Inés de la Cruz, la monja mexicana, que escribió aquello de : «Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón...».
En este recorrido que hacen los autores por la vida de las mujeres filósofas han tomado en cuenta a numerosas escritoras, la lista sería larguísima, por eso no la expongo aquí, pero entre otras aparece George Sand (seudónimo de Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant). De ella se citan y publican un par de textos. Uno de ellos es el titulado «Diez, cien, mil Santa Teresas». Sus palabras son altas y claras. Cuando las circunstancias sociales no están dadas y no acompañan a las mujeres (y en otros casos a distintos colectivos), y de esto la Historia de la humanidad está plagada de ejemplos, lo que sucede —dice George Sand— es que «Aquí o allá nace una Santa Teresa fundadora de una bella nada, cuyos impulsos amorosos y cuyos suspiros por el bien inalcanzable vibran y se dispersan entre los obstáculos, en vez de concentrarse en alguna acción, duraderamente, reconocible». Valga la simbología y la personalidad épica de la monja para mostrarnos cómo la época condicionaba la visión de hombres y mujeres.
Con la lectura del libro percibimos que todas las que dejaron testimonio escrito, en general, tenían una posición económica desahogada y mantenían relaciones con hombres que como ellas eran de ideas avanzadas.
Por las páginas del libro vemos pasar a mujeres que se dedicaron a la política como Flora Tristán que pedía se reconociese «la propiedad» de los veinticinco millones de brazos que hacían posible el bienestar de la clase alta francesa, o de Rosa de Luxemburgo. También a las sufragistas.
Sin duda: ¡cuántos nombres, cuántas vidas, cuánto esfuerzo! Escritoras como Jane Austen, las hermanas Brönte, Simone de Beauvoir, Simone Weil; psicoanalistas como Karen Horney, Melanie Klein; pedagogas como María Montessori; feministas como Luce Irigaray.
El libro culmina con un apéndice realizado por Alicia H. Apuleo, titulado «Pensadoras españolas». Allí encontramos con Oliva Sabuco, María Zayas, Josefa Amor y Borbón, Concepción Arenal, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán, María Zambrano, Cecilia Böhl, María de Maeztu, Victoria Kent, María Lejárraga, Federica Montsey. Varias de ellas participantes en el gobierno de la República y luego exiliadas.
Un libro intenso, sin duda, y muy interesante, donde la intención ha sido que no falte nadie.
Una obra muy recomendable de Ediciones Cátedra.
Nota: He buscado en la página web de la editorial pero el libro parece estar descatalogado. En Amazon he visto un par de ejemplares de segunda mano en venta.
Enlaces: a las biografías de Gouges y Roland.
Biografía de Olympia de Gouges. Incluye el texto de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana.
Biografía de Madame Roland Incluye su famosa frase pronunciada antes de que la ejecutasen: «¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!» Su esposo, se suicidió al saber que había sido ejecutada.
sábado, 27 de octubre de 2012
"SERENDIPIA"
Les invito a conocer el blog Serindipia donde publican una reseña de Isla de Nam que pueden leer en este enlace.
La palabra Serendipia significa un descubrimiento o un hallazgo afortunado e inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta. ¿A que es bonito al nombre?
No hace mucho también publicaron una extensa reseña de Los cuadernos de la señora Bell que pueden leer en el siguiente enlace
Y si desean leer más reseñas o apuntarse al sorteo de ejemplares en papel pueden hacerlo en el blog de la novela.
MÁLAGA EN OCTUBRE
Tres días de lluvia y hoy sol. Hum... Recuerdos de las sobremesas de verano con los hijos y los nietos.
martes, 23 de octubre de 2012
LAS CÁRCELES DE PIRANESI
Por: Pilar Alberdi
Componen este libro cuatro artículos a cargo de Margarite Yourcenar, Henri Focillon, Aldous Huxley y Serguei Eisenstein. Dos de ellos escritores y los otros dos un técnico en cinematografía con estudios de arquitectura y un historiador de arte.
Marguerite Yourcenar nos comenta que Giovanni Battista Piranesi nació en 1720; fue hijo de un cantero y sobrino de Matteo Lucchesi, ingeniero y arquitecto. De todas las artes aprendidas, Piranesi eligió la del grabado, quizá porque resultaba también un medio de sustento. En su trayectoria compartió amistad con el arquitecto Robert Adam y con George Dance; conoció al que luego sería su editor, Bouchard y recibió encargos de la familia papal.
La escritora nos recuerda que Piranesi fue contemporáneo de Rousseau, Diderot y Casanova, lo que nos permite situarnos mejor en una época en la que para ella «Todos los ángulos de reflexión y de incidencia del siglo XVIII tienen su intersección en el extraño universo lineal de Piranesi».
Para Henri Focillon, historiador de arte cuya primera obra publicada estuvo dedicada a Parinesi, éste enamorado del aguafuerte, ese «juego de luces y sombras que adquiere aspectos sobrenaturales», se adelantó a su tiempo y, al mismo tiempo, ese arte le sirvió para elaborar las primeras Cárceles. Es verdad que Goya había dibujado sus caprichos, pero aquí el artista impone un modelo arquitectónico como símbolo de la opresión. Pero, ¿qué son las Cárceles? El autor del artículo las define como «caprichos de invención». Y... ¿cómo se forman estos juegos de artificio? Focillón lo explica así: Piranesi «coloca los volúmenes en el espacio con la seguridad del ingeniero; conoce las estructuras de las masas con la consumada experiencia de un maestro de obras (…), sólo toma la perspectiva que mejor pueda sorprendernos». Y las figuras humanas, cabe añadir, son pequeñísimas en comparación con los volúmenes. «¿Es imaginación?» se preguntan quienes las ven. Lo que hay ahí son arcos destinados a estimular en el espectador el deseo y la ilusión de la profundidad sin fin de un espacio cuyos límites desconocemos. Observamos escaleras y pasadizos que no sabemos a dónde conducen, ganchos, cadenas, vigas y ruedas de madera que nos recuerdan una sala de tortura, claroscuros preocupantes, torres de vigía, calabozos, puentes levadizos y puertas y ventanas enrejadas.
Será Aldous Huxley, el autor de Un mundo feliz, quien nos desvele lo que las Cárceles representan desde un punto de vista político contemporáneo que parte del s. XVIII hasta el siglo XX que él conoció, y lo hará citando en primer lugar a Jeremy Bentham, autor de la obra Introducción a los principios de moral y legislación (1789). Impulsor de las ideas utilitaristas, el abogado y filósofo buscaba el orden en todas las cosas. Pero como bien señala Huxley, el orden suele ser para el poder una forma más, quizá la principal, de imponer la tiranía. Bentham se pasó 25 años de su vida creando un modelo de cárcel perfecta a la que llamó El Panopticon, en la que desde una torre central se podía vigilar el recinto, evitando la anarquía y los riesgos para los guardianes, además de reducir el número de éstos. Un antecedente, sin duda, de las cárceles modernas, y de ese ojo que todo lo ve representado en las innumerables cámaras que vigilan esas instalaciones carcelerias, además de nuestras calles y edificios. Al mismo tiempo sería necesario señalar que Huxley no vivió lo suficiente para conocer el poder de las nuevas tecnologías aplicadas a las llamadas «redes sociales» (Twitter, Facebook...) que han facilitado que «el ojo que todo lo ve» (a través de las cámaras de los teléfonos móviles, las tablet, et.) estén del lado de los ciudadanos para vigilar a los que vigilan.
En suma: lo que preocupa a Huxley con razón es el sin sentido aparente de estas escaleras y estos puentes que no van a ninguna parte, esas figuras humanas disminuidas ante los edificios. El resto, al menos alguna mínima parte, es probable que responda a la imaginación del artista. ¿En qué pensaba Piranesi cuando creó estas Cárceles? Se lo ha querido ver como un producto de sus sueños e incluso de las alucinaciones propias de algún tipo de adicción o de cualquier tipo de cárcel metáfisica, pero dados los escasos datos que se tienen de Piranesi, intuyo que fue un hombre que conoció y quizá temió esa clase de daño y temor a la violencia que nos hace preguntarnos por el sentido de la vida y el sin sentido que muchas veces encontramos en ella.
Por último Serguei Eisenstein relaciona las famosas Carceri con la posible adicción de su autor a alguna droga alucinatoria así como con las pinturas verticales chinas y japonesas. También con el arte moderno (Picaso, Gris...) por lo informal de lo representado, la acumulación de masas y su ruptura en planos que la mirada parece negarse a aceptar y a los que el razonamiento no puede censurar más allá de sentirse abrumado ante el poder que irradian esas formas dentro de un espacio determinado. En palabras de Huxley: «Los ocupantes de estas cárceles son los espectadores sin esperanza de “esta pompa de mundos, de este doloroso nacer”, de una magnificencia sin sentido, de una miseria sin fin que el hombre no puede ni comprender ni soportar». Algo que pesa, que se impone, que limita y coarta.
En este pequeño libro se han reunido las miradas inteligentes de cuatro personalidades brillantes que dan su opinión sobre las Carceri de Piranesi.
Les invito a visitar el catálogo de la editorial Casimiro en el siguiente enlace.
Notas:
Jeremy Bentham,el creador de El panóptico, pidió que su cuerpo fuera embalsamado y expuesto a sus alumnos en la University College en la que trabajó como profesor. Con el tiempo su cabeza se estropeó y se sustituyó por una artificial.
Sus editores fueron John Stuart Mill y su hijo, defensores como el primero del «utilitarismo». Aclaración del concepto que encontrarán en este enlace.
En la obra Vigilar y castigar (Surveiller et punir: Naissance de la prison) de Michel Foucault, publicada en 1975, este filósofo analiza el cambio que supuso pasar de una justicia regicida (punitiva directamente sobre el cuerpo, con un suplicio presentado como espectáculo) a una justicia disciplinaria en donde otras personas, además del juez, asumen la responsabilidad de la condena (psiquiatras, psicólogos, criminólogos, jurado popular, etc.). Tipo de justicia disciplinaria que incide sobre los cuerpos, organiza el tiempo y actúa sobre los comportamientos dentro de las instituciones carcelarias y no carcelarias también, ya que se puede considerar que la vigilancia de unas personas por otras en todos los estamentos sociales (empresas, escuela, familia...) es una realidad que responde a los diferentes modelos políticos, económicos y religiosos subyacentes en cada país con el fin de obtener la «normalización» de unas conductas frente a otras.
Más imágenes de las Carceri en el siguiente enlace
MÁLAGA EN OCTUBRE
La Reina de la noche, con este nombre se la conoce. De la familia de las suculentas. Florece dos veces al año: a fines de junio y de septiembre. Las flores duran una noche. Las esperamos con ilusión. Seguramente ellas pensarán: ¿qué son esas pequeñas luces, lunas, soles? Son nuestras linternas. Para que se hagan una idea del tamaño de cada flor: tienen un diámetro de entre 16 y 30 centímetros.
A la entrada del pueblo hay un ejemplar muy grande que hace a la vez de valla de una propiedad; suele dar entre 27 y 30 flores en cada ocasión.
A continuación dejo un enlace a un vídeo de Youtube en donde se puede apreciar una floración nocturna en directo.
lunes, 8 de octubre de 2012
PAUL GAUGUIN: "HABLADURÍAS DE UN PINTAMONAS"
Por: Pilar Alberdi
Se inicia este bello librito de la editorial Casimiro con un texto de Octave Mirbeau titulado «Paul Gauguin», al que seguirá «Habladurías de un pintamonas», un alegato contra la crítica de la época, escrito por el pintor y que da título al libro.
El artículo de Mirbeau intenta explicarnos quién es el pintor a través de su biografía, de este modo conoceremos que fue hijo de la hija de Flora Tristán, «esa bella, ardiente, enérgica Flora Tristán, autora de muchos libros de socialismo y sobre arte» y que su padre falleció en una travesía por mar yendo de camino a Perú.
Mirbeau nos indica complacido que la infancia de Gauguin fue feliz, algo que dudo. Después nos dice que a los «dieciséis años se enrola como marinero» y de regreso trabajará en la Bolsa. Mirbeau comenta: «Ocurre que, para los espíritus elevados, y para quien sabe mirarla, la Bolsa evoca con fuerza el misterio del ser humano. Esconde un símbolo imponente y trágico. Parece que, por encima del revuelo enfurecido, del choque de pasiones vociferantes, de los gesto convulsos, de las inquietantes sombras, sobrevuela el pavor de su atávico y maldito rito». Es decir, pienso yo, el de las pérdidas y las ganancias, el de la prosperidad y la pobreza.
Al mismo tiempo surge con fuerza en el pintor el sentimiento artístico, el abandono del trabajo en la Bolsa para el que, sin duda, no estaba destinado un espíritu como el suyo, el fracaso familiar y un viaje de huida en busca del paraíso a la Martinica y, más tarde, el definitivo a Haiti.
Mirbeau con su excelente prosa alaba al artista y, a la vez, no duda en mostrar asombro ante sus cuadros: «Una obra extrañamente cerebral, apasionante, aún desigual, pero siempre desgarradora y soberbia, dolorida, pues para comprenderla, para sentir su fuerza, hay que haber conocido el dolor y la ironía del dolor, que es el umbral del misterio». Sí, aquí ya se acercó Mirbeau a la verdad, y será contundente al final del artículo: «Por aquí, pocas torturas le fueron ahorradas y grandes pesares lo alcanzaron».
El segundo texto, "Habladurías de una pintamonas", está escrito por Paul Gauguin. Su prosa es clara y directa. Sabe lo que tiene que decir y lo dice, con ese dolor ya convertido en ironía y también en distancia física y psíquica. Detesta la «crítica oficial», el uso profesional de la crítica como método de censura, como selección de lo que es aceptable para quienes dominan los medios periodísticos, los criterios de la época, la política, la moral, y los salones de exposición en donde a sus obras se les niega un sitio, igual que había ocurrido antes con los impresionistas. Abomina de esa crítica que señala injustamente quién ha de triunfar en el presente, la misma crítica que sentenciará a ser pobres a los que deberían poder vivir de su trabajo artístico y hace ricos a los artistas mediocres. Ser un genio, siempre tiene un precio: el de la negación y la envidia que, al cabo, no es más que admiración soterrada. Deplora a esos críticos que siempre buscan un padre artístico a los pintores, esos críticos literarios que no son ni tan siquiera pintores, pero a él no se lo encuentran, no lo consideran hijo de Miguel Ángel, ni de Rafael, ni de tantos otros a los que conoce bien. Ni tampoco le encuentran hijos suyos, porque ¿qué hijos podría dar una pintura como la suya? Por eso parece un grito cuando dice: «¡Padres!, tengo más que vosotros. Ser heredero de tantos padres... y ser tan pobre». Él sabe y lo afirma, que «El artista no nace hecho y derecho. Si logra añadir un eslabón a la cadena (de artistas o del arte) ya es mucho».
En las Islas Marquesas leerá las noticias de la prensa con varios meses de retraso. ¿Importa? Está en el mundo que ha elegido. Nadie lo censura. Vive su vida y pinta. Es libre. Ya no le importa la intromisión del Estado en el arte, ni las condecoraciones y pompas que aquel ofrece, ni las palabras aduladoras de los críticos... No los necesita. Dice con ironía: «Los reyes tienen sus tumbas en Saint-Denis y los pintores (aceptados) en el Museo de Louxemburgo». También a él le ha de llegar le tiempo de la aceptación, pero eso ocurrirá después de su muerte, hacia 1903. Cuando él veía, percibía un pintor original, lo consideraba «hijo de los lobos», porque a los demás, a todos los demás, les veía el collar que llevaban al cuello... También a Delacroix le negaron, y ahí están sus cuadros; también a los impresionistas, y ahí siguen sus maravillosos puntos de luz sobre los lienzos. Observo en una de las ilustraciones de este pequeño libro una playa pintada por Gauguin, su arena es rosa, y es tan bella, que ni siquiera nos alcanza a sorprender que tenga ese color. Hay un mundo pacífico en sus cuadros, quizá el mundo que deseo para sí.
Visiten la página de la editorial Casimiro.
Si desean saber algo más de la biografía de Paul Gauguin, sigan este enlace
Exposición de obras de Paul Gauguin hasta el mes de enero en el Museo Thyssen Bornesmiza de Madrid.
martes, 2 de octubre de 2012
EL MOMENTO IDEAL
Por: Pilar Alberdi
Hace poco tiempo encontré en mi biblioteca, un viejo libro titulado El arte de vivir. Contiene una selección de artículos del Reader Digest. La fecha de publicación 1966. Debí comprarlo algún domingo en El Rastro de Madrid, con el convencimiento de haber recuperado un tesoro, acaso una parte de mi infancia.
Supongo que resultará un poco extraño si les aseguro que mis lecturas infantiles incluían las revistas Reader Digest, Mecánica Popular y Life. Mis padres se fueron a la Argentina a mediados del siglo XX. Provenían de una cultura oral como era la vasca, y quizá por eso en casa no había muchos libros en español, pero el azar del destino quiso que alguien de la familia nos suscribiese a esas revistas.
Tantos años después que ya ni es necesario contarlos... Releer los artículos de este tomito de tapas verdes dedicado al arte de vivir me ha permitido comprender cómo están escritos los artículos. Hay en los temas que se desarrollan en estas páginas una enorme fuerza de voluntad para vivir. Se da valor al instante, al momento, a la decisión. Utilizan a modo de ejemplo las figuras de amigos, profesores, familiares. La religión, la ciencia, y, muy especialmente la psicología y la sociología hacen acto de presencia constante. Casi me atrevería a decirles: nada nuevo bajo el sol en los actuales libros de autoayuda. Pero si una lee de corrido el conjunto percibe un criterio común en la búsqueda de la claridad de conceptos y de síntesis. Siempre hay una intención, un porqué, un cómo para seguir adelante en la vida. Y creo que ahí radica su fuerza; no siempre lo son, pero intentan parecer convincentes y buscan llegar al mayor número posible de lectores con una gran economía de palabras.
Ese tipo de revistas fueron junto a fascículos de una enciclopedia que nunca llegamos a encuadernar, mis lecturas a los 10 años, y aún siguieron acompáñandome varios años después junto a tebeos y libros escolares.
De los Mecánica Popular aprendí la magia de convertir cualquier cosa en otra. Los coches podían flotar, las casas también. Se podía construir un pequeño cohete. Todo resultaba práctico, divertido. Las familias se querían; los adultos parecían felices y los niños también.
Fueron las fotos de la revista Life las que me enseñaron lo que vale una imagen. Nunca olvidaré a Jacqueline Kennedy vestida con un traje rosa intentando ayudar a un guardaespaldas a subir al coche en marcha en donde su marido se desangraba después del atentado que le costó la vida; ni la de las favelas de Río de Janeiro, donde infinidad de precarias viviendas en un intrincado puzzle caína en picado hacia la ciudad bajo la atenta mirada de un Cristo de cemento.
Como en Sudamérica la mayoría de las familias de ese tiempo oían la radio y no tenían televisores en sus hogares, la gente solía detenerse frente a las tiendas donde los vendían y se quedaban un rato frente a los cristales. Creo que así vi por primera vez la imagen de Los tres chiflados. Con sus imágenes en blanco y negro, aquellos aparatos con aspecto de mueble de salón permanecían encendidos día y noche intentando captar desde el interior de las tiendas a los nuevos compradores.
Entre las anécdotas que se cuentan en esta selección de artículos, dos jóvenes refieren sus respectivos encuentros con Einstein y con Kipling. En el primer caso, un joven de visita en la casa de unos conocidos está a punto de verse en la obligación de escuchar un concierto de música de cámara que emitirá la radio. De repente, observa que llega otra visita que toma asiento a su lado. Se sorprende al comprobar que es Einstein. Éste, después de saludarlo amablemente, le pregunta si le gusta la música que van a escuchar. El muchacho responde que no sabe apreciar la música. En ese momento, Einstein no lo duda, le dice que no tiene por que quedarse a escucharla, es más él también se marchará, y disculpándose con la dueña de la casa se lo lleva a la biblioteca. Una vez allí le pregunta si recuerda alguna canción de la niñez, alguna tonadilla infantil, y el muchacho recuerda una. Einstein le pide que la tararée. El joven lo hace. Después, Einstein busca entre los discos y encuentra la canción. Se la hace oír... Ve que el muchacho disfruta. Luego busca y saca más discos y le pone otra y otra melodía, y así sin que el muchacho se percate hacen un recorrido hasta la música de cámara que se oye, en ese mismo momento, en la radio del salón. Cuando salen de la biblioteca, el concierto ha terminado, pero el muchacho ya no volverá a decir que no tiene «oído musical» o que la música no le gusta, y Einstein, satisfecho, parece en ese instante el hombre más feliz del mundo.
El otro artículo relata el encuentro de un joven periodista con el escritor Rudyard Kipling, autor entre muchas otras obras narrativas de Tierras vírgenes, El libro de la selva, o de ese maravilloso poema titulado Si. Pues bien, para sorpresa de este joven que acude a la casa de Kipling, el autor le invita a realizar la entrevista no en el salón o en su despacho, sino en una pequeña barca de madera que hay en el estanque construido en el terreno que da a la espalda de la casa. Allí, un Kipling ya maduro y que peina canas, en un momento de la entrevista le dice que si desea algo en la vida, no espere a que llegue el momento ideal para conseguirlo, porque ese momento no existe; y casi en secreto le comenta cuál fue su deseo: comprarse un bergantín para surcar los mares. (De ahí la barca de madera y el estanque en el jardín).
No me digan que con artículos así no se ganan lectores.
Y ahora aprovecho para dejarles una versión en español del famoso y especial poema de Ruyard Kipling: Si.
Si
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en tí mismo cuando los demás dudan de tí,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría...
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio,
y no dejar escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto La Voluntad que les dice "¡Continuad!".
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.
Nota: en la imagen que he tomado de Internet se ve la propiedad de Rudyard Kipling en donde se puede apreciar la casa y el estanque.
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