domingo, 5 de abril de 2020

EL DIOS CRUCIFICADO



EL DIOS CRUCIFICADO -Semana Santa y COVID-19-

Pilar Alberdi

«Eloi, Eloi, lamá sabactani» (Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado?). Jesús de Nazaret
«no hay piedad donde no hay caridad» Leibniz

¿Por qué se adora la cruz? ¿Qué significado adquiere hoy frente a un Universo que parece no sentir cuando es capaz de destruir al hombre? (1) El teólogo alemán Jürgen Moltmann (1926- ), uno de los tres teólogos cuyas obras comentaré en este artículo, se pregunta en su libro El Dios crucificado «qué significa el recuerdo del Dios crucificado en una sociedad oficialmente optimista que camina por encima de muchos cadáveres». Evidentemente, una pregunta así, merece ser contestada.
Una mirada selectiva hacia dos de los principales teólogos protestantes, Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) tanto como Moltmann), y otro católico, Johan Baptist Metz (1928-2019)), nos ofrecerá la posibilidad de conocer de cerca esa visión crítica sobre la cristiandad del pasado siglo XX y de parte del XXI.
De los tres, Bonhoeffer fue el antecedente. Opositor al régimen nazi, y angustiado en el tiempo que le tocó vivir, dijo: «Para este mundo el éxito es la medida y la justificación de todas las cosas; pues bien, la figura del juzgado y crucificado sigue siendo extraño y en el mejor de los casos digna de compasión para el mundo. El mundo quiere y debe ser vencido por el éxito». Ha tenido que llegar hasta nosotros imprevistamente una pandemia, la de un virus (COVID-19), aunque en años anteriores no habían faltado alertas por otros virus, para recordarnos el sentido de lo apocalíptico, los límites de la ciencia, la afectación en lo social, lo político y económico, para dejar de lado disputas innecesarias, remover entre los viejos valores y sacar a la luz el amor, el respeto al prójimo, y la solidaridad.
Lo escatológico en tiempos de crisis, igual que la certeza de nuestro final personal, nos recuerdan los límites del camino. Frente a la vida, tal como se nos presenta a diario, es fundamental una exigencia ética y reflexiva.
Si el creyente exige preguntarse por el silencio de Dios, también podemos decir que cualquiera puede preguntarse por ese silencio cósmico, al que la ciencia lentamente va desvelando, y que como seres de este Universo nos interesa ontológicamente. Y ser, lo sabemos bien es ser capaz de actuar. La persona reflexiva, busca conocimiento para comprender, y afirma el sentido de lo que cree en sus propios actos. Porque, como dice Batjin en Hacia una filosofía del acto ético, uno cuando actúa, lo hace con todos los momentos de su vida en que los que ha actuado también, uno en cada acto consolida un poco más el ser que está queriendo ser, el encuentro del ser consigo mismo, su ética, por eso esperamos de una persona a la que conocemos esa proyección que intuimos determinada en el tiempo de su vivir.
Dietrich Bonhoeffer había anticipado estas cuestiones. No basta con un altar para adorar a Cristo, si la gente permanece apartada en su casa, si cada cual vive en su pequeño y cómodo mundo. He ahí lo fácil. Dirá: «la idea cristiana es el camino de Dios al hombre, y la señal que la hace concreta es la Cruz. Aquí está el punto en el que solemos darnos media vuelta sacudiendo la cabeza sobre la causa cristiana». La cruz no es algo que deba ser mirada sin más, sino que es una realidad ―siempre presente―que nos interpela. Las cargas están para asumirlas, y finalmente como ser, son las que nos llevan hacia adelante.
De los tres teólogos, el joven pastor Bonhoeffer fue condenado a muerte por el régimen nazi. Ocurrió en 1945, en el campo de concentración de Flossenbürg (Alemania), acusado de ser uno de los organizadores del atentado a Hitler del 20 de julio de 1944. Entre sus actividades previas al encarcelamiento había creado junto a otros jóvenes pastores y teólogos protestantes la Iglesia Confesante, opuesta al Führer. Su objetivo la denuncia de la Iglesia oficial y su sometimiento al nazismo. Como cristiano le preocupaba el carácter burgués de los fieles, quienes se mantenían fuera del verdadero contacto con los pobres y desprotegidos. Desde ese espacio de complacencia, aun dando limosna y manteniendo ciertas formalidades como las de acudir al rito, se puede llegar a parecer un buen cristiano, sin serlo. Bonhoeffer ya mostró su preocupación por la pérdida de lo sagrado en El precio de la gracia y en sus Escritos Esenciales. Señaló: «El aburguesamiento del cristianismo significa olvido de la cruz y desesperanza». (Es un tema del que también se hará eco el católico Metz). «Con todo, la muerte de Jesús en la cruz de los criminales muestra que el amor divino encuentra el camino hasta la muerte de los criminales, y cuando Jesús muere en la cruz con el grito: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?” [Mt 27, 46; Mc 15-34; Véase Sal. 22, 2], esto significa que la eterna voluntad de amor de Dios no abandona al hombre ni siquiera en la experiencia de desesperación por el abandono de Dios, Jesús muere de verdad desesperado de su obra, de Dios, pero precisamente esto significa el coronamiento de su mensaje».
Estamos en Semana Santa, una semana que será diferente a otras por la presencia entre nosotros del Covid19. Camino doloroso que estamos viviendo como sociedad del éxito y de la que esperamos reflexión para hacer un mundo mejor y más justo. Decía Bonhoeffer sobre el sentido del Viernes Santo y del Domingo de Pascua que «el camino de Dios al hombre conduce de nuevo a Dios» (2). Y afirmaba: «Un rey que va a la cruz tiene que ser el rey de un reino sorprendente. Solo quien comprenda la profunda paradoja de la idea de la cruz puede entender todo el significado del dicho de Jesús: “Mi reino no es de este mundo” (Jn 18, 36) En el fondo, dice Bonhoeffer, «Cristo no es el portador de una nueva religión, sino el que nos trajo a Dios»” y el que volvió a recordar unas reglas éticas básicas que se encuentran también en otras tradiciones. Hay un pasaje fundamental en el libro (3), en dónde explica la actitud de Pilatos, mostrando la diferencia entre «la autoridad por el cargo», y «la autoridad por la dignidad». Explica: «En la estructura de las autoridades se dan dos tipos de opuestos: la autoridad según el cargo y la autoridad de la persona. La pregunta dirigida a la autoridad según el cargo reza así: “¿Qué eres tú?”, en la cual el “qué” se refiere al cargo. Pero la pregunta dirigida a la autoridad de la persona, dice: “¿De dónde te viene a ti esta autoridad?” Y la respuesta es: “De ti, ya que tú reconoces mi autoridad sobre ti”». Como todos los años se liberaba por esa fecha a un reo, Pilatos, consciente de preferir no cargar con esa muerte, que le parecía un tema dentro del ámbito judío, ofrece la posibilidad de salvar a Jesús. La opción estaba entre Barrabás, un ladrón o participante en un motín en donde se produjo un homicidio, el Nuevo Testamento ofrece distintas versiones; o Jesús. Y el pueblo eligió salvar al primero, por lo que Jesús fue crucificado por blasfemo. El título o tablilla en la cruz decía en hebreo, latín y griego: «Jesús de Nazaret, rey de los judíos», aunque las palabras exactas también varían, y han quedado reunidas en el acrónimo INRI.
A Bonhoeffer también le molestaba especialmente, lo que llamó la «gracia barata»; la creencia de que basta con afirmar ser cristiano para obtener esa «gracia». Para el pastor esa «gracia barata» no alcanza, y señala hacía el Evangelio, allí y solo allí, dice, está la “gracia cara”, la del acto, la del testimonio, la de la ofrenda incluso de la propia vida. Según él, Lutero sí quiso esta “gracia cara” para los fieles, pero no fue la que quedó a partir de la Reforma. Esa «gracia cara» es costosa, y se adquiere a un alto precio. «El precio que hemos de pagar hoy en día con el hundimiento de las Iglesias organizadas, ¿significa otra cosa que la inevitable consecuencia de la gracia conseguida a bajo precio? Se ha predicado, se han administrado los sacramentos a bajo precio, se ha bautizado, confirmado, absuelto a todo un pueblo, sin hacer preguntas ni poner condiciones; por caridad humana se han dado las cosas santas a los que se burlaban y a los incrédulos, se han derramado sin fin, torrentes de gracia, pero la llamada al seguimiento se escuchó cada vez menos».
En la misma línea se manifestó el sacerdote y teólogo católico alemán Johan Baptist Metz, consideraba que la pérdida del sentido escatológico o apocalíptico había permitido la aparición de cristianos superficiales. Si no hay un límite que nos recuerde un rendimiento de cuentas frente a nuestra vida y la de los demás, es decir, un previo sometimiento a la reflexión, y acaso a un juicio, ¿cuál es el resultado? «Quien escucha, por ejemplo, el discurso sobre la resurrección de Cristo en la cruz de forma tal que el clamor apocalíptico del Hijo abandonado por Dios se haga inaudible, ese tal no escucha el Evangelio, sino un arcaico mito de triunfadores». Su crítica se dirige a la Iglesia como centro de una burguesía en la que el creyente se acomoda sin sufrir mayores inconvenientes por su fe ni por sus prácticas. Ese límite, fuera de nuestro tiempo es también aquel ante el cual Sócrates hipotecó su vida, como nos recuerda Leo Strauss. Cuando se lee la Apología de Sócrates de Platón, se encuentran allí las palabras del filósofo a sus acompañantes. Y lo que dice es que él confía en que hay algo más, algo bueno además, donde lo que él ha hecho será valorado, aunque ese tipo de cosas es, así lo expresa, de las que no se dicen al pueblo. Ya sabemos por otras obras de Platón la facilidad con que se denunciaba de impiedad a quienes no respetaban a los dioses griegos. Cuando en el 52 d. C. llegó san Pablo a Atenas, encontró que los atenienses dedicaban culto a numerosos dioses, entre ellos, al «Dios desconocido» (4). De tal modo que cuando san Pablo intentó trasmitir el mensaje cristiano en el Aerópago [Hch 17, 22-23], comenzó a decirles que venía a hablarles precisamente de ese dios.
En la misma línea de Bonhoeffer y Metz, quien criticó en un sínodo, en el año 1966, la posición tomada por la Iglesia Católica Alemana ante el nazismo (5), Moltmann señalará en su libro El cristo crucificado, que el símbolo de la cruz que representa a la Iglesia cristiana, no fue un símbolo esencial para esta en sus comienzos; había otros (el buen pastor, la paloma, el pez, etc.). La cruz representaba para los primeros cristianos algo vergonzante, porque significaba una contradicción y remitía a un Dios «que fue crucificado, no entre dos candelabros sobre el altar, sino entre dos ladrones en el Calvario de los perdidos, ante la puerta de la ciudad». «La cruz no era entonces el signo en que se triunfa, ni signo de victoria en las iglesias, ni un adorno de los tronos imperiales, ni signo de órdenes ni de condecoraciones, sino un signo de contrición y escándalo, que frecuentemente transmitía vergüenza y muerte», pues en esa cruz «triunfa la muerte, el enemigo, la no-iglesia, el estado de injusticia». Moltmann incide en el hecho de que la iglesia del crucificado al pasar a ser dominante socialmente, con el tiempo, embelleció y envolvió con «esperanzas e ideas de salvación» aquel instrumento de tortura, agonía, y muerte.
Explica, además, como el término «Dios crucificado» apareció en la tardía Edad Media, y lo asimiló Lutero. Pero también critica Moltmann que la Cruz se vea como símbolo de salvación cuando debería ser la alerta de lo que sucede en el mundo, la contradicción entre un Dios, al que se presenta como omnipotente pero débil para el mundo.
Nietzsche, que sin duda fue crítico con ese cristianismo burgués, como también lo fue Kierkegaard, percibió con gran lucidez cómo «Los hombres modernos, con su embotamiento frente a toda nomenclatura cristiana, no sienten ya lo pavorosamente superlativo que para un gusto antiguo se encerraba en la paradoja de la fórmula que habla de “Dios en la cruz”. Esta certeza probablemente posibilitó que su personaje Zaratustra se horrorizase de la muerte de Dios a mano de los hombres, y sobre todo la ignorancia de estos de haber llevado a cabo ese asesinato en un mundo secularizado.
Para Moltamnn que sigue las palabras de Schelling («Todo lo que es, puede manifestarse solo en su contrario. El amor únicamente en el odio; la unidad únicamente en la disputa») le parece claro que Dios como mejor se manifiesta es a partir de sus contrarios, «la impiedad y el abandono».
Si la religión, como insinuó Marx, es el pedido de auxilio de un mundo sin corazón. Pongamos el oído. Yo escucho su latido. Porque después de la crisis causada por el COVID-19, quizá hayamos comprendido que se puede vivir de otra manera, y con otras prioridades; esa es la enseñanza, o puede serlo, y deberíamos ser capaces de aprovecharla.



Notas:

(1) Pascal. Pensamientos. «El hombre no es más que una caña, la más frágil de la naturaleza, pero es una caña pensante. No hace falta que el Universo entero se arme para destruirla; un vapor, una gota de agua es suficiente para matarlo. Pero aun cuando el Universo le aplastase, el hombre sería todavía más noble que lo que le mata, puesto que él sabe que muere y la ventaja que el Universo tiene sobre él. El Universo no sabe nada». En su libro Introducción a los existencialismos, que también recomiendo, de (2) Emmanuel Mounier, dirá este, que de Pascal a Sartre, lo que se percibe es «la angustia», «el vértigo». Por decirlo de otra manera, la escisión y la falta de sentido amenazan constantemente al hombre en cuanto a su origen y perspectivas, por tanto, el esfuerzo para evitar este desgarro es permanente.
(3) Bonhoeffer, Dietrich. Escritos Esenciales, pág. 62
(4) Dios Desconocido(Agnostos Theos). Ibid, pág. 70 También: Laercio, Diógenes. Vida y opiniones de los filósofos ilustres. Libro I, 69, 2. En donde se explica cómo la llegada de una plaga en Atenas y su intento de solución por parte de Epeménides dio origen al culto al Dios desconocido
(5)Tomemos en cuenta la fecha, 1966, lo hace con la misma tardanza con que el mundo comenzó a hacerse eco de lo que había pasado en los Campos de concentración y exterminio.


Lecturas relacionadas:

Bonhoefer, Dietrich. Escritos esenciales. Sal Terrae. Santander, 2001.
Bonhoefer, Dietrich. El precio de la sangre. Sígueme. Salamanca, 2004.
Fraijó Nieto, Manuel. Filosofía de la religión. Estudios y textos. Trotta. Madrid, 2005.
Freud, Sigmund. El malestar en la cultura. Akal. Madrid, 2017.
Nietzsche, Friedrich. Genealogía de la moral.Alianza. Madrid, 2011.
Metz, Johan Baptist. Más allá de la religión burguesa. Sígueme. Salamanca, 1982.
Metz, Johan Baptist. Esperar a pesar de todo. Sígueme. Salamanca, 1992.
Moltmann, Jürgen, El Dios crucificado. Figuera. 1975
Moltmann, Jürgen. Dios en la creación. Sígueme. Salamanca, 1987.
Liebniz, Gottfried Wilhelm. Discurso de metafísica. Alianza. Madrid, 1981.
Liebniz, Gottfried Wilhelm. Ensayos de Teodicea. Sígueme. Salamanca, 2013.


Otras lecturas:

Guenon, René. El simbolismo de la Cruz. Se explica la importancia de la cruz como símbolo en distintas tradiciones. Otros temas: significados del Árbol de la Vida y del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Relación ternaria por ejemplo de estos símbolos con Jesús y los otros dos crucificados que le acompañaban. El significado de la serpiente en el tratamiento bíblico, no solo cuando representa el mal. Relación del eje vertical de la cruz con la trascendencia y del horizontal con lo humano; también del macrocosmos y microcosmos. Sentido de urdimbre y trama en los Upanishads. No es una lectura fácil, pero es ideal si se conocen o uno desea aproximarse a otras tradiciones.

Marcel, Gabriel. Homo Viator. Prolegómenos a una metafísica de la esperanza. Sígueme. Salamanca, 2005.
Se trata de un grupo de artículo escritos en el período correspondiente a la Segunda Guerra Mundial. Incide especialmente en la Esperanza; en su caso y el de sus contemporáneos fue que se acabase la guerra, y llama la atención sobre el carácter profético de esta: «la esperanza es un saber más allá del no saber». En la esperanza, viene a decir, hay «una no aceptación, aunque positiva» de la realidad o los hechos tal como se presentan, una prefiguración del futuro. La esperanza arroja algo de «claridad» sobre ese acontecimiento, anticipa una solución. La esperanza también es una cuestión de fe de que algo pueda llegar a ser de un determinado modo. La creencia también puede determinar el camino necesario para conseguirlo. Otro tema importante de estos artículos es conocer qué nos hace personas ante nosotros mismos y ante los demás; y análisis de lo contrario, el ser convertido en «personaje». Incluye una lúcida crítica al deseo de «distracción» de una gran mayoría de la población, que busca permanente el modo de evadirse de sí mismos.

Artículos relacionados:

Revista Aleteía. «Los doce símbolos más importantes de las catacumbas cristianas». https://es.aleteia.org/2017/05/15/los-12-simbolos-mas-importantes-en-las-catacumbas-cristianas/

Capanaga, Victorino. «Las dimensiones de la Cruz en la existencia cristiana según san Agustín» http://www.revistadeespiritualidad.com/upload/pdf/703articulo.pdf
En este artículo se relacionan símbolos cristianos como mar, nave, leño, presentes en obras de san Agustín, por ejemplo, en las Confesiones. También se da un lugar especial a la carta de Pablo a los Efesios sobre el misterio de la Cruz. Agustín renueva las palabras paulinas: «Tal vez aquí significa la Cruz del Señor. Porque allí había anchura, en la que se extendían los brazos: longitud, surgiendo de la tierra, en la que está Cristo clavado; altura en la parte que sobresalía desde el brazo cruzado; lo profundo donde estaba fijada la cruz, y de allí surge toda la esperanza de nuestra vida» (…) Porque la anchura está en las buenas obras, la longitud en la perseverancia hasta el fin, la altura les viene del Sursum corde (¡Levantemos nuestros corazones!), de modo que todas nuestras obras buenas en las que perseveramos hasta el fin, teniendo anchura por el bien obrar y longura por la duración hasta el fin». Para san Agustín este «aquí» era su siglo, la población en que se encontraba, otras poblaciones, a las que comparaba con el mar (las pasiones). Metafóricamente: alentaba a caminar sobre él.

Noticias en prensa sobre Semana Santa, COVID-19, Iglesias, religión. Por fecha:

Israel: los judíos ultraortodoxos rechazan las restricciones por el coronavirus
https://www.perfil.com/noticias/internacional/israel-judios-ultraortodoxos-rechazan-restricciones-coronavirus.phtml
El Papa Francisco ofrece una bendición «urbi et urbi» en una plaza de San Pedro desierta
Lectura Internet: 27-03-2020
https://www.marca.com/tiramillas/actualidad/2020/03/27/5e7e47c022601d405b8b45cf.html
Las mega iglesias evangélicas brasileñas siguen dando misa para 10.000 personas: «El antídoto del virus es la fe» Lectura Internet: 29-03-2020
https://www.eldiario.es/internacional/iglesias-brasilenas-continuan-abiertas-coronavirus_0_1010349890.html
Covid-19 cambia protocolo de oraciones en el Islam Lectura: 24-03-2020
https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=352173&SEO=covid-19-cambia-protocolo-de-oraciones-en-el-islam
La Iglesia Evangélica reprueba el desafío a la cuarentena de algunas de sus congregaciones
Lectura Internet: 20-03-2020
https://elpais.com/sociedad/2020-03-19/la-iglesia-evangelica-reprueba-el-desafio-a-la-cuarentena-de-algunas-de-sus-congregaciones.html
De Sevilla a Castilla y León, el coronavirus deja a España sin Semana Santa
Lectura Internet: 14-03-2020
https://www.expansion.com/sociedad/2020/03/14/5e6cc212e5fdea277c8b45dc.html

NOTA FINAL: estimado lector-lectora si has llegado hasta aquí mereces esta explicación. Los tres teólogos-pastores-sacerdotes a los que doy lugar en este artículo han dedicado una gran parte de su vida a filosofar sobre las creencias en la que estaban insertos. Personalmente llegué a ellos hace años cuando cursaba el Grado de Filosofía en la UNED. Estudié —entre otras muchas asignaturas— dos de Filosofía de la Religión y dos de Creencias Orientales. Veréis, No hay teología sin filosofía; y me atrevería a decir ni filosofía sin teología. En cuanto a esta relación, en el pasado tenemos el ejemplo de Agustín de Hipona, un hombre que estudió con gran dedicación a los filósofos griegos e incluso, abrió dos Escuelas de retórica, una en Cartago y otra en Roma, antes de optar, quizá la palabra justa fuese “rendirse” al apostolado cristiano. Y digo “rendirse” porque aquél, aquélla, que asuma el deseo de trascendencia del ser, la importancia de ser íntegramente persona y no solo un individuo acorde con su época, precisa de gran humildad. He sentido, lo percibo a menudo, y en especial, lo he vivido por este artículo, una crítica feroz de personas situadas probablemente en el ateísmo. Creen ellos que pensamiento y religión no pueden ir juntos. Se equivocan. Y lo hacen, además, porque no reconocen cuán dogmático se puede ser desde cualquier posición.
La religión, las creencias sean del tipo que sean, impregnan por completo nuestras culturas. Lo mejor que podemos hacer, si no las conocemos bien, es intentarlo. Observar incluso, cómo, permítaseme la palabra, “administran”, desde diversas instituciones ese legado, esa fe, reconociendo cuando las hay sus propias autocríticas, algunas de las que cito en el artículo, sí, pero también y muy especialmente las actuales, por ejemplo, las de las teólogas reclamando a la Iglesia Católica un espacio para la mujer, y una transparencia ejemplar que impida que se repitan abusos de autoridad y sexuales como los conocidos estos últimos años. Y son solo un par de ejemplos.
Sin duda, estos temas y algunos más darán en el futuro pie a nuevos artículos.
Gracias por vuestra atención.


Foto: Vidrieras de la Catedral de León. La he tomado de Internet, si a su autora o autor, le molesta que aparezca aquí, me lo dice y la retiro. Gracias.

4 comentarios:

  1. Pilar, una magnífica lección. Muchas gracias.

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  2. Texto de una solidez y claridad ejemplares.
    En estos tiempos de modernidad en que para ganar y escalar posiciones todo vale, quedan relegados los valores más primigenios, más humanos, en fin.
    La ciencia y las nuevas tecnologías nos hacen creer que somos invencibles hasta que llega este virus para demostrarnos que toda nuestra soberbia es absurda. Vivimos en un Universo del que solo intuimos una mínima parte y donde hace falta mucha más humildad y respeto.
    No hace falta creer en ninguna de las religiones para entender al “ser” pensante y “conciente” que somos todos.
    ¡Gracias, Pilar!

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    1. Gracias, Ernesto: "Ningún mortal debe alzar su orgullo por encima de su condición" decía Esquilo en su obra Los persas. Quizá esas palabras alcanzan. Sin embargo, al margen de eso, me gustaría recordar a las personas que han sufrido el ultraje de su dignidad. Uno de los muchos que padeció el nazismo, escribió: “No me angustia ni el ser ni la nada ni dios ni la ausencia de dios, solo la sociedad; pues ella y solo ella me ha infligido el desequilibrio existencial al que intento oponer un porte erguido. Ella y solo ella me ha robado la confianza en el mundo”. El problema es que “ella”, la sociedad se sostiene sobre creencias, y aún la más relativa siempre aspira a ser absoluta.
      Gracias por dejar aquí tu opinión.

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