viernes, 16 de enero de 2015
LA DESINFORMACIÓN PERMANENTE
Por: Pilar Alberdi
No puede haber para la sociedad actual un peligro mayor que éste, el de la desinformación permanente. Para unos, probablemente inexistente, ya que se limitan a aceptar lo que les dicen. Para otros, la mayor amenaza. Realmente, muchos de nosotros nos vemos avocados a leer numerosos medios periodísticos para encontrar, y no sin dificultades, las claves de lo que sucede en el mundo. El caso más reciente y el más escandaloso, esa cabecera de dirigentes europeos y de Próximo Oriente, que han salido en la prensa, a través de numerosas fotos, como los dirigentes que encabezaban la manifestación de repudio del atentado contra los periodistas y/o colaboradores del magazine Charlie Hebdo y de varias personas más. Hemos podido observar cómo se falsificó ese mensaje, hemos visto los vídeos, ya no son fotos trucadas sino vídeos claros y contundentes, que nos han servido por una parte para comprobar cómo se crean las noticias, cómo las distribuyen las agencias, y cómo los periódicos, grandes medios de poder económico con intereses en diversos sectores, las publican, sin posteriores rectificaciones. Donde los titulares debían haber señalado la enorme distancia entre los dirigentes de la política europea y el pueblo, lo que se describía, perversamente, es que éstos encabezaron la manifestación. A continuación, hemos comprobado la intención de aplicar por la vía rápida, medidas excepcionales tanto en Europa como en España, cuando lo último que necesita la Justicia, por ejemplo la española, es guiarse por cualquier actitud pasional, como bien han señalado algunos importantes juristas, creando medidas que, a la larga, pueden servir para otros fines más oscuros, como el de acentuar la ya vigente Ley Mordaza.
Tenemos, pues, políticos hueros, vacíos de contenido para el pueblo. Políticos como Rajoy que cuando dice que va a Cataluña, va a la sede del PP en Cataluña, y que cuando expresa su deseo de que Grecia no se separe de Europa, no va a ver al pueblo griego, no va a presentarse ante él, acude a visitar a su homólogo conservador, y a salir en las noticias.
Antes, los analfabetos eran los que no sabían escribir ni leer. Luego se habló de analfabetismo tecnológico, por aquellas personas que no dominan o no pueden acceder a las nuevas tecnologías del ciberespacio, toca ya hablar, y muy seriamente, de un analfabetismo reflexivo, asumiendo que no se nos enseña a pensar, que intentar pensar es poner en duda los mensajes, claramente preparados sea cual sea su intencionalidad, que pensar es, tantas veces, oponerse a los criterios imperantes, manifestarse e incluso, quedar expuesto públicamente como un disidente, o más fácil aún como un antisistema, y nada más lejos de la realidad. ¿Disidente según quién? ¿Antisistema según qué opinión impuesta? De antisistema se ha calificado en España a quienes reclamaban justicia, a quienes han defendido a la gente que sufría los desahucios, el paro, la pobreza, las privatizaciones, a los que se quejan del ocultamiento informativo que está teniendo, por ejemplo, la firma del Tratado de libre comercio (TTIP) entre EEUU y la Unión Europea, y que beneficia a las multinacionales frente a los intereses de los pueblos.
Pensar es escapar de la mediocridad, del pensamiento dirigido, del rebaño que sin saberlo acabará en el matadero. Decía Jung que a todos, alguna vez, casi siempre, nos gusta jugar al juego del pastor y sus ovejas. Malos tiempos, pues, para la independencia crítica en un mundo que tiende, por criterios económicos, hacia su propia destrucción.
Pensar es tener claro qué pensamos y por qué lo pensamos. Es verdad que cuando aceptamos esta reflexión parece que nuestro mundo se tambalea, el nuestro, este que ocupa su día a día en mantener en funcionamiento las neuronas, en trabajar, en llevar adelante una familia, pero ese tambaleo, ese pozo que se abre a nuestros pies, sólo es el reflejo de otro mundo, ese más amplio que nos rodea, nos cerca, y nos condiciona. No somos hormiguitas; recuerdo a Herman Hesse diciendo que hasta las hormigas trabajan, palabras que sólo eran el reflejo de griegos que las pensaron antes para explicarnos que hasta los animales forman sociedades.
Dejemos de ser analfabetos reflexivos, miremos hacia Oriente y veamos con claridad lo que allí está pasando; hacia Japón militarizándose como no lo había hecho en las décadas precedentes; observemos esos juegos contra Rusia y China; analicemos la descripción que se hace de «los buenos» y de «los malos», que no es nueva, que se perpetúa en la Historia; analicemos cómo se construyen esos conceptos, sepamos a quién, cómo y porqué se les llama de uno u otro modo, y luego, sigamos los oscuros hilos de todos esos intereses, marchemos por ese terrible laberinto y, al menos, sino otra cosa, mantengamos a salvo nuestro pensamiento.
Publicado en Nueva Tribuna 15-01-2015
sábado, 10 de enero de 2015
VÍCTOR HUGO. DE BRUSELAS A BRUJAS
Reseña:Pilar Alberdi
Sabemos por la presentación de esta obra de la editorial Casimiro Libros que «En 1837, Victor Hugo (1802-1885) ya ha publicado Hernani, Cromwell, Nuestra Señora de París o el poemario Las voces interiores. Su fama va creciendo pero aún puede disfrutar de cierto anónimato, sobre todo lejos de París, en sus viajes por Francia y Europa».
No hay cámara fotográfica, no se trata de un pintor que abarca pincelada a pincelada el paisaje, sólo es un hombre que escribe y que, a veces, también dibuja: «Adorada esposa, estoy deslumbrado aun de Bruselas, o, por mejor decir, de dos cosas que he visto en Bruselas: el palacio municipal con su plaza, y Santa Gúdula». Sus palabras servirán a otros para imaginar. Victor Hugo se ha comprado una guía por si fuera conveniente seguir los pasos de otro, pero las observaciones son suyas: nos cuenta cómo son las vidrieras de las Iglesias, los púlpitos, sus adornos; compara lo que ha visto en una ciudad con otra, y en las tiendas descubre ediciones falsificadas de sus obras. Le sucede lo mismo que a otros escritores de su época, al mismo Dickens (1812-1870), por ejemplo, cuando viaja a América. Igual, compra una de esas ediciones, nadie sabe que él es Victor Hugo.
No sólo admira y escribe, también dibuja, y lo hace bien. Ha pasado por Bruselas, Mons, Lovaina, Malinas... ¡Tanto para contar! Iglesias semiderruidas, capillas rebosantes de pinturas... Bedeles despreciables que dejan ver, a cambio de una suculenta propina, un cuadro de Rubens...
Y entonces, ya en Malinas, se produce el encuentro: «En Malinas pasa el ferrocarril. He ido a verlo». Y luego, llega la sorpresa. Lo ha probado, explica: «Me he reconciliado, con los ferrocarriles decididamente son muy hermosos. El primero que vi no pasaba de ser un innoble ferrocarril de fábrica. Ayer hice el viaje de ida y vuelta desde Amberes a Bruselas». El asombro le puede.«Partí a las cuatro y diez, y había regresado a las oche y cuarto». Pero, ¿qué sintió Victor Hugo, cómo vivió por primera vez esos primeros instantes sobre el ferrocarril? Dice: «Es un movimiento magnífico y que hay que sentir para darse cuenta. La rapidez es inaudita. Las flores de la orilla del camino no son flores, sino manchas, o mejor, rasgos encarnados o blancos; no se ven puntos, todo se convierte en líneas; los trigos son grandes cabelleras rubias, las mielgas son largas trenzas verdes; las ciudades...» Las descripciones nos llevan a ese momento, comparo esas fugaces imágenes con las que vemos actualmente desde los trenes de alta velocidad, me pregunto, ¿qué le parecería? Acaso: ¿un paisaje borroso que viaja a nuestro lado? ¿Algo que no merece ser mirado porque marea?
Victor Hugo vive en un tiempo en que la gente es mísera, no en vano escribió Los miserables. La Revolución Industrial que tanto prometía sólo ha hecho ricos a unos pocos,pero también en un tiempo en que la gente cantaba mientras hacia sus labores. En Gante no ha querido perderse un paseo por la costa para ver el mar y ha escuchado cómo «se alejaban vagamente los cantos de los marineros que iban hacia el mar». Todavía no hace tanto se cantaba.
No se cansa una de Victor Hugo. Al contrario, y le seguimos en su viaje mientras se alegra de saber que al día siguiente llegará a otra ciudad, y allí irá al correo para recoger la correspondencia de los suyos, mientras aprovecha para enviar la suya. Pero no les cuento más, ahora es su turno de seguir leyendo.
Palabras de la contraportada
«En agosto de 1837, acompañado de su amante Juliette Drouet, Víctor Hugo recorrerá Flandes en busca de arte y arquitectura. Maravillado por cuanto veía, no dejará de escribir a su esposa Adèle para contarle cada una de las etapas de su viaje».
Casimiro Libros
www.casimirolibros.es
Madrid, 2014
«MODERATO CANTABILE». MARGARITE DURAS
Por: Pilar Alberdi
Un libro pequeño. Noventa y dos páginas y con letra grande y, sin embargo, un mundo, plegado y mil veces plegado como una masa de hojaldre. Sinceramente, mil páginas no habrían alcanzado para decir lo que se dice y oculta aquí entre líneas.
Una historia de amantes que tal vez se se parece en lo profundo a esas otras historias a las que nos tenía acostumbrados la autora. Se puede disfrutar una frase inmensamente, como si nadie antes nos la hubiera permitido escuchar de esa manera. Dos o tres páginas pueden parecernos sublimes, ahí vuelve todo, renacimiento y muerte,ahí está condensada una serenata de angustia contenida, y las clases sociales, ¡qué talento!, para desvelarlas así, en un oscuro bar, cerca de una fábrica o en su ambiente de exquisitos comensales, que sabrán decir las palabras justas y simularán cuanto sea menester. Y en el conjunto, el pasado que acude al presente, con tanta voracidad como éste al presente, y sí, por supuesto, unos amantes, y un niño y esa música del piano que escapa por una ventana...
Moderato Cantabile
Margarita Duras
Traducción de Paula Brines
Unidad Editorial. Siglo XX.
Madrid, 1999
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