Pilar Alberdi
El presente ensayo breve pretende resumir mi lectura de algunos libros de Yuval Noah Harari, considerado actualmente uno de los voceros de la élite globalista. Se suele indicar que es asesor de Schwab, es decir de la personas que dirige la organización privada conocida como Foro Económico Mundial, también llamada Foro de Davos. Evento al que acude anualmente la élite financiera, empresarial, política. Este foro pretende dirigir bajo sus propuestas el futuro del mundo.
Resumiendo: he leído Sapiens. De animales a dioses Una breve historia de la humanidad; HOMO DEUS Breve historia de la humanidad, y 21 lecciones para el siglo XXI. Escritas respectivamente en 2014, 2016 y 2018.
Si de todos, tuviera que recomendar uno, por ejemplo, aquel que sea de más fácil lectura, diría que HOMO DEUS. Breve historia de la humanidad. (Aclaración necesaria: en todos los libros se repiten los mismos temas, en algunos casos con variaciones).
Bien, comenzaré por Sapiens De animales a dioses Una breve historia de la humanidad. Evidentemente la mayoría de los datos que ofrece sobre antropología social y cultural así como sobre geología se pueden encontrar en los típicos manuales y artículos universitarios sobre estos temas. Así nos cuenta la edad del mundo, las de la Tierra, las de los primeros microorganismos, las ideas evolutivas (selección natural propuesta por Darwin). Estos temas son recurrentes en todos los libros.
En cuanto a grandes cambios en la Historia de la humanidad señala tres: la revolución cognitiva (ese punto de la historia donde supuestamente los Homo sapiens («hombre sabio») se volvieron más inteligentes); la revolución agrícola, según su criterio un mal camino que ha perjudicado a las personas y especialmente a los animales domesticados, al no favorecer el proceso de «selección natural» tanto de los humanos como de los animales.
Las ideas de un humanismo evolucionista están presentes en los tres libros.
Debo decir y acaso sea fruto de mi propia ignorancia que esta afirmación me hizo gracia, no sé, parece tan inconsistente, tan imaginaria e intencionada: «Hace exactamente 6 millones de años, una única hembra de simio tuvo dos hijas. Una se convirtió en el ancestro de todos los chimpancés, la otra es nuestra propia abuela». En fin, esto, escrito así, de este modo, no lo había leído nunca. Quizá a mi me gusta más la versión que dice que todos somos hijos de una madre negra que vivió en África.
Habla de los Homo sapiens como si fueran algo muy ajeno al autor: «usaré a menudo el término “sapiens” para denotar a los miembros de la especie Homo sapiens, mientras que reservaré el término “homo” para referirme a todos los miembros actuales del genero Homo». Considera entre los primeros a los conocidos como austrolopitecos y otros, y como Homo a los actuales. Pienso que hace esta distinción por un interés concreto. Porque es evidente que cuando dice «es dudoso que Homo sapiens esté aquí todavía dentro de 1000 años», está hablando de nosotros, los que él llama Homo.
Cita como propio de la evolución humana lo que, como ya enuncié antes, podemos leer en cualquier manual: el bipedismo, la posibilidad de lenguas con las que se puede ofrecer información concreta, la utilización del fuego y la cocción de alimentos, no recuerdo que nombrase el pulgar, la utilización que podemos usar de él. Este dato suele estar en todos los manuales. Pese a tener estos elementos a su favor, indica, durante mucho tiempo (dos millones de años) las redes neuronales de los Homo sapiens no aportaron más que «cuchillos de pedernal y palos aguzados». Esta, es una visión muy corta, típica por cierto de muchos manuales, porque obvian otros aspectos como los afectivos, organizativos, etcétera. ¿Qué tipo de creatividad tenían? ¿Qué ropa confeccionaban? ¿Qué canciones cantaban? Este tipo de preguntas no existe, como no existen otras. Y entonces llegó el día, nos cuenta, que el Homo sapiens se encontró con los Neandertales. La verdad es que a estos se los ha considerado como inferiores. Sin embargo, en las cuevas en las que vivieron se han encontrado sus huesos, y entre ellos, esto lo expone Harari «huesos de neandertales que vivieron durante muchos años con impedimentos físicos graves, que son prueba de que eran cuidados por sus parientes». Es decir, los neandertales eran muy humanos, cuidaban de los suyos, aún en las peores situaciones.
Durante mucho tiempo se creyó que se trataba de especies diferentes, pero no era así. Harari se pregunta si de la unión física que hubo entre Homo sapiens y neandertales surgió una mayor congnición para los primeros, y deduce que siendo los primeros los que supuestamente eliminaron a los segundos y se quedaron con el mundo, probablemente sí. Esta, sin duda, es una visión muy hegeliana de la Historia en la que la fuerza y el poder se comparan con la inteligencia. Y es una idea, evidentemente, no ajena a la élite actual y a las anteriores.
Hoy sabemos (a partir de 2010), que gracias a los entrecruzamientos habidos entre Homo sapiens y neandertales, entre el 1 y el 4% del ADN humano de Oriente próximo y Europa es de origen neandertal. A estos los llaman “genes afortunados” porque han permanecido en la especie Homo Sapiens.
Harari se pregunta sobre la desaparición de los denisovianos y los neandertales: «(…) Si los neandertales hubieran sobrevivido, ¿nos imaginaríamos todavía que somos una criatura diferente? Quizá esta sea exactamente la razón por la que nuestros antepasados eliminaron a los neandertales. Eran demasiado familiares para ignorarlos, pero demasiado diferentes para tolerarlos». Sinceramente: creo que para el tema que estamos intentando sacar un poco más a la luz (lo que una élite piensa del resto) lo que se dice en esos renglones es fundamental. Traduzco: ¿molesta la masa a la élite porque le recuerda que es igual a ella aunque ellos pretenden ser diferentes?
La creencia del Homo sapiens de sentirse superior no viene del politeísmo sino del teísmo, con su promesa de ser seres creados por un Dios que además ha prometido según los libros, la promesa de otra vida o vida eterna. Lo que piensa Harari sobre esto, lo absurdo que le parece, lo dice en este libro pero también en entrevistas y conferencias que pueden encontrarse fácilmente en las redes: «nunca convenceremos a un mono para que nos de un plátano con la promesa de que después de morir tendrá, un número ilimitado». Creo que Harari piensa que el mono es más listo que una persona religiosa. Y a partir de aquí, el autor, nos acerca a las ficciones que nos contamos, a esas narraciones que impregnan nuestra Historia y por tanto nuestras vidas y las de las anteriores generaciones. Pero esto tampoco es nuevo, todo hay que decirlo. Hay libros de psicología, de hace muchos años, además, en los que se habla de los guiones que actuamos en la vida, e incluso en terapia se enseña a mejorar el análisis y cambiar la narrativa.
El relato que nos cuentan puede ser de muchas clases pero los que más le molestan al autor son los que representan a las religiones monoteístas: que la gente crea que el cuerpo de Cristo pueda hacerse presente cuando «El sacerdote exclama “Hoc est corpus meum», le parece increíble. Eso de que alguien pueda convencer a alguien de algo, sea esto lo que sea y más si es metafísico, le carcome, pero a la vez, me parece evidente, le intriga y busca una explicación: «Gran parte de la historia gira alrededor de esta cuestión: ¿cómo convence uno a millones de personas para que crean determinadas historias sobre dioses, o naciones, o compañías limitadas». Si trasladamos esto a lo que está ocurriendo hoy, su pregunta podría ser: ¿cómo logramos que la gente crea en la Agenda 2030, el Nuevo Orden Mundial y el Gran Reseteo?
Como he dicho a Harari le preocupa mucho saber por qué cree la gente lo que cree. Es como si estuviera buscando un tesoro escondido, que en realidad él ya sabe dónde está. Pone un ejemplo: si el código babilónico de Hammurari sostenía que todas las personas eran desiguales y la Declaración de Independencia de EEUU dice que todas son iguales, ¿por qué quienes han creído en una u otra pensaban que estaban en lo cierto?
Insiste: «¿Cómo se hace para que la gente crea en un orden imaginado como el cristiano, la democracia o el capitalismo? En primer lugar, no admitiendo nunca que el orden es imaginado». Si todos saben desde niños las reglas sobre las que se sostiene la creencia pero nunca dudan de ellas, funciona.
A veces, toma por demasiado poco lúcidas a las masas porque es inaceptable que diga que: «En 1789 la población francesa pasó, casi de la noche a la mañana, de creer en el mundo del derecho divino de los reyes a creer en el mito de la soberanía del pueblo». No es que el pueblo creyera o dejara de creer, el pueblo ya había sufrido y soportado mucho, especialmente el campesinado, y entonces llegaron gentes que no eran de la nobleza, los burgueses, que marcaron un nuevo rumbo en busca de su interés, y el pueblo creyó que no le iría nada mal por ese camino, y apoyó sin tener la varita mágica para ver el futuro, sin saber qué haría el rey, sin saber que derechos se declararían, etcétera; en suma, como sucede la mayoría de las veces en la Historia.
Dirá también en este libro que el individuo «De uno en uno, incluso de diez en diez, somos embarazosamente parecidos a los chimpancés. Las diferencias significativas solo empiezan a aparecer cuando cruzamos el umbral de los 150 individuos, y cuando alcanzamos los 1000 o 2000 individuos, las diferencias son apabullantes». ¿Será casualidad que a las reuniones del Foro de Davos acudan unas 1.700 personas en sus aviones privados? Vemos que si antes el mono era más listo por no creer en la promesa de las bananas futuras, ahora de uno en uno somos todos monos, un mono poco lúcido, pero si nos juntamos somos inteligentes. ¿Qué es esto? Simplemente es una manera de negar la humanidad e inteligencia del ser humano individual. Esta posibilidad no entra en su proyecto, salvo para algunas personas de la élite.
Dedica muchas páginas a la Revolución Agrícola; la acusa de llevarnos al Humanismo. Las personas crearon asentamientos, domesticaron plantas y animales, formaron sociedades y en ellas familias. Cada grupo social dice «estaba constituida por células separadas, cada una de las cuales estaba formada por una pareja celosa y los hijos que tenían en común». ¡Vaya término! : «una pareja celosa». Cambiemos aquellos tiempos por estos: ¿es que no tener pareja fija es alguna garantía de no ser celoso, es que todo casado es celoso? En fin, no en vano estamos viendo el discurso homo y trans que intentan imponer hasta en los colegios.
Dice que el agricultor medio trabajaba más que el cazador-recolector. Sin duda, pero consiguió detener las hambrunas, aumentar la prole, mejorar su vida. Y estos, según nos explica Harari, son grandes males, es decir, los éxitos que nos traído a dónde estamos gracias a una mayor supervivencia de la especie solo porque se disponía de alimento. Esta revolución también obligó a pensar más en el futuro, y del tiempo circular antiguo (estaciones) se pasó al lineal.
«Una vez que la gente se acostumbra a un nuevo lujo, lo da por sentado», la comida como lujo nos ha llevado a la obesidad y a la no «selección natural». Evidentemente, así es. Parece lógico. Antes las mujeres lavaban la ropa en el río y yo tengo una lavadora automática, ¿debería estar yo descontenta?
Otro gran mal, según Harari, ha sido que a medida que el hombre y su prole se extendían por el mundo, aumentaba el número de los animales domesticados para consumo, y el sufrimiento de estos por sus condiciones de vida. Pero este sufrimiento, mejor o peor conocido por la mayoría, pienso, no puede ser excusa para empeorar actualmente la vida de las personas, en todo caso debería ser un estímulo para mejorar las de unos y otros.
¿Qué otros grandes males trajo la aparición de la Revolución Agrícola? La necesidad de conservar muchos datos, especialmente a nivel de imperios, ya que los gobiernos, en la actualidad los Estados, se sostienen sobre amplias burocracias que dominan datos. Los datos siempre han sido valiosos y nunca tanto como actualmente, porque los datos se han vuelto el equivalente del Dios que todo lo sabe de nosotros y al que nada podemos esconder.
El texto se inclina hacia las «identidades de género»: «Las sociedades asocian una serie de atributos a la masculinidad y a la feminidad que, en su mayor parte carecen de una base biológica física» (…) Aunque reconoce que «Parir ha sido siempre de mujeres, porque los hombres carecen de útero». Ya sabemos que ahora se quiere llamar a las mujeres embarazadas: «personas gestantes». Las noticias nos dicen que un hombre (transexual) ha gestado un hijo. Lo cierto es que Harari rara vez nombra a lesbianas pero sí a varones homosexuales. Piensa que «Únicamente son las madres humanas inmersas en determinadas culturas las que montan una escena si su hijo tiene una aventura con el chico de la casa de al lado». Considera que conceptos como «natural» y «antinatural» no se han tomado de la biología sino de la «teología cristiana».
Dice que en el mundo animal nunca se ha escuchado algo parecido a «Abejas obreras del mundo, uníos» pero sí en el mundo Homo sapiens, y que los tres órdenes clásicos que lo hicieron posible fueron: el órden monetario, el órden imperial y el órden religioso, como todos hemos podido estudiar.
«El imperialismo global que se está formando ante nuestros ojos no está gobernado por ningún Estado o grupo étnico particulares. De manera muy parecida al Imperio Romano tardío, está gobernado por una élite multiétnica, y se mantiene unido por una cultura común e intereses comunes». Yo entiendo que se refiere a esta élite que dominó en lo que él considera el Humanismo individual-capitalista, y que pasa ahora a un Humanismo evolutivo.
Bueno, si hasta aquí una puede sorprenderse de algunas afirmaciones, y también de algunas contradicciones, aquí va un botón que sumado a lo anterior nos puede dar ideas de por qué caminos va la élite.
Habla de los tres tipos de humanismos conocidos: uno, el liberal (individual), otro el socialista (colectivo) y el último el humanismo (evolutivo). Y de este pone el ejemplo nazi. Dice: «La única secta humanista que se ha liberado realmente del monoteísmo tradicional es el humanismo evolutivo, cuyos representantes más famosos son los nazis. Lo que distinguía a los nazis de otras sectas humanistas era una definición distinta de “humanidad”, que estaba profundamente influida por la teoría de la evolución. En contraste con otros humanistas, los nazis creían que la humanidad no es algo universal y eterno. El hombre puede evolucionar hacia el superhombre o degenerar en subhumano». Quiero recordar al lector que el autor es judío y da clases en una universidad de Israel. Dice a continuación: «La principal ambición de los nazis era proteger a la humanidad de la degeneración y fomentar la evolución progresiva. Esta es la razón por la que los nazis decían que la raza aria, la forma de humanidad más avanzada, tenía que ser protegida y alentada, mientras que las formas degeneradas de Homo sapiens como los judíos, los gitanos, los homosexuales y los enfermos mentales tenían que ser aislados e incluso exterminados» (…) «Los nazis no aborrecían a la humanidad. Luchaban contra el humanismo liberal, los derechos humanos y el comunismo precisamente porque admiraban la humanidad y creían en el gran potencial de la especie humana. Pero siguiendo la lógica de la evolución natural que erradicara a los individuos inadaptados y dejara sobrevivir y reproducirse únicamente a los más adaptados. Al socorrer a los débiles, el liberalismo y el comunismo no solo permitían que los individuos inadaptados sobrevivieran, sino que les daban la oportunidad de reproducirse, con lo que socavaban la selección natural. En un mundo así, los humanos más aptos se ahogarían inevitablemente en un mar de degenerados e inadaptados. Y la humanidad se tornaría cada vez menos adaptada con cada generación que pasara, lo cual podría conducir a la extinción».
Lo curioso es que aunque pretende anticipar la Historia luego dice que es imprevisible. De ahí que muchas veces parece que un párrafo en una página contradice a lo que se dice en otra. Intentar predecir la Historia fue algo fundamental para la autoafirmación de todos los totalitarismos, la Historia como ellos la imaginaban iba a ser la mejor. Y con esa promesa, poco a poco, siempre hemos visto que se impone lo peor.
Dice que el proceso histórico que condujo a Alamogordo en México, donde se hizo explotar la primera bomba nuclear y el que llevó a los hombres a la luna es lo mismo. Evidentemente, al segundo, muchos se lo pondrán en duda.
Pero si la «revolución científica» ha sido capaz de eso en el pasado, hoy promete más: renunciar a la muerte, conseguir alargar la vida, la inmortalidad. Porque la muerte no tiene por qué ser, según Harari, el destino del hombre: «Nuestras mejores mentes no pierden el tiempo dando sentido a la muerte», eso que encontramos en las religiones e incluso en las creencias orientales. Le faltó aclarar de quiénes son esas mentes, para que podamos valorarlas éticamente, y también le faltó decir que a esos «lujos» solo podrán acceder unos pocos.
A la élite también le preocupa y mucho, aquello que se opone a sus designios, por ejemplo, las naciones y los nacionalismos: «El comunismo y el nacionalismo hacen horas extras para hacernos imaginar que millones de extraños pertenecen a la misma comunidad que nosotros, que todos tenemos un pasado común, intereses comunes y un futuro común. Esto es una mentira. Es imaginación. Al igual que el dinero, las sociedades anónimas (se refiere a empresas comerciales), y los derechos humanos, las naciones y las tribus de consumidores son realidades intersubjetivas. Únicamente existen en nuestra imaginación colectiva».
HOMO DEUS Breve historia de la humanidad
Nuevamente surge el tema de la muerte: «si tradicionalmente la muerte era la especialidad de sacerdotes y teólogos, ahora los ingenieros están tomando el relevo», «la muerte es un problema técnico que podemos y deberíamos resolver», «La muerte es solo un problema técnico. Adiós igualdad. Hola inmortalidad». Léamos bien la perversión que encubre esa frase. ¿Y esta otra? «La declaración Mundial de los Derechos Humanos no dice que los humanos tengan “el derecho a la vida hasta los noventa años de edad».(...) «Debido a una creencia humanista intransigente en la sacralidad de la vida humana mantenemos a personas con vida hasta que llegan a un estado tan lamentable que nos vemos obligados a preguntar:¿cómo es que hemos llegado a esto?»
Leyendo esa afirmación parece que ya olvidó a los buenos neandertales que cuidaban a los suyos. Para esta élite, la vida humana que no sea la de su grupo, vale poco y nada, es más, sobra.
Estas ideas abundan en este libro mientras muestra su preocupación por los otros animales que no sean Homo. Ofrece algunos datos: en el mundo hay 40.000 leones y 600 millones de gatos domésticos. 50 millones de pingüinos y 20.000 millones de gallinas. Sigue hablando de las condiciones terribles en que viven los animales. Pregunta: «¿Qué diferencia a los humanos de todos los demás animales?» Afirma:“No existe una sola evidencia científica de que, en contraste con los cerdos, los sapiens posean alma”,“En 2015 Nueva Zelanda fue el primer país en reconocer a los animales como “seres sensibles”.«¿Qué diferencia a los humanos de todos los demás animales?»
Se pregunta cómo ha conseguido esto el Homo sapiens y la respuesta es, gracias a la colaboración. «Los sapiens dominan el mundo porque solo ellos son capaces de tejer una red intersubjetiva de sentido: una red de leyes, fuerzas, entidades y lugares que existen puramente en su imaginación». ¿Solo en la imaginación? ¿De verdad lo cree así? Y esto que preocupa a Harari es creo yo lo que debemos proteger, esta comunidad viva, esta comunicación frente a los poseedores de una información dirigida (desde los mass media y las redes sociales) que intenta dominarnos desintegrando nuestros modos de convivencia en sus fríos datos.
Lo que Harari no dice es que esas narraciones, las de el Club de Roma, el Club Bilderberg y otras, siempre responden a los intereses de un grupo de poder. “Antes de la invención de la escritura, los relatos estaban registrados por la capacidad del cerebro humano. No se podían inventar relatos excesivamente complejos». Luego con la escritura “cada persona constituye unicamente un pequeño paso de un algoritmo enorme, y es el algoritmo en su conjunto el que toma las decisiones importantes. Esta es la esencia de la burocracia» dice que lo dicho es aplicable a ejércitos, prisiones, escuelas, empresas… y reinos antiguos.
¿Por qué son necesarias esas narraciones? «La escritura fomentó la aparición de poderosas entidades ficticias que organizaron a millones de personas y remodelaron la realidad de ríos, etcétera».
Además, indica: «Cuantos más sacrificios hacemos para construir un relato imaginario tanto más fuerte se vuelve el relato, porque deseamos con desesperación dar sentido a esos sacrificios y al sufrimiento que hemos causado. En política esto se conoce como el síntoma de «nuestros muchachos no murieron en vano»
Indica como ejemplo de narración religiosa: «Dios existe. Nos dijo que nos comportáramos de determinadas formas. Si obedecemos a Dios, seremos admitidos todos en el cielo. Si lo desobedecemos, arderemos en el infierno».
Y como ejemplo de un joven que se prepara para el futuro: «Estudiaré tres años, aprobaré los exámenes, conseguiré mi diploma y me aseguraré un trabajo bien remunerado».
Todo esto esta bien explicado en psicología, es más en terapia se suele recomendar el cambio de narraciones.
Señala a «Buda y Jesús en su búsqueda intransigente de la verdad subvertieron las leyes». «Al comunismo moderno también le disgustan los ricos, pero los amenaza con conflictos de clase aquí y allá, en lugar de hacerlo con azufre ardiendo después de la muerte».
Este tema de las narraciones va a quedar más claro cuando comencemos con el tema de los «algoritmos». ¿Qué es básicamente un algoritmo? Por ejemplo, una suma. Decimos: uno más uno es dos. Sabemos cómo se comporta una suma, necesitamos números y procedemos con ellos de una determinada manera para conseguir un resultado.
En este libro se dice: «Los algoritmos que controlan las máquinas expendedoras funcionan mediante engranajes mecánicos y circuitos eléctricos. Los algoritmos que controlan a los humanos operan mediante sensaciones, emociones y pensamiento», cada persona es «un algoritmo orgánico» «modelado por la selección natural durante millones de años». Un ejemplo: «Uber es capaz de gestionar a millones de taxistas con solo un puñado de humanos. La mayoría de las órdenes las dan algoritmos sin necesidad alguna de supervisión humana».
Gracias a los algoritmos y la IA hemos convertido a Google en Dios. Sus algoritmos igual que los de Facebook, Amazon, etc. pueden conocernos mejor que nosotros mismos. «Cuando Google, Facebook y otros algoritmos se conviertan en oráculos omniscientes bien podrían evolucionar para convertirse en representantes y finalmente soberanos». No hace falta que se conviertan, ya lo son. Y esos algoritmos tienen dueños con nombres y apellidos, representan grupos de poder. Google puede saber antes que nosotros si hay una epidemia de gripe o qué candidato político gusta a la gente. Quien tiene estos datos tienen una información de conjunto muy valiosa. Los datos se pueden utilizar o vender. La nueva religión donde se procesa esto es Silicon Valley (USA).
El concepto que utiliza es «dataísmo» y se sustenta en la informática y la biología. Dataísmo como procesamiento de datos.
Ligado al tema de los algoritmos viene el tema de qué tipo de personas serán necesarios o no en el futuro:«algunos humanos mejorados seguirán siendo necesarios»,«mientras que Hitler y sus acólitos planeaban crear superhumanos mediante la cría selectiva y la limpieza étnica, el tecnohumanismo del siglo XXI espera alcanzar el objetivo de manera mucho más pacífica, con ayuda de la ingeniería genética, de la nanotecnología y de interfaces cerebro-ordenador». ¿Nos está diciendo que quienes dominan estos aspectos son neonazis?
¿Qué se habrá conseguido con todo esto? «El cambio de una visión del mundo homocéntrica a una datacéntrica no será simplemente una revolución filosófica. Será una revolución práctica. Todas las revoluciones importantes son prácticas. La idea humanista de que «los humanos inventaron a Dios» fue significativa porque tenía implicaciones prácticas trascendentales. De forma parecida, la idea dataísta de que «los organismos son algoritmos» es significativa debido a las consecuencias prácticas contenidas que tiene». Por ejemplo, si como persona eres un algoritmo predecible, ¿dónde esta la diferencia entre Isabel, María, Lucas y Fernando? Imponer esta clase de visión, porque de esto se trata, eso es lo que se está haciendo, ya sabemos a dónde conduce, y no puede ser bueno para la mayoría que quedará desválida ante este poderío tecnocrático.
Además, el dataísmo amenaza «con hacer a Homo sapiens lo que Homo sapiens ha hecho de todos los demás animales».
¿Importa la vida por nacer? Pues, parece que según la narración que cada cultura se cuente. El autor no cita a los griegos, pero sí a los Ikung del desierto del Kalahari y a varios grupos de Inuts del ártico «la vida solo se inicia después de haber puesto nombre a la persona». Antes de ese momento se la puede asesinar. También sucede así en algunas tribus del Amazonas. Indican formas primitivas de control poblacional, el problema es que estamos viendo un reflejo de esto en el presente, y ¿no es eso acaso un retroceso? Recordemos lo que decía el autor sobre el error del humanismo de alargar la vida de los personas hasta convertirse en ancianas impedidas.
Dónde la élite aprecia amenazas de «cambio climático», otros vemos «manipulación climática». Todos los días pasan por España aviones arrojando productos biocidas, que deshacen además las nubes y evitan la lluvia. Podemos observar a diario las cuadrículas que esos productos esparcidos dibujan en el cielo. Por otro lado, al menos en esta parte de la costa de Málaga, el mar no ha avanzado, como tampoco lo hizo en otros lugares, al contrario, se retrajo. Restos de lo que fue un puerto fenicio están a kilómetros de la costa y algún faro de un pueblo cercano, quedó dentro de la ciudad. Pero si hablase de las carabelas de Colón, el puerto del que salieron ya no existe, ahora es una plaza en tierra firme.
Como el tema del humanismo evolutivo que parece triunfa como idea entre la élite y acaso les haga triunfar como grupo sobre los demás, se repite, una y otra vez en estas páginas, vuelve a hablar de Hitler: «El humanismo evolutivo desempeñó un papel importante en el modelado de la cultura moderna, y es probable que desempeñe un papel todavía mayor en el modelado del siglo XXI», pero nada dice de las circunstancias históricas que lo facilitaron, ni de la propaganda y la violencia con la que se mantuvo el régimen. Insiste también en la determinación y en todo caso en la aleatoriedad pero niega cualquier pequeño atisbo de decisión libre en el ser humano. Lógicamente esto interesa a quien esté dispuesto a imponer la no igualdad.
¿Cuáles son las amenazas para la humanidad en el SXXI?
1 «Los humanos perderán su utilidad económica».
2. «El sistema seguirá encontrando valor en los humanos colectivamente, pero no en los individuos».
3 «El sistema seguirá encontrando valor en algunos individuos».
Decir «el sistema» implica callar la explicación profunda de quienes son y dirigen el sistema.
De ahí que: «Algunos economistas predicen que, más pronto o más tarde, los humanos no mejorados serán completamente inútiles». La IA y la robótica que ya han suplantado tantos puestos de trabajo continuarán en ese camino. Desaparecerán los médicos generalistas, los abogados, los agentes de viaje, etcétera.
«Es probable que la prosperidad tecnológica haga viable alimentar y sostener a las masas inútiles incluso sin esfuerzo alguno por parte de estas. Pero ¿qué las mantendrá ocupadas y satisfechas? Las personas tendrán que hacer algo o se volverán locas. ¿Qué harán durante todo el día? Una solución la podrían ofrecer las drogas y los juegos de ordenador. Las personas innecesarias podrían pasar una cantidad de tiempo cada vez mayor dentro de mundos tridimensionales de realidad virtual que les proporcionarán mucha más emoción y compromiso emocional que la gris realidad exterior. Pero esta situación asestará un golpe mortal a la creencia liberal en el carácter sagrado de la vida y de las experiencias humanas. ¿Qué hay de sagrado en holgazanes inútiles que pasan el día devorando experiencias artificiales?». Dice «holgazanes inútiles», a eso rebajan a la humanidad que desean controlar.
Resumiendo: lo que defendía el Humanismo como continuador del Cristianismo según el autor, es:
1. «Yo soy un individuo, es decir, poseo una esencia única que no puede dividirse en ninguna parte o subsistema».
2. «Mi yo auténtico es completamente libre».
3 «De estos dos supuestos se infiere que puedo conocer acerca de mí lo que nadie más puede describir».
Esto es nada más y nada menos que lo que una élite decide por la mayoría; y la visión que se quiere imponer sin nuestro consentimiento es esta:
1. «Los organismos son algoritmos y los humanos no son individuos: son “dividuos”. Es decir, los humanos son un conjunto de muchos algoritmos diferentes que carecen de una voz interior o un yo únicos».
2 «Los algoritmos que conforman un humano no son libres. Están modelados por los genes y las presiones ambientales, y toman decisiones, ya de manera determinada, ya sea al azar, pero no libremente».
21 lecciones para el siglo XXI
Como dije al comienzo el autor se repite constantemente, según mi parecer, por lo que en este análisis de sus 21 lecciones para el siglo XXI (Ed. Debate) de 2018, evitaré ciertos temas ya comentados sobre las obras anteriores.
En este libro hay una clara crítica al «liberalismo» y su imposición global no sostenible. El concepto de sostenible se ha utilizado mucho estos últimos años, con intencionalidad. Si el «liberalismo» no es sostenible caen la democracia y los derechos humanos propios del Humanismo.
Probablemente más que en los otros libros, en este hace guiños a Obama y se opone a Putin; le parece nefasto el año 2016 por la elección en USA de Donald Trump, y del Brexit en el continente europeo.
Critica a algunos biólogos que no aprueban el prometedor futuro que podrán facilitar la biotecnología y la infotecnología, gracias los cuales «aprenderemos a diseñar cerebros, a alargar la vida y acabar con pensamientos a nuestra discreción». ¿Con qué pensamientos se debería acabar? Sobre estos temas está seguro de que los parlamentos y los gobiernos no podrán tomar las riendas. Si esto no nos pone en alerta…. Ya no hay nada que pueda hacerlo.
De los científicos dice que «apenas son conscientes de las implicaciones públicas de sus decisiones y que ciertamente no representan a nadie». ¿Cómo que a nadie? Representan a los que pagan sus investigaciones y les indican hacia dónde deben dirigirlas, a qué ámbitos, con qué presupuestos? ¿Qué científico hoy en día investiga por su cuenta?
Dice que Trump avisó a sus votantes que los inmigrantes (mexicanos) les quitarían el trabajo pero «nunca advirtió que los algoritmos les quitarían el trabajo».
Sobre China opina que «Xi Jinping parece el sucesor real de Obama». No sé si hoy, opinará lo mismo. Cree que el «islamismo global» atrae a quienes han nacido en su seno, y que los países occidentales han hecho un gran esfuerzo por tratar de imponer las democracias en oriente. Disiento de forma absoluta: yo lo que recuerdo son ciudades bombardeadas en Irak, Irán, Libia, Siria, y más de 100 millones de personas afectadas en su vida para siempre.
Cualquier posición a favor del «nacionalismo» forma parte de lo que denomina: «sueños nostálgicos», entre estos, los de los judíos que todavía puedan seguir creyendo en la narración de ser el «pueblo elegido». Si entendemos que la idea de dominación mundial (globalismo con un gobierno único) necesita acabar con todos los nacionalismos, está claro lo que pretenden.
Intentar mantenerse dentro del liberalismo, opina, es imposible. Señala lo que podría ocurrir: colapso ecológico, disrupción tecnológica («el crecimiento económico no salvará al ecosistema global: justo lo contrario, porque es la causa de la crisis ecológica». Sin embargo, ya hemos dicho antes que en lo que otros llaman «cambio climático, otros percibimos «manipulación climática».
Se pregunta si pervivirá el viejo relato de los dioses y los nacionalismos, del liberalismo y el capitalismo o será la hora de «cortar para siempre con el pasado y elaborar un relato completamente nuevo que vaya más allá, no solo de los antiguos dioses y las antiguas naciones, sino incluso de la esencia de los valores modernos de la libertad y la igualdad».
Habla de la OMS, de cómo controlar pandemias y de que seguramente los médicos de familia serán suplantados por IA. «A la larga ningún puesto de trabajo se librará por completo de la automatización», cree que ni los artistas. Dice que intentar salvar puestos de trabajo sería evitar las grandes posibilidades de la robótica y la IA. (...) «Quizá la revolución tecnológica eche pronto del mercado de trabajo a miles de millones de humanos y cree una nueva y enorme clase inútil, que lleve a revueltas sociales y políticas que ninguna ideología existente sabrá manejar».
¿Qué está pasando con las masas? Que en esta situación, dice: «pierden su valor económico». Y se pregunta: «¿Cómo se inicia una revolución de la clase obrera sin la clase obrera?» «De modo que si los humanos no se necesitan como productores ni como consumidores, ¿qué amparará su supervivencia física y su bienestar psicológico? No debemos esperar a que la crisis irrumpa con toda su fuerza para ponernos a buscar respuestas». Lo que esta persona no ha pensado es que una sociedad de humanos verdaderamente humanos pueda defenderse. Pero hay indicios de que pueda hacerlo. Hemos visto cómo los países BRIC (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) no se han sumado a las propuestas de un gobierno mundial.
Aquí debemos hacer un pequeño resumen, si no he entendido mal, lo que nos prometen es: no naciones, no derechos humanos, no libertad, no igualdad, no individuo, no familia, no trabajo.
Habla de ofrecer a la población una «renta básica» o unos «servicios universales», llega incluso a hablar de cómo será ese futuro cuando «en 2050 el Gobierno Mundial Unido» acuerde cierto tipo de medidas. Pero ya dijimos que hay Estados que no aceptarán esta imposición.
En Israel han aplicado el modelo de renta básica con los judíos ultraortodoxos; se extraña de que cada vez que se pregunta a la población por su nivel de felicidad, estos, y no por la renta básica sino por su creencia, se muestren los más felices de la población.
Sobre el conocimiento personal, dice que saben más de nosotros los algoritmos, «hemos dejado a Google, la capacidad para encontrar información». Que la decisión de la persona podría quedar reducida a elegir entre un Tesla Altruista y un Tesla Egoísta. En el primer caso elegirías un vehículo que en caso de un posible accidente no protegería de forma preferente la vida del conductor sino la de terceros y en el segundo caso, lo contrario.
Dice que las obras de Ciencia ficción siempre han unido la inteligencia a tener conciencia, pero que el futuro no va por ahí. Sí, cree que «la inteligencia artificial muy sofisticada de los ordenadores solo servirá para fortalecer la estupidez natural de los humanos», añade «Ahora estamos creando humanos mansos que generan cantidades enormes de datos», con los que precisamente se intentará hackear sus mentes, ya se hace, apelando a las emociones. Por favor, volved a leer esa oración. Lo que se está creando es «humanos mansos», y esto ya desde hace mucho tiempo. Saben qué botón tocar: el de las emociones, y niegan eso que la mayoría llamamos «conciencia». Saben a través de los buscadores qué preguntas se hacen los humanos, y cómo combatirlas si es preciso a través de las respuestas que les interesen ofrecer. Lo hemos visto en la llamada Pandemia por Covid-19; lo estamos viendo con los chemtrails. Estos medios tecnológicos han actuado como censores, imponiéndose sobre las Constituciones de las naciones.
Pero si la libertad en este contexto no es posible tampoco la igualdad. Los que tienen los datos dominan sobre los que se los dan, por tanto están por encima: «la propia especie podría dividirse en diferentes castas biológicas», asegura Harari, «algunos grupos monopolizarán de forma creciente los frutos de la globalización, al mismo tiempo que miles de millones de personas se quedarán atrás», «hacia 2100, el 1 por ciento más rico podría poseer no solo la mayor parte de la belleza, la creatividad y la salud del mundo», «en consecuencia la globalización, en vez de generar la unidad global podría llevar a una especiación». Al menos esa es la pretensión. Afirma que este proceso incluso podría llevar a la «desglobalización»: «A la larga, una situación hipotética de este tipo sería capaz incluso de desglobalizar el mundo, pues la «casta superior» (este último entrecomillado es mío) podría congregarse dentro de una autoproclamada “civilización” y construir muros y fosos que la separaran de las hordas de los “bárbaros” del exterior».Es decir, algo así como esos barrios de ricos con servicios de vigilancia.
Veamos, existe un parecido con la situación de antes de la Segunda Guerra Mundial. Nuevamente vemos las ideas evolucionistas y a quienes las sostienen intentando imponer el destino del mundo y dando valor o no a las personas y comunidades según sus criterios, en este caso una élite multiétnica frente al resto.
Según mi criterio, ¿qué favorece entre otras cosas este camino? El «laicismo» y una grave crisis moral. Según el suyo: «los seglares no santifican ningún grupo, a ninguna persona ni ningún libro como si ellos, y solo ellos, fueran los únicos custodios de la verdad». Esta es una mentira más. Los laicos tienen sus creencias. Ser laico no te evita ser corrupto o asesino. Entre los laicos hay de muchas clases, y entre ellos hay ateos. El ateo necesita la idea de Dios para afirmar que no hay Dios. ¿No es eso una creencia?
Como esta élite parte del hecho de que no existe Ley natural (de la que derivaron las religiones y luego las leyes) tampoco encuentra válidos los derechos humanos. ¿Tendríamos una razón común si no sintiéramos esa Ley Natural; la que llamamos instinto en otros animales? Ese entender cómo debemos comportarnos, ese saber que el otro sufre y se alegra por las mismas cosas que yo.
Como a Harari sí lo invitan al Foro económico mundial, avisa: «No ser invitado al Forúm Económico Mundial de Davos no es garantía de sabiduría». En fin, hasta eso definen: si estás con la gente del Foro Económico Mundial hasta te llamarán sabio.
Considera que los humanos siempre ignoraron la verdad, antes y ahora, «aunque en la época de Facebook y Twitter a veces es difícil decidir qué creer». En el futuro viviremos en una especie de Matrix o en el Show de Truman, eso para los que sobrevivan a este colapso o como ellos lo denominan Reseteo o implementación del Nuevo Orden Mundial, que como ya hemos indicado tiene actualmente oponentes. No habrá más. También en alguno de estos libros pone de ejemplo de lo que puede venir la obra de Ciencia ficción Un mundo feliz de Huxley. Aunque yo recomendaría también la lectura de la segunda parte de esta obra: Regreso a un mundo feliz donde puede apreciarse el terrible resultado de lo que se hizo.
Dice Harari: «El Universo no funciona como un relato. Así pues, ¿por qué la gente cree en estas ficciones?». Por las mismas en las que él cree en lo que está diciendo; por las mismas en las que defiende el pensamiento de la élite.
Quizá, habría que explicarle a Yuval Harari que lo suyo también es un relato o el relato conveniente a una élite y que le faltan conocimientos en diversos campos del saber, especialmente en los de la filosofía y la psicología.
Dice el autor que no nos conocemos. Evidentemente a nivel general algo de esto habrá. Pero en el templo de Delfos, en tiempos de la Grecia clásica, ya había unas palabras que decían: «Conócete a ti mismo», por tanto, no me atrevería yo en modo alguno a afirmar que hoy somos más listos que aquellos griegos, más bien creo que no. Vamos a ver: ¿se conoce a sí mismo el señor Harari? Precisamente este libro se lo dedica entre otras personas de su entorno a su marido: «Itzik». Unas páginas después dirá: «La mayoría de la gente no se conoce muy bien a sí misma. Cuando yo tenía 21 años, comprendí de una vez por todas que era gay, después de varios años de negarme a aceptarlo. Esto no es nada excepcional. Muchos hombres gais pasan toda su adolescencia inseguros sobre su sexualidad. Imagine ahora el lector la situación en 2050, cuando un algoritmo pueda decirle exactamente a un quinceañero en qué lugar se encuentra en un espectro de gais a heterosexuales (e incluso lo flexible que es dicha posición). Quizá el algoritmo nos muestre imágenes o vídeos de hombres y mujeres atractivos, siga los movimientos de nuestros ojos, la presión sanguínea y la actividad cerebral, y en cuestión de cinco minutos produzca un número en la escala de Kinsey. Esto podría haberme ahorrado años de frustración».
Si el ideal de conocimiento de una persona pasa por un procedimiento como el citado y no por una sincera introspección, como psicóloga solo puedo decir que esto representa una falta de conocimiento personal o de sinceridad muy grave, porque si uno no tiene simpatía para sí mismo, para comprenderse, quererse y respetarse, me pregunto, ¿podrá tenerla para los demás?
Yo, por ejemplo, sería incapaz de hablar de no derechos humanos, no libertad, no igualdad y cuidado que en el fondo esta igualdad es lo que ha sido, imperfecta, y que ha su modo han aclarado Freud, Marx, Russell, Rorty, entre otros; pero que a algunos les interese que el futuro sea así, es otra cuestión.
Cuando ves que se está promocionando la eutanasia de los pobres en Canadá, o que a partir de los 70 años en algunos países de Europa los ancianos cansados de vivir podrán pedir una pastilla para su eutanasia, pero no se les ofrecerán otras soluciones psicológicas, materiales; cuando ves que se incentiva el aborto y que se propone incluso como estamos oyendo la muerte de los bebés después del nacimiento; cuando oyes a personas que defienden a los animales y no se oponen al aborto de seres humanos, la conclusión parece bastante clara; y más todavía si le sumas todo el tema de la identidad de género, enseguida aparece la palabra «despoblación». Pero no habla directamente de «despoblación», no hace falta; para eso ya está Bill Gates, Kissinger o Jacques Attali, pero eso es ya tema para otra reflexión.