martes, 26 de febrero de 2013

MADRES E HIJOS



Por: Pilar Alberdi

Esta noche soñé con mi madre. No recuerdo la frase que me decía, pero sí cómo me sentí. La vida pasa:ayer fuimos padres nosotros, hoy lo son nuestros hijos.
Como si un tema me llevase a otro, al sentarme frente al ordenador, miré en viejos archivos que había comenzado a ordenar ayer. Entre varias carpetas tengo una titulada «Obras ajenas», al verla, pensé si no sería más preciso titularla, «Obras de otros autores», porque la palabra «ajenas» parece que me separase de ellas. En ese archivo guardo textos de libros que me enviaron autores que conozco, pero también he visto que conservo algunas pequeñas obras que me gustaron mucho.
El sueño de esta noche y la causalidad o casualidad, no sé bien qué ha sido, se confabularon y acabé releyendo dos de esas obras. Una es Casa Matriz de Diana Raznovich, una obra de teatro breve; y la otra es un cuento de Inés Fernández Moreno,Madre para armar. En la primera, vemos una hija/clienta que contrata con la empresa «Casa Matriz» una madre sustituta. Ambas irán cambiando sus personajes, de tal modo, que podremos ver varios tipos de hijas y de madres. Además del acierto narrativo, del habla coloquial propia de Buenos Aires, de la presencia de la inmigración en aquel país, del contraste grave entre la pobreza y la riqueza y de cada uno de los efectos —modos de conducta, estereotipos— que esas circunstancias producen en la sociedad, surge una mirada inteligente y psicológica sobre lo que las madres representan para sus hijos y el modo en que les influyen.
La autora, Diana Raznovich, también es ilustradora gráfica y publica sus viñetas en el diario Clarín de Buenos Aires.
La madre del cuento de Inés Fernández Moreno, representa a un sólo tipo de madre, la madre que todo lo da, la que no tuvo tiempo para ver cómo se le pasaba la vida, la que esperó confiada en el éxito de sus hijos. Este cuento fue el ganador del certamen La Felguera de 1992. Se da la circunstancia, además, de que la autora es nieta de Baldomero Fernández Moreno (1889-1950) e hija de César (1819-1985). Conocidos poetas argentinos.
He buscado las obras en Internet, y las he encontrado en lugares autorizados. La primera está recogida como muestra del trabajo de Diana Raznovich en la página de la Sociedad Argentina de Autores; y la segunda, en la página web de Inés Fernández Moreno.
A continuación, les dejo los enlaces. Y también el que corresponde a uno de los poemas más conocidos de Baldomero Fernández Moreno.


Casa Matriz

Madre para armar

Setenta balcones y ninguna flor

(En la imagen una pintura de Sorolla)

sábado, 23 de febrero de 2013

#23-F MÁLAGA


Llegada a Málaga en autobús. Zona del puerto.


Por la calle Larios hacia el punto de reunión.


Punto de encuentro: Plaza de la Constitución.






En marcha por las calles del centro. Se puede ver la catedral.


Avda. de Andalucía



Hacia la Plaza de la Constitución nuevamente.





Fin del acto.

Sirvan estas fotos como testimonio de la Marea ciudadana en Málaga. Los estribillos que se corearon: "Si, se puede","No hay tanto pan, para tanto chorizo", "Es mentira; sí hay dinero. ¿Quién lo tiene? Los banqueros", "El pueblo unido jamás será vencido","Luego diréis que somos cinco o seis..."
Antes de finalizar el acto se guardó un minuto de silencio por las víctimas de los desahucios.

viernes, 22 de febrero de 2013

MAREA CIUDADANA



Marea ciudadana. Mañana en las principales ciudades de España y en algunas capitales europeas. Seis millones de parados, corrupción generalizada, falta de sensibilidad política ante la ciudadania y en especial y por la gravedad del tema ante las personas afectadas por una ley de desahucios injusta y retrógrada que día a día provoca la muerte de más personas; por la pobreza que ya afecta a 1 de cada cuatro niños españoles; por todos los colectivos (jueces, bomberos, sindicatos de la policía...) que han sabido comprender la gravedad de la situación; contra el desmantelamiento de la Sanidad pública; por unos planes de educación justos y equitativos; por una democracia real y participativa; por medidas concretas y urgentes para la creación de empleo.
En Málaga: a las 19 horas en la Plaza de la Constitución.
(Después de la manifestación subiré fotos aquí o en Facebook).

Si quieres saber cuál es el punto de reunión en tu ciudad, mira en este enlace

MÁLAGA EN FEBRERO


Jazmín de invierno. Un estallido de flores en los jardines de Málaga.

martes, 19 de febrero de 2013

«CONFESIONES DE UNA MÁSCARA» DE MISHIMA


Por: Pilar Alberdi

«Todos dicen que la vida es un escenario». Yukio Mishima

Resulta difícil aceptar que la mano que escribió con tanta serenidad esta obra, fuese la misma con la que el autor, Yukio Mishima, se quitase la vida.
Este es uno de los grandes libros de la literatura, no sólo por cómo está escrito sino por cuanto señala. Es el eco de la sociedad de su época, pero también, aún y todavía, desgraciadamente de la nuestra, al menos, de la de tantos lugares del mundo en los que la homosexualidad es censurada y castigada. Es, en definitiva, Confesiones de una máscara, el bosquejo fiel de un hombre que mintió para ser quien era, que fue dejado en su infancia en manos de una anciana enferma, y que se acercó a las mujeres porque la costumbre social así lo exigía, aunque, al mismo tiempo, le atrajesen los hombres. «El olor de los soldados, aquel olor como de la brisa marina, como del aire de la playa quemada por el sol hasta dejarla de oro».
Comienza el libro con una palabras, un fragmento extenso de la novela Los hermanos Karamazov de Dostoievski En esas líneas se habla de Sodoma («¿Hay belleza en Sodoma? Creedme, muchos hombres encuentran su belleza en Sodoma») y de lo que tiene que decir un corazón sobre ese tema. Sabemos que estamos en presencia de un hombre que recuerda y que no es ya, ni aquel niño ni el joven que fue posteriormente. Es otro, es un hombre que ha decidido encararse consigo mismo y con la hipocresía, un hombre que está de vuelta de la vida, que sabe que el «autoengaño» para ser igual a los demás, para optar a lo que la sociedad del momento entiende y acepta como normal, no le había servido de nada, aunque en ocasiones resultase algo así como una esperanza, acaso la de ser como la mayoría o como desean los demás que uno sea, lo que obliga a la hipocresía y el ocultamiento. «Mis propios deseos eran tan secretos...» dice.
El autor nos regala imágenes memorables: «En aquella casa, que gemía igual que una vieja cómoda, diez personas se levantaban por la mañana y se acostaban por la noche». En realidad, son imágenes de la casa, la familia, la sociedad, la literatura a través de los autores y obras que nombra, además de la Segunda Guerra Mundial, de ese «fingido estoicismo», así lo llama de la sociedad japonesa ante ese hecho. Había en el personaje un deseo de ser un kamikaze y, a la vez, de no serlo. Una admiración por el pasado y lo militar. Y del mismo modo le sucedía a la sociedad, el ansía de ganar la guerra, ser fiel a los dirigentes, al emperador, y al mismo tiempo, la felicidad inmensa si acabase. Este es el ambiente en el que transcurre la novela.
Asegura: «La infancia es un periodo en el que el tiempo y el espacio se mezclan». Y afirma: «Pese a que en la infancia leía cuentos de hadas estaban al alcance de mi mano, las princesas jamás me gustaron. Sólo me gustaban los príncipes». Imaginemos la tragedia, el papel a representar para los demás: la máscara que dará lugar a estas confesiones.
El personaje siente debilidad por temas como la noche, la muerte, la sangre y hay escenas fuertes que tienen que ver con sentimientos de automutilación o muerte que más tarde cumplirá en su vida.
Mishima nos deja ver sus lecturas europeas y los nombres de algunos autores y obras en los que encontró algo especial, acaso momentos, otras revelaciones. Cita a la Isla del Tesoro de Stevenson; El patito feo, El duende de la rosa y El Ruiseñor de Andersen; El pescador y su alma de Oscar Wilde; Quo Vadis de Henryk Sienkiewicz ; Sade, Stefan Zweig, Marcel Proust, Tanizaki, Huysmans, Von Platen, Andre Salomon. Cita a Juana de Arco, a «Antínoo el amado de Adriano», a esa pintura, que tanto lo impresiona, la de San Sebastián realizada por Guido Reni, a Miguel Ángel, al historiador de arte Johann J. Winckelmann y las xilografías de la época cultural japonesa conocida con el nombre Gen Roku y en las que aprecía, algo que luego ha constatado la psicología, que con el tiempo los rostros de las parejas se parecen, aunque probablemente no sea tanto un parecido físico, como de tono, de postura, de carácter. He tomado nota de estos referentes literarios, porque me parece muy importante esa base europea aunque no cite en este libro a autores japoneses que debieron ocupar gran parte de sus lecturas. ¿Tenía ya en proyecto llegar a lectores de otros países o fue una simple coincidencia?
Hace muy pocos días, el escritor chileno Mauricio Pron, dijo en una entrevista:”en este instante muchos escritores están escribiendo el mismo libro”, aquel que piensan podría gustar a una editorial, aquel parecido a ese otro que saben se ha vendido bien... De ahí tanta repetición, tanto parecido, tanto más de lo mismo. Por eso, son pocos los que se animan a escribir lo que de verdad sienten. Bien, y ¿por qué digo esto? Lo hago porque este libro y libros como este son únicos. Tienen el sello del autor, son su reflejo. Lo escribe la persona que habla de sí misma, la que se conduele, la que se ha esforzado por conocerse, la que con fino pincel realiza un bosquejo de sí misma para volver a rehacerlo cuantas veces sea necesario. No ya con la intención de comprenderlo todo, algo imposible, sino por el deseo de de saber quién se ha sido y por qué de ese modo, único, sin duda. Fue hace ya mucho tiempo... La obra se publicó por primera vez en 1949, la versión que tengo ante mí fue publicada por El País, en la colección Clásicos del siglo XX, en diciembre de 2003, y la traducción, cedida por la Editorial Planeta, es de Andrés Bosch.


Yukio Mishima. (Seudónimo de Kimitake Hiraoka 1925-197)

MÁLAGA EN FEBRERO



Pequeñas plantas en un muro a la entrada del pueblo de Benhavis.

sábado, 16 de febrero de 2013

·#16F EN MÁLAGA












DACIÓN EN PAGO, RETROACTIVO, ALQUILER SOCIAL. Esto es básicamente lo que se pide. Los carteles hablaban por sí solos: "Gente sin casa, casas sin gente", "Desahucios infames". En las fotos el recorrido desde el lugar de encuentro, frente a la sede del partido en el gobierno, luego de camino por la Avda. de Andalucía y la calle Larios hasta la Plaza de la Constitución."Sí, se puede".



viernes, 15 de febrero de 2013

ARTE EFÍMERO EN LA MAR GRANDE



Fundación Inalafquen (Patagonia. Argentina).

CONCURSOS DE CUENTO Y MICRORRELATO



Sobre literatura fantástica convoca un par de concursos de cuento y microrrelato de narrativa dentro de los subgéneros de terror, fantasía y ciencia ficción. Recepción de los trabajos desde el 19 de marzo al 31 de julio. Resultados: último trimestre de 2013. Más información en Sobre literatura fantástica

martes, 12 de febrero de 2013

martes, 5 de febrero de 2013

CLAUDE MONET: «LA PINTURA DESDE EL JARDÍN»


Conversaciones con Marc Elder


Por: Pilar Alberdi

"El motivo es para mí del todo secundario; lo que quiero representar es lo que existe entre el motivo y yo". Claude Monet

¿Qué esperamos de un artista? Que esté vivo, en contacto con la naturaleza y también con su sentir, es decir con sus pensamientos más íntimos, con las vivencias que le ofrece y él recibe de cuanto lo rodea. Y esto es lo que tiene Claude Monet (1840-1926). Así nos lo recuerda Marc Elder en las conversaciones que mantuvo con el artista en 1922. El resultado de este encuentro es una verdadera joya que recoge Ediciones Casimiro.
Comienza así: ―Vayamos a verlos: estarán abiertos.
Son las diez y media de la mañana y el pintor acaba de sacar su reloj de bolsillo para ver la hora.
Habla de los nenúfares, esos que eligió al azar y se atrevió a plantar en un falso estanque.
A continuación su acompañante, Marc Elder, escritor y crítico literario, distinguido con el premio Goncourt, comenta: «Cuesta abajo recorremos el sendero jalonado de abetos y sus sombras. A ambos lados, los lirios despliegan como vaporosas telas que filtran en lila la luz del sol. Todo está cubierto de claveles, azaleas, pies de alondras, campánulas..., mientras los rosales se levantan formando arcos que abrazan el aire. Cruzamos la carretera y esa vía del tren por la que Clemenceau llama a Monet «¡El señor del ferrocarril en el jardín!». Los nenúfares tienen su cercado junto a los prados que bordean el Sena».
El lugar donde ocurría este hecho era el jardín de la casa de Monet, hoy museo, que se puede visitar en el pueblo de Giverny, en la región de Normandía (Francia).
Al principio, el jardín, supuso un gran esfuerzo para toda la familia; después, cuando las ventas de cuadros aumentaron, también se ocuparon varios jardineros. La idea de hacer un estanque surgió inesperadamente, tomó el agua de un cauce lateral del río Sena.
Lo que viene a contarnos esta obra de un modo tan directo es ese estar presente de Monet en la vida.
Como le encantaba pintar el río Sena, se preparó una barca, de tal modo que con una simple protección que servía a modo de habitación, podía pintar desde ella.
La obra recoge numerosas anécdotas. Se cita aquella en que Monet, desesperado, porque van a vender y talar unos álamos que lleva tiempo pintando, decide ir a pujar por ellos. En la subasta se pone de acuerdo con un comprador al que ayuda con dinero a cambio de que no tale los árboles por un tiempo.
Ante hechos así, surge la pregunta que me hago muchas veces: ¿qué nos interesa de un artista? Su persona, sin duda. El resto es un reflejo.
He disfrutado, tengo que decirlo, de la lectura de esta pequeña obra, acercándome una vez más a este pintor que fue denostado como todos los de su grupo. Aprovecho para recordar que ellos se autodenominaron «independientes» y que el término de «impresionistas» se les aplicó con el fin de desmerecerlos. Se les negó la exposición en los salones más importantes, se les criticó, y hasta sus propias familias les negaron recursos... (Pueden ver al final de esta nota la pintura Mujeres en el jardín de Claude Monet que no fue aceptado en el Salón de París de 1867).Pero ahí están sus cuadros. Unas pocas personas los compraban, entre ellos, Gustave Caillebotte (1848-1894). A su muerte legó su colección personal de «sesenta cuadros de Degas, Renoir, Cézane, Manet, Monet, Pissarro y Sisley al Estado con la condición de que se expusieran en el Louvre o en el Museo del Luxembourg». Fíjense el detalle, la defensa de aquellos a los que había admirado y apoyado, incluso más allá del límite de su propia vida. Por supuesto, enseguida aparecieron los detractores a ese deseo, y la controversia no se resolvió hasta 1947. Hoy se exponen en el Museo d'Orsay. Hermoso edificio construido como estación de ferrocarril con motivo de la Exposición Universal de 1900. Museo que, hace muchos años ya, tuve el placer de visitar. Recuerdo incluso unos cuadros de Zuloaga que me impresionaron mucho.
Una conversación sincera, esta, la de Claude Monet con Marc Elder que nos permite conocer detalles interesantes como el viaje que el pintor realizó a Madrid en 1904 para visitar el Museo del Prado, o saber de qué pintores «impresionistas» estaba formada su propia colección de cuadros. Si a ello, le sumamos comentarios sobre otros artistas o temas diversos, el resultado es muy grato.
Evidentemente, Claude Monet era un hombre de preguntas y esto cambia mucho la percepción de la vida. Él se pregunta, por ejemplo, cuánto durará la pintura que están haciendo, le preocupa saber, especialmente, cuánto durarán los colores. Atento a lo que le rodea ha visto el deterioro que habían sufrido los cuadros de Delacroix y la indiferencia del Estado para intervenir. Si eso pasaba con Delacroix... Y sobre el barniz que dora lo pintado, tan presente en tantos museos, dice: «¡El barniz es la muerte imponiéndose sobre la pintura! Sólo en un museo he podido disfrutar de la frescura de la pintura viva, tal y como la aplicó la mano del pintor: en Madrid, en el Prado. ¡Menudo museo! El más bello de cuantos conozco. En sus salas, rodeado de esos Tiziano, esos Rubens, Velázquez, Tintoretto que parecen haber sido pintados la misma víspera, que desprenden tanta fuerza, tanta luz, tanto color, la emoción me pudo y lloré, lloré sin poder contenerme...» .
Siente admiración por los artistas que debieron someterse a mecenazgos (Iglesia, reyes, nobles) para pintar y cita a Miguel Ángel, indicando la capacidad de «Crear belleza pese a las limitaciones»... Opina que trabajaban como artesanos, y añade: «aún no se había inventado eso de la misión del arte, el sacerdocio del genio, el individualismo omnisciente y demás pamplinas; se trataba de conocer el oficio y de ejercerlo con honestidad».
El pintor asegura que una de las grandes penas de su vida fue que a Corot, a quien admiraba, no le gustasen los «impresionistas». A cambio, Daumier los respetaba, y eso le alegraba.
Nos retrata también esta conversación la vida cotidiana del artista. Por ejemplo: entra la esposa de Monet y le dice al pintor que «las japonesas», dos gallinas de esa variedad, no aparecen. Entonces Monet se enfunda su abrigo y sale a buscarlas entre las flores.
En el terreno hay una casa y dos talleres.
«En el cuarto de estar, una gran habitación de paredes blancas, sólo hay cuadros del maestro. A la derecha, una ventana, al fondo, una vidriera por la que entran profusamente luz y flores. Unas butacas de mimbre dan un toque campestre; también hay unos confortables sillones. Es un lugar alegre. Y para completar la impresión de alegría, cuatro filas de cuadros corren por toda la pared, puestos uno junto a otro sin marco, casi tocándose. Pero en el resto de la casa sólo hay grabados japoneses».
De los japoneses dice que gustan de su pintura y que algunos le han dicho que se parece a la suya. Y, sin duda, es así . Se trata de captar el instante, de la búsqueda de la serenidad, de su reflejo, así me atrevo a definirlo. Pero veamos la forma de expresarlo por boca de Monet cuando le muestra grabados japoneses a su acompañante, en concreto, uno con flores: «Hokusai, dice despacio... Mire la mariposa luchando contra el viento, las flores doblándose... Nada sobra... La sobriedad de la vida...»
Hay cuadros que no vende, que no venderá jamás mientras su economía se lo permita; otros, si un comprador insiste, se irán. Cuando esta conversación se realiza, aunque intuyo que fueron varias visitas, el pintor tiene ochenta años, la vista mal, pero continúa trabajando, fumando y disfrutando de las flores en el jardín o en los jarrones, de la luz del sol, del colorido de los peces en el estanque bajo las hojas de los nenúfares o de la belleza de las glicinas que bajan hacia el puentecillo japonés que han colocado sobre el estanque.
El texto se completa, con fotografías y con una última carta del pintor al escritor en donde, sin desesperación, le cuenta que ya casi no ve, y que lo mejor que puede hacer es no intentar retocar ni pintar porque estropea los lienzos.
Finalmente, se aporta el dato de una operación de cataratas que le devolverá la visión y que le permite decir a Marc Elder: que ya «Con el animo sereno, Claude Monet pinta».


Enlace a la Editorial Casimiro

Visita la página web de la Fondation Claude Monet (Casa museo).


Nota: aprovecho para recomendarles dos obras más de la editorial Casimiro sobre dos pintores citados en esta entrada: Camille Corot y Daumier.



Esta imagen corresponde al cuadro de Claude Monet titulado Mujeres en el jardin que fue rechazado en el Salón de París de 1867.


Y este, también de Monet, titulado: Impresión: sol naciente es el que los críticos utilizaron para dar el nombre de «impresionistas».




Monet legó en vida varios de sus cuadros al Estado francés.
Su hijo Michel, único heredero, donó la casa, hoy museo, a la Academia Francesa de Bellas Artes. Esto ocurrió en 1966 y en 1980 se habilitó para las visitas públicas.