domingo, 20 de abril de 2014
FRIEDRICH NIETZSCHE: ILUSION Y VERDAD DEL ARTE
Reseña: Pilar Alberdi
«Tenemos el arte para no perecer a manos de la verdad». Friedrich Nietzsche
«Este libro se compone de una selección de textos escogidos entre los que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) escribió sobre el arte en el ámbito de la verdad y la mentira». Son palabras del prólogo escrito por Miguel Catalán, quien tuvo a su cargo la selección de los textos: «Para valorar el pensamiento de Nietzsche sobre la belleza es preciso saber que el filósofo se expresa no sólo como pensador, sino también como poeta y artista». De ahí la lucha entre el artista y el teórico. Uno siente, el otro juzga; uno embellece, el otro muestra la fealdad del mundo, su horror.
Pensemos solo por un instante: ¿de cuántas mentiras está hecha nuestra vida? ¿De cuántas maneras nos alentamos para seguir adelante? ¿Cuántas ilusiones nos la hacen más llevadera? Quizá la esperanza sea una de ellas, pero qué sin la esperanza, sin el «embellecimiento intencional de la realidad», sea cual sea el modo que prefiramos. Dice el introductor para explicar lo que Nietzsche nos ofrece: «La invención de mundos imaginarios, la elevación del espíritu al misterio de las entelequias, el paso del sueño inconsciente al ensueño elaborado, la doctrina del genio divino, el embellecimiento intencional de la realidad, el escamoteo o transfiguración de lo obvio, de lo obsceno y de lo feo, la maravilla encantadora y la magia de la creación permiten al hombre iluminar por vía representativa las últimas sombras de la existencia. Frente al riesgo de locura que conlleva una conciencia demasiado contínua o precisa de las auténticas condiciones impuestas por el tiempo o el azar, el sujeto puede salvarse por la elevación de la forma. Pero el arte no sólo es salvador en tanto nos eleva a lo ultraterreno, sino también sanador y curativo en el plano inmanente». Los constantes horrores de la vida (las guerras, la falta de derechos, la búsqueda de sentido...) son solo algunos de los enemigos con los que se debe enfrentar a diario la voluntad, la ilusión, el deseo de tiempos y personas mejores. El introductor también nos explica, siguiendo a Nietzsche cuál es esa línea que separa lo apolíneo de lo dionisíaco, y nos recuerda que el autor del que se ocupa para reunir los textos de este libro, era un gran conocedor del mundo griego, no sólo por sus lecturas, ni por sus escritos, sino por su formación como filólogo. Evidentemente, no estaba solo Nietzsche, cuando pensaba; su bagaje cultural y su mirada crítica lo acompañaban.
Estos textos, además de ser una invitación a una lectura más profunda, nos empujan suavemente al precipicio del pensar. ¿Es la ficción una invitación al autoengaño? Y si es una mentira ¿cuál es el precio que se paga? Nietzsche volcando la mirada hacia la lejana Grecia, a su teatro, a sus discursos, afirma: «Nos encanta que el héroe trágico encuentre palabras, argumentos, ademanes elocuentes y, en general, una luminosa espiritualidad justo cuando la vida se acerca al abismo y los hombres reales pierden en su mayoría la cabeza, y todos, la bella dicción». Precisamente en la tragedia, en la literaría, sí, pero también en la diaria, justo allí donde la mayoría pierde el apetito y las palabras se le atragantan, porque ya no hay nada que se pueda decir, ni voluntad de reclamo y la posible ira ha sido vencida, aparece en la ficción el héroe trágico, pero no solo en la ficción y por eso el artista lo toma en cuenta. Esa valentía última que resulta siempre admirable, enaltecedora del ser humano que se sobrepone, que quiere imponerse hasta al último instante al destino. Sí, la realidad merece personas que la superen, siempre la merecerá. «El artista usa la desmesura para producir la impresión de riqueza» dice en Humano, demasiado humano. Y también: «Los pensamientos de poeta no valen por término medio lo que cuestan: pues se paga también por el velo y por la propia curiosidad». Saber y no querer saber.
Las frases y textos que reunidos pertenecen a pasajes de los siguientes libros de Nietzche:La ciencia jovial, Aurora, La genealogía de la moral, Humano, demasiado humano, Crepúsculo de los ídolos, El nacimiento de la tragedia, Más allá del bien y del mal, Acerca de la verdad y la mentira en sentido extramoral; también a las Obras póstumas de los años ochenta, a Cinco prefacios para cinco libros no escritos, y algunas cartas.
El pensamiento de Nietzsche ha sido utilizado de muchas maneras. Precisamente, él que detestaba al indiferente alemán de clase media, el típico empleado, el funcionario y que pensaba que el «Estado es el más frío monstruo de los monstruos fríos», acabó en boca de los nazis por su definición del Superhombre, concepto que utilizaron en su beneficio. Pero Nietzsche está más cerca de Shopenahuer, de Platón y, por supuesto, del budismo.
Podríamos decir que leer a Nietzsche es no quedarse indiferente, despertar si cabe, ponerse en alerta, negarle o negarnos, aceptarle o aceptarnos, cuestionarnos siempre.Entonces, preguntémonos con él si existe la belleza, si realmente como pensaba Sthendal, ésta siempre promete la felicidad, si va de la mano del «bien» como pensaban algunos de los más excelentes filósofos griegos, y prosigamos con las mentiras... las de la ficción y las de la vida, porque también son una parte fundamental de la verdad.
Palabras de la contraportada:
«En un filósofo es una infamia afirmar: “Lo bello y lo bueno son la misma cosa”; y merecería de palos si aún añadiera: “y también la verdad”. La verdad es fea. Tenermos el arte para no perecer a manos de la verdad».
Él que detestaba al alemán de clase media, acabó en boca de algunos considerado el representante de ideas nazis.
Friedrich Nietzsche: Ilusión y verdad del arte. Editorial Casimiro
sábado, 5 de abril de 2014
«LIMOSNAS PARA EL OLVIDO»
Por: Pilar Alberdi
Resulta sorprendente que ya Sócrates dijese en su época que era mejor no escribir libros (él, no los escribió) porque despertaban envidias. Incluso, opinaba y lo manifiesta en el Fedón, que hay ciertos temas que se les puede comentar a los amigos, en su caso a sus discípulos, pero no al resto de las personas. Pero no resulta sorprendente por el tema en sí, sino porque desde aquellos tiempos y seguramente desde anteriores épocas, algunas personas tenían un claro convencimiento de lo que sucedía. No extraña, pues, que los niños griegos portasen sobre sus cuerpos variados amuletos contra «el mal de ojo», esa mirada de otro que podía representar un mal deseo ni que la palabra envidia derive precisamente de «mirar mal». Hasta Cicerón, en tiempos ya romanos y de helenismo, se pregunta cuando comienza a publicar las que serían sus últimas obras, por qué algunas personas quieren que se aparte de la filosofía, cuando él ha encontrado en ella el conocimiento de los mejores, no en vano es un neoacadémico con influencias de los peripatéticos que mira con interés hacia Sócrates, Platón, Aristóteles y sus sucesores, al mismo tiempo que disfruta de otros autores como es el caso del rodio Gorgias; aquel que habló de la palabra, como de ese poderoso e invisible señor capaz de los mayores portentos como el de poner en movimiento al pueblo.
Pero no solo conocían bien la envidia y se cuidaban de ella, en la medida de sus posibilidades. Alguien dirá que con poco éxito, a fin de cuentas, Sócrates fue condenado a suicidarse y Cicerón fue asesinado. Pero no queda ahí el detalle de la muerte de Cicerón, no; su cabeza y la mano con la que escribía las expusieron al público. Alguien dirá que nunca faltará un Marco Antonio y es verdad, pero sería bueno recordar que tampoco faltará un Cicerón.
Aparte de la envidia conocían algo más: el desagradecimiento. Cuenta Diógenes Laercio, que siendo preguntado Aristóteles qué cosa envejecía pronto, contestó: «El beneficio que se dio», y en Ética a Nicómaco expuso: «al que hizo una buena obra, quédele su obra, porque lo bien hecho dura mucho tiempo, pero al que la recibió pásasele la utilidad». Como para completar aquel pensamiento, Séneca, unos años después escribe en De ira sobre lo que se encontrará al salir a la calle: «Me van a salir al paso muchos aficionados al vino, muchos entregados a los placeres de la carne, muchos desagradecidos, muchos ávaros, muchos sacudidos por los vicios de la ambición». Como Séneca es un estoico, convencido está que puede con todos, porque puede soportarlo todo. Al menos para eso se prepara cada día.
Es Cicerón quien cita esta frase de Hesíodo: «Que conviene pagar los beneficios en la misma moneda o en mejor si se puede». Y Kant, ya en el siglo XVIII escribirá que existe «una propensión a odiar a aquel a quien se está obligado para lo cual se ha de estar siempre preparado».
La verdad es que podría ir sumando algunas frases más, pues, tengo la costumbre de recoger en mis lecturas aquellas citas que me interesan sobre temas que llaman mi atención, más por temor a no recordar luego en cuál libro estaban que por verdadero olvido de su contenido que intento hacer mío. Aún así, citaré una más, son unos versos de Shakespeare, de su obra Troilo y Crésida (III, 3-11). Tienen el sello de su pluma y recogen un momento histórico que bien podría ser el nuestro, el de este momento, este instante. «El tiempo tiene, mi señor, un morral en su espalda/ Donde deposita limosnas para el olvido./ Inmenso monstruo de ingratitud./ Esas migajas son las buenas obras del pasado, que son devoradas./ Tan pronto como son realizadas, olvidadas apenas/ fueron hechas».
Derechos foto: Fotolia.
jueves, 3 de abril de 2014
OCHO APELLIDOS VASCOS
Si te gusta el cine te invito a pasar por Cine y psicología. Encontrarás las reseñas de los últimos estrenos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
-
Reseña: Pilar Alberdi «En los últimos decenios, el interés por los ayunadores ha decrecido muchísimo. Antes era un buen negocio organiza...
-
«¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no». Alber Camus Reseña: Pilar Alberdi No quiero dejar pasar este día, en que se celebra...
-
Reseña: Pilar Alberdi Si alguien cree que el tema de la moda es baladí , se equivocaría y mucho. Como ejemplo de lo que somos nos represe...