jueves, 28 de noviembre de 2013
CARL EINSTEIN: «PICASSO Y EL CUBISMO»
Por: Pilar Alberdi
«Cuando hacíamos cubismo, no teníamos ninguna intención de hacer “cubismo”, sino únicamente de expresar lo que teníamos dentro». Pablo Picasso
¿Tiene sentido, hoy, un ensayo sobre la pintura de Picasso (1881-1973)? Sin duda ¿De Braque (1882-1963)? Por supuesto. ¿De Juan Gris (1887-1927? Siempre lo tiene; siempre habrá gente joven acercándose a su pintura, y cualquier nuevo detalle aportará una apertura a esa parte de la pintura que se denominó «cubismo» y que se desarrolló, especialmente, entre 1907 y 1914.
El escritor e historiador alemán Carl Einstein (1885-1940), junto al galerista también alemán Daniel-Henry Kahnweiler (1884-1979), fueron de los primeros en reconocer el valor de ruptura que significó la obra de Picasso, al que, pienso yo, después de esta lectura, reconocían una fuerza inconsciente que le ayudaba a objetivizar, hacer presente, aquello que reconocía su imaginación. No se trataba de «una nueva estética de la representación», una más de las que ya había, sino de una búsqueda personal del artista, que avanza sin saber muy bien que va a encontrar en la siguiente línea o pincelada, en el próximo color, en la textura de la tela, la madera, la cerámica, el cuadro, pero convencido siempre, de que lo busca está más allá de lo que ya ha conseguido.
Einstein destaca esa falta de apego de Picasso por su obra. Si bien, algunas series pueden delimitarse a períodos concretos, siempre desdeñó la copia propia, el autoplagio, por decirlo de alguna manera. Mientras, otros, pintores más jóvenes comenzaban a imitarlo y a beneficiarse del nuevo estilo. Pero lo que en estos es modo, en aquel era creación primera.
El ensayista siente, tiene la impresión, de que la pintura de Picasso ha atravesado la mirada de varias generaciones. Lo decía en 1920. Y sorprenden sus palabras, acertadas y concluyentes, pues aún eran los comienzos del pintor. Picasso —opina— iba por delante del paso al que podían seguirle sus devotos, y fue inútil, además de terrible por su pérdida, que algunas de sus obras se quemasen en París, junto a otras que los nazis consideraron «arte degenerado».
Einstein, que ve esa fuerza casi salvaje y primitiva que surge de Picasso, afirma que el pintor era un ser vital que se sobreponía a sus propios desgarros con una enorme capacidad. Faltaban todavía años por delante, para comprender que aquellos desgarros subjetivos, inconscientes, también atraparían en sus redes a otras personas que estuvieron en su vida, como sus parejas y algunos de sus hijos.
Cuando se atreve el historiador con una definición sobre lo que Picasso representaba como persona, lo define por oposición al hombre que siempre lleva una máscara con tal de continuar pareciendo el mismo ante sí y ante los demás.
Al autor de este artículo, le molestan los que sienten una admiración superficial por el arte. Tampoco es benevolente con el pequeño burgués, carente de fantasía, que acabará juzgando al pintor por no tener una «modestia acomodaticia», que sea reflejo de la parte de la sociedad que estaría dispuesta a comprar sus obras, si se ajustase a sus preferencias. Pero Picasso, no es de esos. Al contrario, «el pintor lucha contra la herencia recibida. Sus cuadros, además, se apartan de la naturaleza y aportan una visión nueva de los objetos que aparecen fragmentados, rotos, con planos superpuestos. Por eso, insiste Einstein: «Puede decirse de Picasso, que a medida que su imaginación ganaba en potencia, sus cuadros se iban haciendo-nometafóricos». ¿Qué quiere decir esto? Que los cuadros del pintor, especialmente los de la etapa «cubista, ya no contaban una historia, como los de la «serie rosa» o la «serie azul», no ofrecían algo a la imaginación; las formas, sólo presentaban uno o más objetos distorsionadas, que pedían la mirada sin ofrecer un diálogo.
Si algo caracteriza la trayectoria de Picasso, dice Einstein, es «la historia de su curiosidad». Poco después dará un repaso a esos movimientos, esas búsquedas, esos resultados, mientras ofrece coordenadas para entender los numerosos lienzos que cita.
Finalmente, dirá: «Picasso demuestra que lo real está inventado por el hombre, y que debe ser incesantemente reinventado pues muere continuamente».
Las ideas que tenemos de Picasso, pienso, nos remiten al joven Picasso que llega a París; al fundador del «cubismo»; al pintor del Guernica; al comunista; al hijo que como pintor superó a su padre; a un pasado español de sol y tauromaquía, de recuerdos mediterráneos que impregnaron su obra; también al artista incomprendido, a aquel al que los hermanos Stein(Gertrude y Leo) compraban obras que le ayudaban a sobrevivir en París. Picasso es cada uno de los que imaginamos y más.
Releyendo estos días un manual de antropología, en uno de los artículos sobre diferentes culturas, había una referencia a Picasso. Me habría encantado trasladarla aquí, pero hoy, al ir a buscarla por las más de ochocientas páginas de que se compone ese libro, he sido incapaz de volver a hallarla, aunque mi memoria fotográfica me decía una y otra vez que se trataba de una página par y que la encontraría en una nota al pie. Por eso, ante la imposibilidad de encontrarla, se las contaré tal y como hoy la recuerdo: Un hombre le reprochó al pintor los retratos cubistas que había hecho de mujeres, especialmente de las suyas, de aquellas que habían compartido una parte de sus vidas con él. Picasso escuchó los comentarios del hombre y le preguntó si por casualidad llevaba una foto de su esposa. El hombre contestó afirmativamente, sacando su billetera, y de esta una foto de carné de su mujer. —¿A que es guapa? —preguntó orgulloso el hombre al pintor. A lo que Picasso, contestó: —Demasiado pequeña.
De ese modo, intentaba demostrarle que esa foto de carné, a su manera, también era una interpretación de su «real» esposa.
No sé si la anécdota les habrá gustado, a mí me encantó y me hizo sonreír.
La edición de este libro, Picasso y el cubismo, es de la Editorial Casimiro.
A continuación dejo tres vídeos de Picasso, Braque y Gris en las que se pueden apreciar sus obras de la etapa «cubista».
Palabras de la contraportada:
«Sin descanso, Picasso se pregunta: ¿qué es lo que todavía no ha logrado la pintura?, ¿dónde está su límite?»
Foto de la cubierta: Juan Gris, La fenêtre ouverte, 1921. Museo Reina Sofía, Madrid.
Picasso
Braque
Juan Gris
domingo, 24 de noviembre de 2013
«ÚTEROS DE ALQUILER»
Por: Pilar Alberdi
Era «noticia», hace apenas unos días, que una clínica de la India, disponía de 60 «úteros de alquiler» y que pronto tendrán 150 más. El hecho de que se nombre así, también se dice «vientres de alquiler» o «subrogación de maternidad», nos pone en alerta y nos indica el intento claro, de cosificar una parte de un ser humano, en estos casos mujeres, y además pobres.
No se ha llegado al caso de que se diga un «riñón de alquiler», por una razón sencilla, porque una máquina de diálisis puede cumplir la misma tarea y lo hace eficazmente.
Aún sabiendo, al menos teniendo esa información de que posiblemente existe un tráfico de órganos humanos, hay temas a los que aún no nos hemos expuesto con intensidad. Hubo un tiempo en que se decía que muchos jóvenes ajusticiados en China, eran destinados a ese fin. Hay épocas en que se comenta que en tal y tal otro lugar de sudamérica las desapariciones de personas jóvenes tienen que ver con tal delictividad. Era noticia ayer, el posible destino de niños que llegan como hijos de inmigrantes africanos a España, y que luego son destinados a la trata de personas o al tráfico de órganos. ¿Realmente es así? Es que hay temas de los que se habla, pero no se contrastan, no se investiga los suficiente y, al final, se quedan en rumores. Y, aunque este no es el tema que hoy me ocupa, es evidente la presencia de mafias,localizadas en un sitio u otro, decididas a lucrarse con la vida de otros seres humanos, en un tiempo en que «no existe la esclavitud», decimos, pero esta sigue existiendo, y estos hechos deberían estar controlados. Tan hábiles como se muestran algunos países para enviar naves a Marte, crear armas nucleares, o realizar un masivo espionaje en las redes sociales, no lo parecen, sin embargo, para resolver muchas de estas cuestiones ni para ofrecer un poco de luz sobre ellas.
Hablábamos de «úteros de alquiler». El intento de dignificación del acto contractual pasa por indicar que estas mujeres obtienen un beneficio económico que les permite solucionar problemas de su vida y que las personas que solicitan este «¿arrendamiento?» se benefician con una maternidad o paternidad que no podrían obtener de otro modo. Lógicamente, hay países donde está permitido y otros en que no. Se les ofrecen mejores condiciones de vida por nueve meses, y hasta posible trabajo como auxiliares de enfermería o para trabajos en la limpieza o en la cocina. O, al menos, eso es lo que se les promete en algunos casos. (Les ruego que al finalizar esta lectura, lean el artículo de Igor G. Barbero, cuyo enlace dejo al pie de esta entrada: INDIA. Viaje a la fábrica de bebés. El útero de alquiler del mundo).
Mujeres pobres, eso son, que se exponen a un peligro para su vida como es un embarazo y un parto. ¿Es algo que se hace por amor? Quizá haya casos, pero no son estos. También hay niños que trabajan, y su trabajo, incluso la mendicidad que ejercen puede servir para la supervivencia de su propia vida y la de los suyos, pero no esta bien. También hay prostitución, y también puede ser una forma de salir adelante en la vida, en general esta suele ser la razón primera que indican quienes la ejercen. Siendo así, lo que debería quedarnos claro es que de lo que hablamos es de personas pobres, que sin esta condición, no aceptarían ser parte de las situaciones en que se encuentran. No son las mujeres de clase media las que se ofrecen para alquilar su útero, no lo son las de clase alta. Jamás lo serán.
Lo voy a decir claramente, porque lo he pensado muchas veces y, además es un pensamiento recurrente, con el papel que se le ha dejado hacer a la mujer, desde aquella remota época en que juntaba semillas y frutos, es decir, reinaba, a su modo, con todos los peligros, en el habitat que le había tocado en suerte, la sabana africana, después Europa, Oriente...hasta la mujer de la época en que la agricultura se impone, en donde el hombre comienza ocuparse de esta tarea y la mujer queda sometida, casi de manera exclusiva, al espacio privado y a la procreación, ha habido cambios, difíciles, luchas por conseguir derechos, y mientras unas mujeres han podido avanzar, otras aún están en el camino porque las condiciones sociales en las que viven se lo impiden, en general, por motivos que tienen que ver con las moral de las costumbres o la religión.
Y ahora, ha llegado el punto de las «gestantes de alquiler» o de «las madres sustitutas» como también se las llama, o de los «úteros de alquiler». No es un buen indicativo, en absoluto. Sabemos que mujeres en buena posición económica lo utilizan para no estropear sus cuerpos. No es sano, mentalmente, no lo es, la maternidad, exige la adaptación, el sometimiento del cuerpo a un nuevo orden, el de la gestación. Es parte de lo que supone sentir, tener, dar a luz un hijo.También utilizan este servicio solteros, al menos, así podía ser hasta hace poco tiempo en la India, y lo es en USA.
«La ciencia no tiene ética» escribió Heidegger. La ciencia tiene la ética de la época en que se realiza, está hecha de la ética de seres individuales, de científicos. Pero, si su porvenir depende también de un sueldo, ¿no creen ustedes que su libertad de decisión está bastante determinada? Quien acostumbre a estar por las redes sociales, quien tenga cuenta en Twitter, podrá observar que muchos periodistas aclaran: que lo que dicen en sus TL, son sus opiniones, no las del periódico o la de medios para los que trabajan. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta diariamente de que las noticias se crean o desaparecen, según intereses que estimamos espúreos. Recientemente los empleados de una televisión autonómica han señalado las cotas de censura a la que tenían que someterse. Por ejemplo, no se podía decir la palabra «recortes» y a algún político había que filmarlo siempre de su lado bueno, es decir, del perfil en que aparecía más guapo. Pero la ética existe y depende de cada una y de todas nuestras decisiones. En cada pequeño acto estamos fundamentando la ética que tendremos mañana. Estamos fundamentando el ser humano.
Dicen que ya se puede crear un genoma.¿Qué ocurriría mañana mismo si se pudiese, ya sin necesidad de úteros de alquiler, crear seres humanos, ya no digo con ese genóma, sino con donaciones, predeterminadas, escogidas, no ya en úteros de mujeres sino en otro tipo de úteros artificiales? Imaginen eso, llevado a los peores escenarios. ¡Oh! ¡Por qué me viene a la memoria aquella selección de mujeres arias del nazismo para tener a los niños del régimen! A crear seres con unas características, destinados a unas determinadas ocupaciones, seres sumisos, desechables... Creo, sinceramente, que sería un espectáculo dantesco y que la mujer, en general, pasaría a ocupar un segundo puesto o ninguno, más que el de proveedora de óvulos,si acaso algunas de ellas, con consecuencias impredecibles para su futuro como persona, dentro de este conjunto de seres que llamamos humanidad. Pero que no es una humanidad que está ahí, sino que la hacemos cada día, y esto es lo que parece que, a veces, olvidamos.
Observen, lo que está ocurriendo con las semillas, las cuales se convierten en propiedad de empresas que las modifican, como los grandes consorcios, las multinacionales del sector agroalimentario; semillas que luego obligan a comprar a los agricultores. El gran poder que no se ve pero que está ahí, condiciona ya nuestras vidas, desde el sistema financiero y el pensamiento domesticado, y va tomando poco a poco, aquello que es fundamental para la vida.
Enlaces:
Año 2013. INDIA. Viaje a la fábrica de bebés. El útero de alquiler del mundo. Diario El Mundo.
Año 2006. Docenas de mujeres se ofrecen en España como madres de alquiler .El País.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
"PLURALIDAD DE LENGUAS Y COMPRENSIÓN DEL MUNDO"
Hoy, 21 de noviembre se celebra el día de la Filosofía. En este vídeo podemos escuchar al filósofo Hans-George Gadamer (1900-2002), quien además de ejercer la docencia, realizó una amplia revisión de los textos de los presocráticos, ayudando a revalorizar también el pensamiento de Aristóteles, sin la influencia del pensamiento escolástico. Otros autores en la misma línea, Nietzsche, Heidegger, Rorthy.
domingo, 17 de noviembre de 2013
«MI CREDO» de Herman Hesse
Reseña: Pilar Alberdi
«De acuerdo con mi experiencia, el peor enemigo y corruptor de los hombres es la pereza mental y el ansia de tranquilidad que les conduce a lo colectivo, a las comunidades de dogmática fijamente establecida, ya sean religiosas o políticas». Así comienza este libro de Hermann Hesse (1877-1962), el autor, entre obras obras, de Siddharta, Demian, El lobo estepario, Juego de abalorios.
Testimonio que ratifica en otra frase: «No debes desear una doctrina perfecta, sino el perfeccionamiento de ti mismo». Vivió las dos últimas guerras europeas con el mayor desaciego. De ahí su crítica constante para todos los que se ponen al servicio del poder. Declarado inútil cuando se presentó voluntario para luchar en la Primera Guerra Mundial, le fue dada la posibilidad de hacerse cargo de la Libreria de los prisioneros de guerra alemanes, trabajo que acepto.
Cuando todo el mundo se miraba en el ombligo de Europa, él lo hacía hacia Oriente y pronto tuvo conocimiento de obras como la de Tao Tsé, el Tao Te King, impresa por primera vez en Europa a comienzos del siglo XX. Sin duda, también leyó a Tagore.
En Mi credo nos permite conocer su valoración de las personas, a quienes divide en «racionales» y «piadosas». El racional —indica— aspira al poder. El piadoso se siente parte de la Tierra. Entre los segundos nombra a Sócrates y al «Salvador» (Jesucristo), quienes sufrieron vergonzosos juicios por parte del poder y el pueblo, y se pregunta, si cediendo ambos en su postura, si no habiendo sido tan heroicos, sus jueces les hubiesen perdonado, pero su conclusión es que: «haciendo culpable al enemigo de su muerte» triunfaban sobre él.
Hesse, igual de vulnerable que el resto de las personas, dañado en su niñez por la rigidez moralista de su familia, salió airoso, quizá, como él opinaba porque: «Creo que, pese a su aparente absurdo, la vida tiene un sentido último, reconozco que este sentido último no puede ser aceptado por la razón, pero estoy dispuesto a servirlo». Pienso que más que cualquier otro «credo» que pudiese exponer en su libro, este es el fundamental. Hesse, está para la vida.
A veces, se pregunta por qué tiene que exponer temas que él sabe personales en sus obras, hasta convencerse de que es imposible hacerlo de otro modo. Es uno el que escribe, uno el que es.
Su capacidad de análisis, ¿qué no diría si viviese hoy?, le lleva a reproducir la banal conversación que tiene oportunidad de oír mientras hace un viaje en tren. Escuchemos lo que opina: «Me siento en el vagón del tren y observo a dos jóvenes que se saludan porque la casualidad los ha reunido. Lo que hablan, si bien se observa, es de una insensatez total, es un jeroglífico helado en el mundo sin alma donde vivimos constantemente y cuyas estalactitas penden sobre nosotros».
Pienso en algunos viajes en tren de cercanías que he realizado, generalmente en Madrid; cada cual mirando la pantalla de su teléfono móvil, unos contestando mensajes, otros navegando por Internet, personas que hablan en idiomas que no comprendo, la voz que anuncia por megafonía las próximas estaciones, un rotulo con palabras en rojo, que pasan tan rápidas como el tren describen con símbolos las estaciones a las que nos acercamos; fuera, en las paredes que separan algunas fincas y polígonos de las vías del tren: graffitis que han realizado jóvenes que necesitan decir que existen, bajo unas letras cuyo sentido sólo ellos conocen, y lo consiguen, al menos para la mirada... A mí que no me emociona lo que algún político ha señalado como arte callejero, pienso, ¡lástima que todo parezca tan sucio! Porque no se trata de imágenes, de dibujos interesantes, sino de letras y más letras con formas y colores diferentes. ¿Qué pensaría Hesse? Todavía una imagen ilumina mi mirada y alegra mis pensamientos, un pueblo, en las cercanías de Madrid; en las antenas de los edificios hay cigüeñas... Y en Atocha, un mar de gente que va que viene. Una gran caverna que se divide en cuevas por las que parten los trenes hacia la oscuridad. No en vano, él escribió en este libro: «Las hormigas también libran guerras; las abejas también organizan Estados; las marmotas también acumulan riquezas».
Una sabe que está cerca del autor cuando lee estas páginas; Hesse, está ahí. Polifacético, temeroso, valiente. Por eso, al llegar al final, que acaba con un pequeño cuento de los hermanos Grimm, una no puede dejar de conmoverse, mientras piensa que ese pequeño relato, deberíamos copiarlo y tenerlo siempre a la vista:
«Una huerfanita hilaba, sentada sobre el muro de la ciudad, cuando vio salir un sapo de una hendidura. Rápidamente extendió junto a ella su pañuelito de seda azul, que los sapos aman con pasión y solo a ellos se dirigen. En cuanto el sapo la vio, dio media vuelta, volvió con una pequeña corona de oro, la colocó sobre el pañuelo y se fue de nuevo. La niña tomó la corona; centelleaba, y la formaban los más delicados hilos de oro. Al poco rato, el sapo volvió y, al no ver la corona, se deslizó por el muro y golpeó contra él su cabecita, lleno de dolor, hasta que sus fuerzas se agotaron y cayo muerto. Si la niña no hubiese tocado la corona, el sapo habría sacado más tesoros de la hendidura».
Notas:
El siguiente enlace
incluye una carta al padre del autor, y su relación con el psicoanálisis y la terapia.
Cuentos del sapo. En este enlace puede verse el cuento de los hermanos Grimm que aparece citado en el libro.
El retrato de Hermann Hesse fue pintado en 1905 por Ernst Würtenberger (1868-1934.
viernes, 15 de noviembre de 2013
MADONNA, CANTANDO CON EL GURPO CORAL VASCO KALAKAN.
Título de la canción:Sagarra Jo
Golpea la manzana
En la punta, de la punta, de la punta del manzano,
había un pajarillo cantando
Txiruri Txirurirura,
¿quién escucha ese hermoso canto?
En los campos de Zubiburu, en el suelo
del bosque, en el suelo,
hay una flor vigilando,
Txiruri txirurirura.
¿Quién recogerá esa preciosa flor?
Que se ha golpeado la manzana...
(está dispuesta a ser presionada para extraeer
su jugo y volverse sidra).
Página web del grupo coral Kalakan en donde podrás saber más sobre su trayectoría.
martes, 12 de noviembre de 2013
«AS DE CORAZONES» de Antonia Corrales
Reseña: Pilar Alberdi
«Hay tres cosas que no podemos dominar, que no podemos alterar: nacer, morir y enamorarnos. Las tres son inmunes a nuestra conciencia, a nuestro raciocinio y a nuestra voluntad».
As de corazones de Antonia Corrales, porque la vida tantas veces es un mal juego de póquer. Porque hacemos apuestas y miramos a los demás con rostros imperturbables, para que no vean nuestros sentimientos, sobre todo, para adivinar sus cartas, su jugada, para no pagar, en esta dura apuesta de la vida, más de que lo que nos toque y, a ser posible, menos, como si la suerte, siempre tuviese que estar de nuestra parte. As de corazones, porque hay amor en esta historia, «Nací para el amor. Es mi alegría», dice un verso de la poeta Griselda Álvarez (Guadalajara, México, 1913-2009) en la introducción.
«Un broker que sueña con ser escritor, una enfermera que, a pesar de adorar a los niños, se niega a ser madre y una editora que jamás quiso serlo». Estas son las palabras que aparecen en la solapa del libro. Creo que yo no podría expresarlas mejor. Los nombres de los protagonistas son: «Ayala, Samantha y Bastián.
As de corazones es una historia de amor regada con dosis de crítica social y secretos familiares, de esos que, por lo general, las mujeres somos más conscientes que los hombres. La vida sigue pero, este tipo de temas, suelen pasar de generación en generación en las familias, igual que lo hacen los álbumes de fotos, aquel recuerdo que dejó una bisabuela o aquella otra historia de un familiar inmigrante a un lejano país. Con el tiempo, el dato en sí puede llegar a perder las palabras y los nombres que lo aclaren, pero el secreto, permanece como la llave de una vieja casa en ese territorio desolado que es el Silencio o, si se prefiere, la Soledad.
Los tres hilos de la trama con los que se teje este drama y, a la vez, esta historia de amor, son Bastián, Samantha y Ayala. Y, si me permiten decirlo, con un poco de imaginación y algo más de psicología, cualquiera descubrirá que esta historia de la que conocemos el final literario, en la vida real continuaría, no ya página a página, sino día a día hasta la muerte de los personajes que la encumbran, porque el amor es brújula y punto cardinal por donde se busca un sol que nunca se apaga en el corazón.
Por otra parte, la circunstancia de que la voz de los protagonistas nos llegue en primera persona, nos hace más cercana la historia.
«Hay tres cosas que no podemos dominar, que no podemos alterar: nacer, morir y enamorarnos. Las tres son inmunes a nuestra conciencia, a nuestro raciocinio y a nuestra voluntad». Y es verdad, pero siempre hasta un punto, porque nos gusta creer que nosotros, igual que los personajes de As de corazones, por lo menos algunas veces, tomamos decisiones al margen de las fuerzas que nos empujan por la vida.
Escuchemos sus voces: «Fui bróker en el mercado financiero español, escritor por un capricho del destino, y me enamoré de la mujer que no debía». Ese es Bastián. Así habla, Samantha: «Me llamo Samantha y me considero una mala persona. Puede que la realidad que he vivido sea la responsable de mi actitud, de mi falta de empatía y mi soberbia».
Y aquí, la voz de Ayala: «Nos fuimos una tarde de lluvia, de lluvia incesante que parecía aumentar aún más la prisa que apremiaba a mi madre a abandonar aquel lugar, el que hasta ese momento había sido su refugio. Caminaba rápido hacia el taxi que esperaba en la puerta, demasiado rápido, tirando de mí».
Y me perdonarán que deje aquí. Sé que les encantaría continuar leyendo hasta el final, y sé que acabarán haciéndolo, porque encontrarán personajes muy similares a nosotros y si no escuchen, no sólo esas palabras que acabo de citar, sino estas otras: «Cuando uno es joven, demasiado joven, lo importante es vivir, sentirse vivo. Lo de menos son los lugares, el cómo y el cuándo. Ni tan siquiera existe un porqué. Simplemente se vive». Se vive, sí... Ya no nos importa quién habla, ¿verdad? Sabemos que ahí, hay una historia... «El ser humano tiene la capacidad, maldita capacidad, de hacer que todo envejezca con él». (…) «A veces la familia resulta más lejana, más desconocida e impropia que el vecino trashumante de la habitación de un hotel». Y, además, está la realidad nuestra, la de la crisis de todos los días, la que tiene responsables que hay que buscar hasta bajo las piedras. «Todos estaban jugando al póquer, al póquer del mentiroso, con el futuro de demasiada gente inocente. Y no les importó».
Quizá, tú también fuiste una niña o un niño de esos a los que la vida les da una bofetada al principio. Y sólo les quedan dos opciones, o quedarse tieso o espabilar para el resto de la vida.
«Recuerdo cómo mi hermano fue haciendo acopio de las chapas de cerveza y refrescos que los camareros, con desparpajo e indiferencia, tiraban al suelo al abrir las bebidas. Las chapas caían como si fuesen vainas de balas, una tras otra, rápido y sin control, cerca de los pies de los meseros. Mi hermano las recogía como si fuesen metales preciosos».
Hum... ¿Quién no recuerda aquel sonido? ¿Quién los objetos más sencillos convertidos en juegos?
Pero también está el lado oscuro de la infancia. Seguro que a ti te contaron alguna historia, a todos nos contaron alguna historia; te la creíste o no.
«Se habituó a los cuentos que mi abuelo se inventaba, en los que siempre había un héroe, católico y amante de Dios. El cruzado en busca de los herejes, que ganaba cien batallas y rescataba a las princesas de las almenas».
Pero, dime: ¿Hubo amapolas en tu mirada? Es sólo una pregunta. «Desde aquel día tengo una predilección especial por las amapolas. Su color intenso, su forma de crecer sin ayuda de cultivo previo; su extraordinaria anarquía, las hacen especiales para mí. Creo que si su vida fuese más larga y su tallo más fuerte serían más preciadas que las rosas. Son como el amor, frágil, desordenado, bello, intenso, pero la mayoría de las veces fugaz, demasiado efímero. Tal vez ahí resida su encanto, aunque duela».
Es verdad, tantas veces, resulta que lo hermoso duele. Lo más amado hiere...Intuyo que sabes lo que hacen los amantes no correspondidos, aman aún más a quien es su perdición. No es que sea debilidad, es un aferrarse a lo único que se ha sentido verdaderamente vivo. Y también percibes que: «Para sobrevivir en esta sociedad deshumanizada que nos ha tocado vivir hay que aprender a esperar poco de los demás, a veces nada». Y que, cuando se consiguen algunas cosas, justo esas que tanto se habían deseado, descubres acaso con enfado o con tristeza que habría sido mejor no tenerlas.
A veces, ¿qué duda cabe?, las vidas de los demás nos parecen envidiables, pero no conocemos sus agonías, sus muertes cotidianas, esas que arrastran cada día por sus trabajos y sus hogares.
Y hay días con claroscuros, qué duda cabe, días con nubarrones en los que descubres que «Cuando los actos que realizamos no están libres de intereses, la vida se encarga de deshacerlos. Los vuelve en tu contra.» Si lo sabrás tú, y yo, y el otro, y el de más allá.
Pero, qué tiempos aquellos, en los que ahora somos mayores o de mediana edad y fuimos jóvenes, y recordamos con especial devoción instantes que fueron mágicos:
«Como única sujeción de sus cabellos, un lápiz rojo de carpintero. Los pies descalzos, las alpargatas blancas bajo la maleta de madera que, abierta, mostraba un puñado de lapiceros, carboncillos y varias tiras de tela y algodón. Algunas personas habían ido echando monedas en ella». Monedas para dar y recibir.
Y ahora sí, ya sé querida lectora o lector, lo que deseas. Que te siga contando... Pero hagamos algo mejor, sentémonos a la mesa, repartamos las cartas, juguemos. Ya sabes, si tienes el As de corazones... Acaso escuches hablar de secretos familiares, de temas prohibidos, de tabús, de amores poderosos que tocan el corazón o llegan hasta el cielo. Todo eso y más, porque el infierno, no tengas dudas, al menos aquí en la tierra, también existe. Sólo tienes que sentarte, y comenzar a leer por la primera página: As de corazones de Antonia Corrales. Luego, si al terminar la novela, entre los dedos de tus manos quedan, pétalos de rojas amapolas, no te extrañes. Juega, ya es tu turno.
Blog de la autora.
Enlace a la novela en Amazon.
En este blog también encontrarás la reseña de En un rincón del alma de Antonia Corrales
jueves, 7 de noviembre de 2013
«EL HOMBRE REBELDE» de Albert Camus
«¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no». Alber Camus
Reseña: Pilar Alberdi
No quiero dejar pasar este día, en que se celebra el natalicio de Albert Camus (1913-1960), sin recordarlo en este blog. La última obra que releí, entre las muchas suyas que aprecio sinceramente, es El hombre rebelde; que me parece, además, de actualidad en una Europa en crisis, moral en primer lugar, política en segundo, y económica como consecuencia. Temas que no entraré a valorar para este artículo, pero que percibimos sin esfuerzo, en la insensibilidad política de algunos dirigentes que olvidan que su deber es servir a todos los ciudadanos, en la proliferación y aumento de grupos y partidos de corte fascista, en la persecución de gitanos, como ha ocurrido recientemente en Francia e Italia.
Pero, volvamos al texto de El hombre rebelde. Las palabras iniciales, dicen: « Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. Las fronteras que los separan es incierta». Y después de aclarar la diferencia, y de presumir que el primero tiene como característica un tipo de carácter o de pasión, argumenta, que quienes se suman a los crímenes de lógica o premeditados son personas que «por falta de carácter, corren en busca de una doctrina», y «desde el momento en que el crimen (de grupo o Estado, el paréntesis es mío) se razona, prolifera como la razón misma, y toma todas las formas del silogismo».
Cuando en este libro, Albert Camus se pregunta: «¿Qué es un hombre rebelde?» Contesta: «Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es». Esa persona que dice «no», es la que piensa por sí misma, tomando en cuenta el legado cultural y político previo, pero con un criterio que intenta sea propio.
El autor escribe este libro después de la Segunda Guerra Mundial, y da la cifra de lo que han creado los últimos cincuenta años de guerras y persecuciones en Europa: setenta millones de muertos. Una cifra escalofriante.
Al escritor le preocupa, igual que a otros intelectuales, el «nihilista» que no ama su vida, porque aquel que da poco valor a la suya, especialmente cuando no consigue lo que quiere, es decir, cuando se sitúa en el resentimiento, muy poco valor puede dar a la vida de otro. No será casual que los líderes nazis se suicidaran, señala. Simplemente, si el mundo no podía ser como ellos querían para sí y para los suyos, ya no tenía sentido, al margen, de la derrota a la que se enfrentaban y a las consecuencias por el genocidio.
La rebelión nace de la conciencia. Sin embargo, y llamando la atención sobre la obra de Scheler, El hombre del resentimiento, y lo que en ella se comenta, recuerda que «el espíritu de rebelión se expresa dificilmente en las sociedades en las que las desigualdades son muy grandes (régimen de castas hindues) o, por el contrario, en las que la igualdad es absoluta (ciertas sociedades primitivas)». Pero, ¿qué podríamos decir de nuestros estados «democráticos». Y su respuesta es: «El espíritu de rebelión no es posible sino en los grupos en que una igualdad teórica encubre grandes desigualdades de hecho».Por lo tanto, es posible.
Cuando la perdida de los dioses o de un Dios es un hecho, solo queda vivir «en una historia desconsagrada». Esto le lleva a recordar cómo en las antiguas culturas, la griega, por ejemplo, el asesinato era lo «inexplicable y lo inexpiable»; tanto, me permito recordar, que la «venganza» era obligada para los sucesores, y también la «culpa», que pasaba de una generación a otra, cuando era el caso de un asesinato premeditado. Por tanto, son las personas las que deben poner los límites, las que deben darse una humanidad salvadora o sacralizada donde las personas sean un fin y no un medio.
El análisis de la obra de Sade, le permite decir que la expresión literaria de crueldad se orilla en espacios cerrados: «castillos de séxtuple cerco de murallas”.Y ¿qué otra cosa han hecho siempre los genocidas, los dictadores, los violentos? Territorios y estados carcelarios. Porque en la obra de Sade concluye «El máximo de goce coincide con el máximo de destrucción» para añadir a continuación «Sade es el literato perfecto. Construyó una ficción para darse la ilusión de ser». Al fin y al cabo, una ficción, pero, ¿qué pasa cuando esta ficción se produce sobre la realidad? Demasiados ejemplos conocemos.
Sigue Camus nombrando obras literarias: a Milton y su poema El paraíso perdido, en donde este autor exalta lo demoníaco; a Blacke. Señala el acierto de Baudelaire, quien dijo que «vivir y morir ante un espejo» era la divisa del «petimetre», que es por función un «opositor». También nombra al personaje de Iván, en Los hermanos Karamazov de Dovstoievsky, cuando dice: «sé solamente que el sufrimiento existe, que no hay culpables, que todo se encadena, que todo pasa y se equilibra» pero, se cuestiona Iván, si no hay virtud «Todo está ya permitido». Cita también obras de Maurice Blanchot, de Stirner, de Fichte, de Sthendal, de Nietzche y de éste, su terrible frase: «Es el bien el que necesita que lo justifiquen».
Albert Camus es un hombre moral con una ética hecha en base a su experiencia de vida y conocimientos. Sabe que «la tiranía es para los mediocres más natural que el arte», y la teme, y al mismo tiempo nos invita a leer al Breton, que dijo: «¿Debemos abandonar toda esperanza?». El análisis de Camus no tiene dudas sobre los hechos, de los que él ha sido en parte testigo, y los sitúa de modo general en el contexto histórico: « el siglo XIX, que es el de la rebelión, termina en el siglo XX, el siglo de la justicia y la moral, en el que todos se golpean el pecho», sin embargo, es el siglo en donde se han realizado crímenes contra la humanidad con un resultado de millones de víctimas.
Hasta la última página de este libro, Camus busca respuestas y da ejemplos, mientras analiza revoluciones y totalitarismos, convencido de que el fascismo, del tipo que sea, siempre desprecia al individuo y, por tanto, a la humanidad. Por último, incluye un tercer apartado sobre Rebelión y arte, en el que aprecia la voluntad de crear mundos mejores a través del arte. Ahí, deja plasmadas algunas de sus más conocidas frases, como «El mundo novelesco no es sino la corrección de este» y «No basta con vivir; es necesario un destino»; frases que no consiguen, pese a su esperanza, borrar la realidad expresada y sentida en tantas otras: «En cierto sentido, la amarga intuición del cristianismo y su pesimismo legítimo en cuanto al corazón humano consisten en que la injusticia generalizada es tan satisfactoria para el hombre como la justicia total». Este conocimiento, el de que un puñado de hombres pueda sumir en la oscuridad a una población concreta o a la humanidad entera, debería mantenernos alertas, más todavía de lo que ya estamos.
martes, 5 de noviembre de 2013
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