sábado, 23 de marzo de 2013

EL ALA ROBADA Y OTROS CUENTOS



Por: Pilar Alberdi

El ala robada y otros cuentos de Carmen Martínez Gimeno integra un conjunto de once narraciones. La primera es de tipo fantástica, en donde al misterio de las creencias religiosas de una comunidad, que dan sentido y ligazón a las generaciones, se une el peso de la realidad. La obra surgió como relata la autora, en un artículo de su blog, por un equívoco. En los años que vivió en México aprovechó para escribir una historia sobre una anécdota que le había contado un familiar y cuando ya tenía varias editoriales dispuestas a publicar la obra, se lo agradeció a su pariente: «Que sepas, le dije, que aquello que me contaste sobre el pueblecito mexicano que veneraba un ala de arcángel me sirvió para escribir una novela. ¡Cómo que un pueblecito mexicano!, me respondió divertida, si es de Valencia, y hasta hay un corral junto a la iglesia lleno de gallinas blancas para reponer las plumas que con los años va perdiendo el ala…
Sin embargo, esta revelación llegó tarde. La equivocación ya no tenía remedio, porque para entonces en Damaseno habían comenzado las lluvias, Senén el Cojo había robado el ala, y Andrés y Silvino estaban a punto de iniciar su largo camino entre selvas y quebradas para dar con él y recuperarla».
El cuento muestra el dominio del habla coloquial mexicano y también los modos de ser y actuar, los trabajos a los que los campesinos dedican su vida (cultivar su milpa o terreno con hortalizas como el maíz, los frijoles y la calabaza; acudir como peones a los cafetales o a chiclear, recoger una resina propia de grandes árboles) y, por supuesto, está presente el movimientos de liberación «zapatista» que defiende a los indígenas, aunque estos, tantas veces, intenten mantenerse aparte, porque bastante tienen con sobrevivir: «llegó la revolución, pero acá nada se notó, no más el señor llamado Cárdem nos hizo algún bien devolviéndonos unas tierritas, las peorcitas de todo lo que nos robaron» Aquí, en esta historia, el paso lígero de doña Polon se convierte en el «trotecito, que la llevaría, sin más demoras, hasta la puerta de la iglesia» y en Andrés, el sueño, es aquello que cuando uno se tiende en la hamaca y cierra con fuerza los ojos, si tiene suerte, conseguirá que lo recoja.
No es un territorio para incautos, lo domina la selva donde las culebras venenosas son las dueñas del lugar, ayudadas por las nieblas en la época de las lluvias.
El relato está repletito de valores:solidaridad, humanidad y sentido de familia. Y baste el siguiente ejemplo de la madre que despide al hijo. Estas son las palabras: «Que el ocote y la candela que se te dieron no se consuman a medio camino ni se apaguen a medio andar, que la piedra no se alce a golpearte, que no salte la alimaña para morderte, que el relámpago no asuste tu paso ni el rayo abrase el techo que te ampare, que no se te nieguen el maíz ni el agüita, que tu entendimiento alumbre la verdad, que nunca te falte gratitud, que tus obras se eleven como árboles de sombra y buen fruto, y no se arrastren dañinas como la mala hierba...» Porque en Damaseno, además hay espíritus buenos y malos y si es difícil conservar un ala de arcángel, no menos lo es recuperarla.
El resto de los cuentos son realistas, y ocupan, en general, no todos, el espacio de tiempo que cubre la posguerra hasta nuestros días, hay alguno anterior, de otro siglo, pero no deja de hablarnos de esa relación que muestra lo hispanoaméricano (México, Puerto Rico, incluso algún personaje portugués) con lo español, las posibles comparaciones, cómo es aquello y cómo es esto, cómo se habla allí y cómo aquí, y la convivencia en pareja, en familia, entre parientes o desconocidos. No en vano por ahí surge una línea que dice: «Ahorita que va a separarnos con un filo tan largo la distancia». Y sí que llega a ser eso, precisamente: un filo que puede cortar y abre una herida que no siempre cierra, ya sea cuando se trata de la distancia en vida e incluso de aquella que marca la frontera de un fallecimiento.
Si bien El ala robada es una novela breve, otros son cuentos largos, tanto en páginas como en profundidad, aunque también hay alguno más corto; a mí, que los he leído con atención, me ha llevado gran parte de una tarde y una mañana. Hay algunos que no olvidaré nunca, que forman parte de los recuerdos de mi propio pasado, de costumbres que oí en mi familia. Recordemos que aquellas, además, eran familias numerosas, con muchos niños y una gran inocencia.Y está esa España trágica de la guerra y la posguerra asomándose entre las páginas con aquellos vestidos de novia negros, con esa primera foto que alguien se hacia y que acaso fue la de la boda, con aquellos jóvenes de dieciséis años, que imberbes, fueron reclutados para ir al frente, y está la necesidad y el hambre que obligaban a emigrar. Aquí no falta nada: ni «una sonrisa con dientes con sierra recién cambiados» ni esas horas y horas de hospital en donde uno se da cuenta que «la vida está fuera», o la de las residencias de la tercera edad en donde la soledad se cubre de olor a colonia, sopa en sobres y alguna visita.
Es, sin duda, una literatura escrita por una mujer que sabe hablar del mundo femenino, que muestra a las mujeres, muchas de ellas con nombres espléndidos, nada convencionales, pero de carácter. Y no sólo lo hace en su devenir histórico, en su adaptarse a las circunstancias cuando no es posible otro camino, sino en su lucha contra el sometimiento y la adversidad, incluso, cuando no forma parte del momento presente, sino de un posible futuro que se teme, por ejemplo, en el caso de la joven que desea mantener una independencia profesional sin la atadura que le podría suponer una familia o la maternidad o en el de la anciana que con un pasado de actividad pleno, no encuentra en el presente la voluntad para cumplir los días que le restan de su vida.
Gusta Carmen Martínez Gimeno de utilizar el recurso de la repetición que se da en los cuentos clásicos, y hay varios de estos relatos en que sobresale (El ala robada, Allá donde nos quieren...). También hay una preocupación por la palabra que como vehículo de comunicación no siempre logra expresar cuanto deseamos. Palabras que se repiten y que no rescatan los años que se llevó el tiempo, frases que decimos de igual modo, ya sea de condolencia o de alegría, y quizá de ese trasfondo surge, quizá como explicación final, el último de los cuentos, en donde vemos una divinidad ímplicita a las creencias de la humanidad, que no permite que nos entendamos con ella, ni verdaderamente entre nosotros, ya sea porque no sabemos las diferentes lenguas, no en vano la autora es traductora y conoce lo complejo de esta situación, en que las palabras no siempre parecen decir lo que comunicamos o interpretamos. No en vano se dice en este último cuento «Lo que escribo es la verdad en este momento».
Y, al final de la obra, esto, una sensación de que todavía estamos dentro de esos cuentos, viviendo entre los personajes, y de que aún permaneceremos un tiempo más, hasta que el eco de sus palabras se vaya diluyendo pero no su recuerdo.


El ala robada y otros cuentos
Datos de la autora:
Carmen Martínez Gimeno, Licenciada con grado en Filosofía y Letras, sección de Filología Hispánica, por la Universidad Complutense de Madrid, es además de escritora, traductora y editora.
Puedes acceder a su blog en el siguiente aquí.
Enlace de compra en Amazon de El ala robada y otros cuentos
Enlace a otras obras de la autora en Amazon

miércoles, 20 de marzo de 2013

MEMORIAS DE LETICIA VALLE




Por: Pilar Alberdi

«Beso a mi voz, que expresa tu mandato,
la suelto y voy hacia ti como paloma»...
Rosa Chacel (Del poema Apolo)

Memorias de Leticia Valle (1945) de Rosa Chacel es uno de esos libros, como otros muchos, que no está de moda. ¡Pobres modas pasajeras de la literatura!... o ¡pobres libros de las modas pasajeras! Si algo tengo claro, es que esta novela de Rosa Chacel, al igual que otras suyas, siempre nos esperarán en una biblioteca.
La novela cuenta la historia de una adolescente que se ahoga en una familia sin madre, con un padre que acaba de regresar mutilado de la guerra. Su vida, en los primeros capítulos, también trascurre entre la casa de la abuela paterna y sus tías, y, muy especialmente con una de ellas. Hay, además, secretos familiares, palabras nunca dichas. Tras el regreso del padre abandonan la capital (Valladolid) y se marchan a vivir a un pueblo (Simancas) donde descubrirá el mundo que la rodea.
En ese nuevo ámbito, más solitario que el anterior, pero en donde los extraños, la gente del pueblo se torna más cercana que la de la capital, Leticia conocerá nuevas personas que influenciarán en su vida y se desenvolverá en una época tan difícil para ella como es la adolesencia.
Es una novela con encanto, sencilla y profunda a la vez, que busca en la forma en que está escrita, la precisión. No hace mucho tiempo se la intentó vender como una nueva versión de la Lolita de Nabokov. Personalmente, para nada la situaría en ese contexto. No encuentro, ni en la forma ni en el fondo, similitud con la obra citada, en cambio, si puede tenerla con multitud de experiencias que han podido vivir o viven las adolescentes que ven cómo cambia su cuerpo, y el trato de los demás hacia ellas.
Es una obra que nos permite, además, conocer cómo eran educadas las mujeres, bajo qué prejuicios y códigos, y cómo, al margen de otras limitaciones, estaba determinada por la clase social a la que se pertenecía.
Si bien se revela el inicio de la sensualidad en una adolescente y lo que esto supone para ella y las relaciones con las personas que la rodean, en todo momento hay una mirada crítica sobre el papel que ocupan las mujeres en la sociedad del momento.
Rosa Chacel, escritora a la que se incluye entre los autores de la Generación del 27 gustaba de leer a Dostoievsky, Balzac, Platón, Nietzche, Freud, Proust y a Juan Ramón Jiménez, quien la tenía en gran estima. Además, pertenecía al grupo de los cercanos a Ortega y Gasset, entre los que también se encontraba , María Zambrano.
La escritora nació en una época de cambios y con fresco cándor anuncia en su obra Desde el amanecer: «Empiezo por confesar mi orgullo más pueril, el de haber nacido en el 98. La fecha es suficientemente señalada como para que no sea necesario explicarla. Por aquel entonces unos cuantos españoles pensaban, hablaban, escribían, luchaban. Otros engendraban criaturas que tenían sentido y misión de compensaciones. Ya sé ha señalado que ese año fueron muchos los trabajadores que nacieron en España: todos con más méritos que yo: ninguno con más ganas». Esta declaración, sin ninguna duda, fue su bandera, pero también la de muchos intelectuales de la época, arrasados por una Guerra Civil que arrastró a la mayoría a la muerte o al exilio.


Algunas citas de la obra Memorias de Leticia Valle:

«En un momento supe de ella tanto como ella misma».
«Era la primera vez que allí, en aquella habitación, se hablaba de lo que pasaba en otras».
«No contestar es contestar, es demostrar que ha dado en el blanco».


Otras obras de Rosa Chacel: Desde el amanecer (1972), Barrio de maravillas (1976)


MUJERES DEL 98 Y DE LA GENERACIÓN DEL 27

Incluyo aquí un enlace al artículo Mujeres del 98 Porque, en general, no se las nombra. Y son autoras extraordinarias.
Y también este otro:El puzzle incompleto: mujeres del 27


Nota: en la foto aparece Rosa Chacel junto a Miguel Delibes y Rafael Alberti.

CONCURSO DE HAIKUS


Universidad de Castilla - La Mancha.
"Séptimo concurso de Haikus en la Biblioteca del Campus de Albacete".
ENLACE
Ha sido para mí una grata sorpresa ver que recogen uno de mis haikus.

viernes, 15 de marzo de 2013

«LA NADA GRIEGA»




Reseña: Pilar Alberdi


Lo primero que hay que decir de este libro es que está muy bien elegido, como todos los de la editorial Sequitur, que cuenta en este momento con tres Colecciones: la de Libros del ciudadano, Sequitur literarios y Clásicos , en la que encontramos La nada griega de Miguel Catalán. En alguna otra ocasión he tenido la suerte de poder acercarles algunos libros de esta editorial, entre los que recuerdo ahora: la poesía de Filipa Leal y la de Antonio Nobre. Excepcionales poetas portugueses.Y entre los Clásicos, la maravillosa obra Elogio de la estupidez de Jean Paul Richter, que a tantos ha gustado y gustará. Pero vean qué nombre tiene la otra colección, creada cuando todavía no vivíamos estos tiempos acíagos, y, sin embargo, ya se adivinaba que llegarían. Esta es la colección Libros del ciudadano en donde aparecen publicadas —entre otras importantes obras— desde un clásico como De un nuevo complot contra los industriales de Stendhal (1783-1842), hasta libros de actualidad como Hay alternativas de Vicenc Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón con prólogo de Noam Chomsky, que va ya por su onceava edición; Planeta indignado de Josep María Antentas y Esther Vivas, y El extranjero (Sociología del extraño) de George Simmel.
Este libro La nada griega del filósofo español Miguel Catalán González reúne numerosas frases y pequeños escritos cuyos temas, de una manera general, abarcan la ética desde distintas vertientes: sociológica, política, filosófica, religiosa, psicológica y me atrevería a decir: cotidiana. Y es esta particularidad última, la que nos permite recomendarla como una obra literaria para los tiempos que vivimos. En ella conviven el saber filosófico mezclado con lo prosaico y cotidiano de donde saca sus fundamentos y al contrario. Así una frase nos transporta al pasado, al pensamiento de grandes pensadores, mientras que otra nos sitúa en el aquí y el ahora de la convivencia diaria y otorga voz a las personas de nuestros días. He ahí su encanto.
Hay, por supuesto, un punto de ironía. Quien ve la verdad, y entiendo por esto quien analiza, quien alcanza a ver aspectos especiales de las cuestiones se encontrará con ella a menudo, porque la ironía entraña una cierta sonrisa ante aspectos que no se habían vislumbrado antes o que aún no perciben otros. La vida, el acontecer de la vida con sus trampas y sus cuestiones se hace presente y nos detiene ante hechos, objetos o sucesos en los que antes no habíamos reparado de un modo concreto.
Voy a citar aquí un pequeño texto de apenas unos renglones para que se hagan una idea de aquello con lo que se van a encontrar: algo más de un centenar de paradojas.
El texto 51, por ejemplo.
«Salvado por el marco
Los muebles atesoran una historia que los hace más o menos honorables. Todos, menos el espejo. Sólo el marco dignifica este mueble tan pueril que agota su esencia imitando el presente».
La primera de estas frases nos invita a adentrarnos en nuestra memoria personal. ¿Creemos que los muebles atesoran una historia? ¿Qué muebles recordamos en nuestra vida? ¿Fueron importantes? ¿Acaso alguno? ¿Le teníamos cariño, nos agradaba o al contrario, nos disgustaba? Todo esto ocurre en segundos. Hemos tenido decenas de pensamientos. La segunda oración nos confirma en la idea de que un mueble puede ser un tesoro, algo especial, pero en este caso, el del espejo, sólo por el marco. Eso es lo que opina el autor y nos pone ante una paradoja, una contradicción. ¿Realmente es más importante el marco que el espejo? Es probable que nosotros percibamos como más valioso el espejo que nos muestra nuestro rostro o el de otras personas, ese espejo por el que podemos mirarnos, además, como si fuéramos otro. Y cuando estamos a punto de sentir que no estamos de acuerdo con el autor, él nos revela una verdad sencilla, que no sólo nos habla del espejo, sino de muchas cuestiones más: el espejo se agota intentando un presente distinto en cada siglo. Y entonces notamos que ese espejo también puede representar las vidas de generaciones o la de las personas y los esfuerzos que estas hacen, y los nuevos pensamientos nos conducen a sumar y entrelazar más asociaciones que ayudan a ampliar lo enunciado. Y luego surge la pregunta: ¿cómo tan pocas palabras han podido decir tanto? Y ahí está reunida la sabiduría de lo aprendido pero también la capacidad de colocar en su punto justo un sustantivo, un verbo, un adjetivo para que amplifique lo enunciado. Si lo piensan, la sabiduría popular, la herencia que nos legaron nuestros mayores, las antiguas leyes de las religiones y la ética, de lo social y lo privado, están reunidas en una larga serie de refranes. Nos gustan esas sentencias cortas que se ajustan además a tantos temas.
Voy a poner otro ejemplo. Una frase tan sencilla como la siguiente, nos dejará pensando: «Esas personas que llegan a la vejez sin pasar por la madurez». Sabemos que es verdad, las vemos a diario. Pero también nos sorprende otra en la que un niño contesta que la rosa tiene olor a ambientador. (Algo que no existía en mi niñez, en donde sí había bolsitas confeccionadas por nuestras madres o abuelas que contenían plantas aromáticas (lavanda), o se colocaban frutos (membrillo) o jabones perfumados que se guardaban en los armarios. Nosotros, por ejemplo, la gente de mi edad nunca habríamos podido contestar cuando éramos niños que una rosa tenía olor a ambientador. Y esta simple respuesta marca una época que, a su vez, nos lleva a otra serie de preguntas y respuestas.
Como digo, es una obra que nos obligara a hacernos preguntas aunque no queramos. Hay temas más profundos y más sencillos. En el libro hay referencias a escritores, filósofos, científicos, pero no por eso resulta una lectura para especialistas. Intenta, creo yo, tocar las heridas de lo cotidiano, y lo consigue.
Y quisiera traer ya para acabar el texto 95 de este libro, en el que un hombre «al salir del garaje subterráneo» de su casa goza del devenir de la primavera que se muestra en los nuevos brotes de los árboles y en otra serie de manifestaciones, tanto es así, que le parece que de joven no se percataba del cambio de las estaciones.Confuso y sorprendido por este descubrimiento se encuentra con una vecina, él le comenta el tema, ella piensa lo mismo, y el narrador nos dice que «(...) hablando hemos llegado a la misma conclusión. Es que entonces éramos la primavera».
Y nosotros sentimos que sí, que así era. Estábamos demasiado vivos o vivos de otra manera.
Si quisiéramos hallar aquí referencias filosóficas, las encontraríamos, podríamos descubrir El mito de la caverna de Platón, hay otra vida más allá de nuestra vida, sólo que muchas veces no la vemos. No en vano esta recopilación de paradojas se titula: La nada griega.



Obras de Miguel Catalán González

Biobibliografía Miguel Catalán Martínez


Editorial Sequitur
«Esta palabra “sequitur”[sic:sékwitur], tercera persona del presente indicativo del verbo latino “sequor”: procede, prosigue, resulta, sigue. Inferencia que se deduce de las premisas: secuencia, conforme, movimiento acorde, dinámica en cauce”.


MÁLAGA EN MARZO


Azahar o flor de los naranjos. Desde la semana pasada ya comienzan a abrirse los pimpollos. Les recuerdo que en la capital de Málaga y otras ciudades de Andalucía es característico encontrar en sus calles este tipo de árboles.
Pero no sólo es la flor de los naranjos. Aquí les dejo un enlace a la Wikipedia para quienes quieran saber el significado de la palabra azahar.

martes, 12 de marzo de 2013

"EL PÓRTICO DE LA LUZ"



Carmen Martínez Gimeno, escritora, editora y traductora, recoge en su blog Sin borrones, en un artículo dedicado a varias autoras, mi obra El pórtico de la luz.



El pórtico de la luz, de Pilar Alberdi (ebook Amazon), es un poemario corto, de versos luminosos, como presagia el título, y una madurez admirable. Se mezclan los poemas de corte clásico con otros más vanguardistas, y en todos el uso del lenguaje es exquisito, y surgen sorpresas que cambian el sentido de lo que habíamos creído entender a cada paso:

Esta inclinación a tus caricias
me convierte en humo entre tus dedos.
¡Oh, Dios!
¡Es a esto a lo que nos dedicamos;
esto, lo que hacemos con nuestra soledad!
Los dioses hace tiempo que están ciegos.
En cualquier rincón, tropieza uno
con sus bastones.
Se descubre eterno, por casualidad.

(Continuar leyendo el artículo Trenza que trenza estrellas en el blog de Carmen Martínez Gimeno)

MÁLAGA EN MARZO


Tiempo de fresas, de mimosas, azahares. Iré subiendo fotos.

viernes, 8 de marzo de 2013

EL «NEOIMPRESIONISMO» POR PAUL SIGNAC



¿Sabemos que es el Neoimpresionismo? Esta es la pregunta esencial a la que responde el libro. Para algunos, este grupo de pintores se sitúan dentro del Impresionismo y para otros son aquellos que pintan con puntos de colores. Y, aunque si bien es verdad que son los continuadores de los impresionistas y que por la fuerza de la luminosidad de sus composiciones nos los recuerdan constantemente, Paul Signac nos señala que no son puntos sino toques de colores diferentes, aprovechando gradaciones y matices. «El neoimpresionista no puntea sino que divide» nos dice.Y que, mientras los primeros son intuitivos, los segundos siguen una técnica precisa. Escribió Delacroix: «La fría exactitud no es arte: La meta del artista no es reproducir exactamente los objetos, pues ¿cuál es la meta suprema de cualquier arte, si no es el efecto?» Pero resulta que el efecto también se consigue con la técnica. Y aunque unos y otros utilicen sólo los colores puros, evitando los terrosos, los Neoimpresionistas «respetarán siempre la pureza (de los colores puros) cuidándose muy bien de no ensuciarlos mezclándolos en la paleta (salvo, evidentemente, con el blanco y entre colores vecinos, para obtener todas las tintas del prisma y todos sus tonos; los yuxtaponen en toques netos y pequeños y, por el juego de la mezcla óptica, obtendrán el resultado pretendido, con la ventaja de que, mientras toda mezcla pigmentaria no sólo tiene a obscurecerse sino también a decolorarse, toda mezcla óptica tiende a la claridad y el brillo» obteniéndose el color por contraste y complementariedad
Si la pintura Impresión: sol naciente de Monet acabó dando el nombre a los Impresionistas en boca de aquellos que les criticaban, el cuadro que situará el comienzo de los neoimpresionistas será Un domingo en la Grande Jatte de George Surat.
Cuando Paul Signac se pregunta por qué son tan difíciles de aceptar los cambios en la pintura, observa que la aparición del color fue puesta en entredicho, que a más color o diferencia mayor fue la crítica. Ese sería un punto. ¿Nos sorprende? No debería. Cuando yo era niña casi todos los coches y los paraguas eran negros. ¿Nos sigue sorprendiendo? Pondré otro ejemplo, ya no sólo es el color, sino el color como ruptura de tradiciones y normas. Los hombres no comenzaron a utilizar el color rosa en su ropa (camisas) hasta los años 70 del siglo XX. Pero, ¿qué más hay? Signac opina que una generación, al menos la de esa época, «no hace dos veces el esfuerzo necesario para asimilar un modo de ver». Y por esa razón no aceptaron bien la pintura de Delacroix, ni los cuadros de Corot hacia 1850, porque abundaban en los colores terrosos y luego rechazaron a los Impresionistas que los evitaban en su paleta de colores. Pero aún hay más... Los intereses comerciales... «”A veces, el interés económico se coaliga con la ignorancia para poner traba a un movimiento innovador y molesto”. Gustave Gefroy lo dijo muy bien: “Los productores cuya razón social se cotiza, y todos los que viven de esa producción consagrada por el éxito, forman una asociación, confesada o tácita, contra el arte de mañana».
Hacia el final de la obra el autor nos presenta algunas de las críticas recibidas por los Impresionistas y resultan abrumadoras, no ostentan la demostración de conocimiento sino la prevalencia del deseo de que todo siga como antes, aunque ese antes, también hubiera sido criticado en su día. Si «ante la pintura de Delacroix, lo que exasperaba a tanta gente no era tanto el furor de su romanticismo como sus rayados y su color intenso; ante la pintura de los Impresionistas, lo que molesta es la novedad de sus comas y sus coloraciones. Y, en el aporte de los Neoimpresionistas, lo que ha desconcertado ―más aún que la división del toque― es el insólito esplendor cromático de sus cuadros». Frente a los críticos e ignorantes se alzan las voces de Baudelaire y tantos más. Ernest Chesnau, dijo: «Los más dotados, entre los que forman el público de las exposiciones, no parecen sospechar que es necesario cultivar sus sentidos para alcanzar el pleno goce de los placeres intelectuales de los que los sentidos son solamente órganos, sin duda, pero órganos especiales. No se sospecha bastante que es preciso tener la vista afinada para comprender y juzgar —quiero decir saborear— la pintura, la escultura o la arquitectura, tal como se precisa tener oído fino para gozar de la música».Creo que lo mismo podríamos decir para la literatura.
Si yo me pongo a recordar ahora, de qué modo aprendíamos en los estudios secundarios sobre la pintura, eran unos conocimientos tan generales, que no podían ofrecernos más que la distinción de formas, una pintura clásica no era una Impresionista, ni una Cubista o una Abstracta, pero no aprendimos mucho más. Espero que esto haya cambiado y que hoy los jóvenes sepan algo de lo que aquí se ha comentado y este libro recoge.


Este y otros libros dela editorial Casimiro Libros en el siguiente enlace


El ábside de Sant Climent de Taüll de Frederic Chordá

EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER



Para las mujeres que amamos, por las que nos han amado. Por las de las generaciones anteriores y las que vendrán. Por sus luchas y esfuerzos.

lunes, 4 de marzo de 2013

ISLA DE NAM



Algunos comentarios en Amazon


"He disfrutado con Isla de Nam como hacía tiempo que no lo hacía con ningún libro. La historia tan sencilla, tan tierna, tan luminosa es pura poesía. A través de sus páginas surgen miles de imágenes que te trasladan a esa época dorada de la adolescencia, en la que una mirada o el simple roce de unos dedos te hacían levitar unos centímetros sobre el suelo. Pero el amor de Giacomo y Elisa es mucho más que una relación adolescente, es la fusión de dos almas más allá del tiempo y del espacio. Y es el cuento dentro del cuento, en un caleidoscopio de historias que surgen allá a dónde mires. Es como si repasáramos las páginas del libro de la Mente en donde todo, lo posible y lo imposible, se hace realidad".
Luz Olier

"Lo primero que esta novela me ha hecho pensar es en lo complicado que resulta encajar ciertas obras en las listas de subgéneros. "Isla de Nam" aparece en las listas de Fantasía y de Romance.
¿Hay fantasía? Sí, pero una fantasía basada en los cuentos de hadas, los lugares exóticos, las leyendas. Son elementos sutiles.
¿Hay romance? Sí, pero no es una novela romántica al uso. Lo que aquí encontraréis es AMOR con mayúsculas , narrado con una estructura que en nada se parece a la la típica novela rosa.
¿Cómo la definiríamos, entonces?
Como una obra sui generis, capaz de recrear una hermosísima historia de amor, un ambiente evocador, un libro de viajes, un texto sobre el valor de las palabras, de la imaginación y de las promesas, un canto a la poesía.
Hay gran dominio del cambio de voz narrativa, de primera a segunda o a tercera persona. Y también hay un homenaje a la metaliteratura.
La musicalidad está muy presente, basada en recursos estilísticos y prosódicos mas propios de poesía que de prosa.
Otros puntos a favor: los protagonistas son memorables y la parte final del libro es conmovedora. Destaco una idea que me resultó maravillosa, la del gramo de perfume.
Pequeñas críticas: he encontrado detalles como la utilización de la tilde en el adverbio solo sin que haya anfibología; y también cierto uso de la coma delante de conjunciones copulativas que no siempre sería adecuado. Pero son nimiedades dentro de una prosa delicada, rica y elaborada.
Echo en falta también más cuentos.
En conclusión, encontraréis lo que la propia portada sugiere: exotismo, mesura, delicadeza, sutilidad. Y amor.Y algo distinto".
Vanesa Navarro Reverte

Me gusto. Por la sencillez del lenguaje y la historia tan bella que relata. Triste, lleno de melancolía. Pasé un buen rato.
Montse Marco

"Una narración sensible que es capaz, con el lenguaje, de trasladarte a la época de los mercaderes de Venecia, te muestra la blanca arena de aquella playa. Con el lenguaje ves a dos niños sentados hablando como lo hacen los niños, con un mundo mayor al que percibimos los adultos. Una cargada de imaginación y el otro de ilusión. Con el lenguaje hace que formes parte de sus personajes".
Inma Pablos

"Llegué hasta este libro por casualidad y no he cejado hasta conseguirlo impreso (gracias a la amabilidad de su autora).
Esta breve novela me dejó una sonrisa en la boca y una ilusión en el alma. Se puede, sí se puede. Hasta lo más imposible puede volverse real.
Y cuando llegas al final, tu mente vuelve al principio, porque sin contarla, encierra una larga historia en su interior, una historia de sueños, de ilusiones, de esperanza y de tenacidad.
Yo se la recomendaría a todos aquellos a los que les guste soñar despiertos".
Mar

"Me suelo fiar bastante de las opiniones, a la hora de comprar un libro, aunque no siempre coincido con el resto, en este caso no ha sido así, es un libro ameno,muy tierno, aunque resulta un poco corto, lo leí en dos tardes, y me gustó".
Carmen Canduela


Visita el blog de la novela. Lee las reseñas

Enlace al ebook en Amazon

MÁLAGA EN MARZO



Tiempo de fresias con su delicado perfume.

viernes, 1 de marzo de 2013

LA DUDA DE CÉZANNE



Por: Pilar Alberdi


El libro se abre con una introducción de Daniel Mundo y continúa con La duda de Cézanne, texto de Maurice Merleau-Ponty. Esta, pequeña en formato, pero gran obra en intensidad, la leí ayer por segunda vez y no dudo que lo haga más veces. Los textos, son claros y concisos y van directamente a la cuestión: entender la obra del pintor o si cabe comprender a la persona que la hizo posible.
Cézanne era ante todo un hombre que dudaba sobre el valor de su trabajo. A los 67 años aún escribía: «¿Alcanzaré la meta tan anhelada y tanto tiempo perseguida. Sigo pintando del natural y creo que voy haciendo tímidos progresos».
«Lo que llamamos "su obra" era para él un ensayo, una apróximación a la pintura». Maurice Merleau-Ponty nos acerca la técnica que subyace en su pintura y a la que nosotros como neófitos, no vemos. Nos explica que en las paletas de los Impresionistas se trabaja con los siete colores básicos y que Cézanne lo hace con dieciocho. Nos explica las razones. Es verdad que a Cézanne se lo incluye entre los Impresionistas, pero hay en él un grado diferencial que se percibe en su interés por el contraste, la distinción entre los objetos que forman un todo en constante formación para el observador, mientras que en la mayoría de los otros pintores, lo que prevalece es la magia del momento tal y cómo la percibe un sujeto, no sólo en lo que ve sino en lo que siente.
La maravilla que se descubre en las obras de Cézanne, en su forma de mirar el mundo que lo rodea, es la siguiente: «El objeto ya no está cubierto de reflejos, ya no está perdido en sus relaciones con el aire y los demás objetos, sino que aparece como sordamente iluminado desde el interior, la luz emana de él, y el resultado es una impresión de solidez y de materialidad». Un detalle también muy importante: «Se trata de un mundo sin familiaridad, incómodo, que impide toda efusión humana. Si tras ver los cuadros de Cézanne miramos los de otros pintores, sentiremos alivio, sosiego». Se puede afirmar que sus retratos de personas son casi esculturas, que incluso desafían las formas y que anticipan ya lo que luego sería el Cubismo. También podemos apreciar que muchos de los objetos presentan dibujado el contorno, y que aún cuando en algunos casos hay una deformación clara de la perspectiva, esta no influye en la recepción total de la imagen, consiguiendo «tal y como ocurre en la visión natural, transmitir la impresión de un orden incipiente, de un objeto que está apareciendo, que se está organizando a sí mismo ante nuestros ojos».
Comenta el ensayista que el pintor iba casi a diario al museo de El Louvre. ¿La razón? Porque las reglas del arte están contenidas en el propio arte, del mismo modo que «las reglas del tenis están presentes en cada raquetazo». Es un ejemplo sencillo, pero lo mismo hacía Delacroix, quien acudía al museo para estudiar a los clásicos. Quiso el azar que un día viese en casa de un amigo, unos cuadros del inglés Constable, que le permitieron comprender el efecto que producía la complementariedad y el contraste gradual de los colores trabajados directamente sobre el lienzo. Por eso, luego, cuando supo ver lo que otros no vieron en los colores y las pinceladas de algunos grandes maestros, se convirtió en el precursor de la luminosidad en la pintura y de todo lo que vino después de él, o sea el Impresionismo, el Neoimpresionismo, y así hasta nuestros días. Delacroix se convirtió de repente en un vanguardista, y como tal fue detestado por la «cultura oficial», igual que lo fueron sus sucesores.
Lo que acontece en este texto es que, en su brillante observación ante los lienzos de Cézanne, el escritor Merleau-Ponty se cuestiona el arte en sentido general. Y me remito a frases como esta: «El artista es aquel que fija y muestra a los más “humanos” de los hombres el espectáculo del que forman parte sin verlo». Pero aún dice más: «El sentido de lo que dirá el artista no existe previamente» y todavía añade: «La verdad es que esa obra por hacer exigía esa vida».
En definitiva, de un modo único y particular, «El pintor capta y convierte en objetos visibles aquello que sin él quedaría encerrado en la vida aislada de cada conciencia». El texto nos remite a la relación entre literatura y pintura, que bien podría ampliarse a todas las artes en general. Y lo expresa contándonos una bella anécdota, que me callaré ahora para que ustedes puedan recibir el encanto y la sorpresa de encontrarla cuando lean esta obra; ese instante en que Cézanne comenta emocionado cómo, de qué manera, toda su vida deseo poder pintar la descripción (lo que él alcanzó a imaginar) de una frase de Balzac que hablaba de una mesa dispuesta con sus cubiertos. Y es esta unión, este interés de los pintores por los escritores y vicersa, que muchas veces hemos visto citada en frases célebres de los filósofos clásicos y en tantos autores más, ese detalle por las imágenes, intuiciones y palabras que pueden transmitir, compendiar, intercambiar, lo que volvemos a ver en este pequeño libro. Pintura y literatura unidas. O mejor aún: el arte en sí y sus diferentes formas. Así llegamos al corazón de Cézanne, gracias a la observación y el detallismo del escritor Maurice Merleau-Ponty. Sin uno, el otro tampoco sería posible, al menos, no esa forma de apreciarlo.


Palabras de la contraportada de La duda de Cézanne por Maurice Merleau-Ponty:

«La pintura fue su mundo, la razón de su vida. Trabajó solo, sin discípulos, sin el apoyo de su familia ni el aliento de los críticos. Pinto en todo momento, en cualquier circunstancia y, sin embargo, dudaba de su vocación».

Otro libro de esta editorial:
Vida de Antón Van Dyck por Giovan Pietro Bellori


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MÁLAGA EN MARZO


Amanecer en Rincón de la Victoria. Al pie de los montes que se ven a lo lejos están las ciudades de Torremolinos, Benalmádena, Arroyo de la Miel. (La ciudad de Málaga está en una bahía entre este punto y los citados).