lunes, 26 de mayo de 2014
EL BIEN, EL MAL... Y LA POLÍTICA
Por: Pilar Alberdi
Ha tocado votar por Europa, y muchos hemos ido muy a gusto a dejar nuestra opinión en las urnas. Hemos leído en los sobres en donde insertábamos la papeleta con la lista de los candidatos la palabra DIPUTADOS/AS para que no quedase duda de que se aplicaba una «política de género», al menos en las palabras, ya que las cuotas de participación de las mujeres hay que imponerlas obligatoriamente, incluso en los partidos políticos, y son tremendas las diferencias de sueldo que una mujer puede cobrar a igual trabajo con respecto al que realiza un hombre. Esto sin contar conque las labores del hogar, ese trabajo ignorado y silenciado, que se paga si se hace para extraños, continúa sin tener remuneración cuando se hace para la familia.
Pero hemos ido a votar. Eso ha significado, en esencia, al menos en España, que los políticos anclados en el bipartidismo, tendrán que bajar de la luna, y si quieren seguir teniendo peso en las próximas elecciones tendrán que volver la mirada y, en especial, su responsabilidad hacia quienes (les votaran o no) han sufrido un recorte de derechos constante. Por eso, que siete millones de españoles voten aún al binomio PP/PSOE resulta asombroso, si tomamos en cuenta los casi doscientos desahucios diarios, el nulo papel de los sindicatos en la defensa de los afectados, la insolidaridad general de los políticos, la nula persecución del fraude fiscal de las grandes fortunas, la falta de una auditoria pública de la deuda, y los casos de corrupción (sobresueldos, fraudes en Expedientes de Regulación de Empleo...) que ellos mismos han protagonizado, esto sin contar con el cuento, muy mal contado por cierto, pero ferozmente aplicado de que salvando a los bancos se salvaba los ahorros de todos. Ese cambio del artículo 135 de la Constitución que llevaron a cabo el PP y el PSOE, ha supuesto en la práctica, una deuda pública que pasó del 30 al 100%. Además se han negado o reducido ayudas a las minusvalías y se han tocado los índices para calcular las pensiones, lo que supondrá en el futuro, que el poder adquisitivo de los jubilados será mínimo y que estos se verán abocados al umbral de la pobreza si no cuentan con familiares que les ayuden. A este vergonzoso panorama, se puede sumar, la falta de solidaridad de la monarquía a quien no se ha visto recibir a desahuciados, ni a parados, ni defenderlos, aunque si se ha visto al rey acudir a lejanos países de oriente a conseguir contratos para las grandes empresas. Por eso, no es extraño, es más, era lo esperado, pese a que algunos medios de información no quieran reconocerlo, que los votantes sumasen votos hacia la izquierda, como ha sido el caso de Podemos, y hacia los partidos independentistas en varias Comunidades. Si algo ha sido España estos últimos años, ha sido la España de los ciudadanos que colaboraban con otros ciudadanos a través de diferentes organizaciones (ONG) y plataformas como la de la PAH.
De acuerdo con estos datos, percibimos que el arco de la opinión política no ha crecido por la derecha. Pero sí es lo que ha sucedido en algunos países de Europa. No es un escándalo como ha dicho el ministro francés Valls que la candidatura de Marie Le Pen haya ganado las Elecciones europeas, el escándalo es que las fuerzas políticas en el poder lo hayan hecho tan mal como para que los ciudadanos hayan posibilitado que esto haya sucedido. El problema es que el propio Valls (socialista) ponía a los rumanos que consideraba de etnia gitana en autobuses y los expulsaba fuera de la frontera francesa. Y esto ocurría hace pocos meses, el pasado invierno. Por eso, más que escandaloso es aberrante cuanto sucede. Unos pocos días antes de la victoria del FN (Frente Nacional) en Francia, Jean Marie Le Pen afirmó en un mitin que «El Ébola (en África) puede solucionar el problema de la inmigración en tres meses», si pensamos que el grupo de extrema derecha que él fundó y que ahora lidera su hija, ha conseguido la victoria en estas votaciones europeas y que ya pide unas elecciones generales en Francia, podríamos prever las consecuencias. Pero esta no es la guerra de los ricos contra los pobres inmigrantes africanos como pretende sugerir Le Pen, sería un grave error creerlo de ese modo, los ricos siempre sacan ganancia de los asalariados de Túnez, Argelia, Marruecos..., del mismo modo que la obtenían cuando aquellos países eran sus colonias; no, esta es la guerra de los desamparados contra los desamparados, o de los asalariados contra los asalariados, de los parados nacionales contra los que tienen un trabajo y son de otras tierras, del desprecio y el odio que nace de la tensión que produce una situación económica inestable. Y también, si se quiere ver de este modo, es la lucha de unos Estados contra otros.
En el año 1985, el filósofo y sociólogo Jürgen Habermas, ya había dicho que el Estado del bienestar había llegado a su fin. Ya ven, en 1985... Pero los ciudadanos europeos hemos tardado mucho en ver la realidad. Se puede decir que la acabamos de descubrir, que ha sido una sorpresa. Que jugábamos al «¿Lobo estás ahí?», y estaba, era de verdad y tenía largos colmillos. Es verdad que se le ha puesto el título de «crisis» a la situación que vivimos, pero obedece a razones más profundas, la globalización económica, el flujo de capitales hacia una zona u otra buscando por un lado mano de obra barata, y por otro, beneficios económicos rápidos a través de la especulación financiera (fondos de inversión en propiedades o en la bolsa). Algunas de las grandes marcas españolas de confección de ropa tienen sus talleres en Asia, en donde un sueldo les sale por 70 euros al mes. A lo anterior, hay que sumar la falta de independencia y poder de los Estados nacionales frente a las grandes corporaciones que son las que realmente están imponiendo sus criterios y marcan sin piedad el rumbo del mundo. También de estos se defienden algunos partidos que miran con interés su posible salida de la Comunidad Europea, y quieren levantar fronteras comerciales, ya que en vez de sentirse los felices partícipes de una comunidad, se sienten utilizados.
Pero hemos despertado. Ya no pueden valernos cuentos liberales de la regulación del mercado libremente. Hasta los estudiantes de economía de nuestras universidades exigen, ha ocurrido estas últimas semanas, que se cambien algunas de las asignaturas de sus planes de estudio, porque lo que se les enseña responde a esos modelos liberales, superados por el contexto social y el camino a seguir en el futuro. ¿De qué libre comercio real y de qué liberalidad se habla cuando se sabe que un total aproximado de no más de veinte compañías tienen, a través de otras filiales y empresas subsidiarias, la mayoría de los productos que consumimos o utilizamos a diario (Nestlé, Unilever, otras...). Se comercializan biocombustibles de forma irracional y antisolidaria mientras el hambre en el mundo no es paliado. Debemos mirar, pues, con recelo a numerosos medios, también a periodistas y escritores, que viven, viajan, a cargo de Fundaciones, que sirven a los mismos fines antes indicados, el de ocultar las grandes tensiones reales que el sistema económico mundial presenta, mientras ayudan a desviar la atención de los temas principales que son, las desigualdades sociales y el afán por algunos del dominio del mundo.
En cuanto a los problemas que parecen surgir de la inmigración, da la impresión de que Europa no saldrá jamás de su mirada etnocéntrica, de su fenotipo de persona blanca que se considera superior, de su temor de aquél, de quien precisamente se beneficia, el inmigrante africano, el indú, el latinoamericano o amerindio, o de otro europeo, por ejemplo ahora, de los de los países del sur de Europa (Portugal, Grecia, España...) que, casi de repente, de unos años a esta parte, se han vuelto pobres, demasiado pobres. Tan pobres que Alemania amenaza con echar de allí a los españoles que no consigan trabajo tras seis meses de residencia y eso que todos somos europeos y estamos en la Comunidad. Mientras tanto, en un juego de poder extraño y poco equitativo, nosotros seguiremos comprando electrodomésticos Bosh (por poner un ejemplo de marca alemana que vemos publicitada a diario en la televisión), y aquí cierra Fagor, una cooperativa con muchos años de trayectoria en su haber y a la que le ha sido imposible, como a a otras muchas empresas poder superar la crisis, pero más que la crisis la falta de crédito, razón fundamental de aquella. Del mismo modo, cayeron más de quinientas mil pequeñas empresas.
No voy a decir que no aprendemos las lecciones, voy a decir que las lecciones están ahí para aprenderlas, de nosotros depende.
A esta España no le ha molestado la inmigración hasta que se ha visto en medio de una crisis cuyas proporciones de corrupción desconocía. Los primeros en marcharse por falta de trabajo y por carecer de lo que se ha dado en llamar «el colchón de la familia», han sido los latinoamericanos y los europeos del Este. Y ahora, por el aumento de los impuestos, también se han marchado el último año, son cifras que han presentado algunos periódicos esta semana, 500.000 ingleses, alemanes y franceses jubilados que pasaban aquí el año y que ahora no les sale rentable; mientras han llegado poco más de 80 personas, acogiéndose a una oferta de residencia a cambio de una inversión de un millón de euros, que podían realizar a través de la compra de vivienda, inversiones financieras o creando una empresa. Empresas, sólo van a poner dos de ellas. Todo esto ha supuesto una verdadera revelación para nosotros y el resquebrajamiento de la confianza en los partidos políticos que más tiempo han permanecido gobernando. No le ha molestado a esta España la inmigración latinoamericana, aunque tuviera rostro amerindio, no le molestaba esa que llegaba como turista en aviones de Iberia o de otras compañías, ni la de los trabajadores de la Europa del Este, ni la de estos nuevos ricos, la mayoría rusos, pero siempre le molesta la que viene de África, cuando es normal que los africanos crean en el sueño europeo, acaso, seguramente, más que nosotros. Es lo que se les ha enseñado.
Por eso siguen los políticos utilizando eufemismos como «inmigrantes ilegales», «inmigrantes sin papeles», pueden también levantar más vallas, incluso más altas en Melilla, con cuchillas (concertinas) que cortan y lastiman y alertan de lo más grave que aún puede esperarles a quienes se atrevan a pasar; pueden sí, echarlos lo que se llama «en caliente», lo estamos viendo, sin ni siquiera darles un respiro, sin que sea legal siquiera, y pueden pedir ayuda al resto de Europa para controlar la llegada de personas africanas, y hasta pueden negarles como ha hecho el PP el derecho a una sanidad universal, sí, por hacer y con poder se puede hacer, desgraciadamente, cualquier cosa, pero cuidado, a lo que tenemos delante, a este fascismo europeo, esta xenofobia, este rechazo de lo extranjero, hay que llamarlo por su nombre, «racismo», un racismo alimentado desde causas económicas y políticas, un racismo que vuelve con su carga de desprecio e inhumanidad, alentado por partidos políticos fascistas y neonazis en auge, al que habrá que hacerles frente de manera responsable y urgente, porque cuando se intenta destruir al otro, y esta debería ser ya una lección bien aprendida por Europa, Europa puede acabar destruyéndose a sí misma.
Derechos foto: Fotolia.
domingo, 11 de mayo de 2014
GEORG SIMMEL: FILOSOFÍA DE LA MODA
Reseña: Pilar Alberdi
Si alguien cree que el tema de la moda es baladí, se equivocaría y mucho. Como ejemplo de lo que somos nos representa cabalmente, y el ensayo de Georg Simmel(1858-1918) sobre el tema lo corrobora. No es extenso, ni complicado, que es como debería ser todo lo que se escribe con el fin de que llegue al mayor número de personas posible, y cuenta además como presentación con un largo artículo de Jorge Lozano, titulado Simmel: la moda, el atractivo formal del límite. Este fue publicado inicialmente en el año 2000 en la Revista de Investigaciones filosóficas, núm. 89 de Madrid, y el de Simmel lo fue en Berlín en 1905 y luego, en España, en la Revista de Occidente, núm. 1-2, del año 1923, que dirigía José Ortega y Gasset.
Pese al tiempo transcurrido poco a cambiado la cuestión sobre este tema que puede aplicarse con variaciones a otro tipo de fenómenos del comportamiento humano, lo que bien sirve para ponernos en alerta sobre las motivaciones que nos llevan a hacer lo que hacemos. O así debería ser.
Puedo decir que he pasado un par de horas deliciosas con esta lectura que, por fuerza, provoca el planteamiento de numerosos temas que intentaré comentar aquí muy brevemente. También diré que a mí me gusta mucho discutir en sentido literal y figurado con los autores y este texto me lo ha permitido. He dejado las páginas llenas de subrayados y anotaciones. El introductor nos acerca a los conceptos que maneja Simmel y que otros autores también habían destacado desde el campo de la psicología y la sociología, y que tienen que ver con aquello que es la «imitación» como aprendizaje, pero también como pertenencia al grupo del que se depende. Podemos decir que la persona, en general, es una gran imitadora:el niño copia, calca, imita lo que ve en su hogar, en la calle, en la escuela, y la diferencia, es decir, el modo en que se establecen estas imitaciones y cómo nos afectan, es parte del influjo social de cada entorno y época.
El vestido, además, como contrapartida del ir desnudos o mal vestidos según qué criterios, tiene referencias incluso en el Génesis, por lo cual y no sería el único ejemplo, afecta a nuestra visión cultural del tema. Si pensamos en velos, burkas y demás, también estaremos pensando en la misma línea. Lo que es la vestimenta, llega a imponerse como «normalidad» por costumbre, ley, por temor o vergüenza y por la moda. De ahí que la moda «vuelva», a veces, trayendo ecos de pasados tiempos. Y se da el caso de que lo que todos visten porque se ha puesto de moda, acaso no vestiríamos si lo llevásemos únicamente nosotros. Y me vienen a la memoria varios ejemplos de las últimas tendencias.
El vestido como «representación simbólica», entiéndase lo honesto o deshonesto, lo anticuado o moderno, lo práctico frente a lo incómodo, según desde que creencias o criterios, resume el mundo social en que nos movemos. Pero el tema es mucho más complejo y afecta a la forma en que tomamos nuestras decisiones.
Como Simmel escribe este ensayo a principios del siglo XX explica cómo la moda surge en y para las clases más altas y cuando las que están por debajo acceden a ella, la moda cambia, de lo contrario no sería exclusiva. Son prendas que representan bienestar y lujo o simplemente poder adquisitivo. Pero también el cumplimiento de un deseo, lo que se admira, se estima, se impone, se envidia.
Pensemos por ejemplo en el valor de las «marcas», en lo que representa para algunas personas llevar sobre su cuerpo un tipo de reloj, de vestido, de bolso, de traje o, simplemente, de tatuaje.
Desgraciadamente, hoy y como están las cosas, quien no tiene un trabajo, puede percibir el acceso a esos objetos como algo difícil, algo impensable en el Primer Mundo hasta hace poco. La moda diferencia, marca clase social e incluso hoy en día, hasta cierto punto iguala, permite que los más ricos a través de ropa normal se mezclen con los que tienen menos. Se les distinga menos por la ropa.
Hay un tema muy interesante que se plantea en esta obra, si la moda es arbitraria ¿por qué la seguimos? ¿Por qué nos parece necesario hacerlo? ¿Por qué otros se muestran reacios a concederle importancia? ¿En qué medida las decisiones que tomamos sobre estos temas son el modo que decidimos en general?
Realmente el fondo de este ensayo es político porque abunda en la explicación necesaria para que comprendamos que de manera natural todos somos imitadores, también lo son los animales, pero que algunos lo son más, es decir, se dejan influir más, y los peligros que esto conlleva son evidentes. Ahora bien, si nos preguntan de qué va esta obra, podemos decir que va sobre la moda y en modo alguno mentiríamos, porque lo que se mueve en la moda también es política.
Como dije, pasé un par de horas deliciosas con la lectura, porque es tanta la desinformación que recibimos a diario para alejarnos de nuestras propias vidas y de la sociedad y son tantos los medios de comunicación que nos modelan, que se hacen necesarias muchas lecturas de este tipo para sobrevivir al diario vivir.
Leía yo hace un par de semanas en un periódico, las palabras de una señora del «famoseo», que manifestaba que ella era apolítica y poco le faltó para decir que antifeminista, que sin duda, lo es. Pero es que no hay nada apolítico, y como a mí me gusta decir, el semáfaro de la calle cuando se pone en verde, amarillo o rojo, está siguiendo órdenes que tienen que ver con la política, con el gobierno de la ciudad y si me apuran del mundo.
Estoy segura de que a esa señora que puede ir a la moda y puede permitirse cuantos lujos (marcas)quiera, ni se le ocurrirá pensar en sus privilegios, que podrá comprender, alguien que no pueda acceder a ellos, pero está claro que llegado el caso, quizá si alguien lo desea pueda imitarla, no en vano, a veces, en los mercadillos y a través de copias (marcas pirateadas) que consiguen traspasar fronteras y evadir impuestos, se pueden cumplir pequeños sueños.
Deberíamos ser, por tanto, más conscientes «de que se producen artículos con la intención de que sean modas» y de que «la creación de modas se ha convertido en una profesión pagada». Y esto porque Simmel, perdonen que hoy me tome el tema con humor, no tenía que soportar la cantidad de publicidad de perfumes que nos pasan por la televisión cuando se acerca el día de la madre o el del padre.
Resumiendo: los temas que recorre el ensayo son muchos y van desde la moda y las clases sociales hasta la moda y la envidia, y acierta plenamente al decir, desde la perspectiva de aquellos años, que a mayor producción esa moda sería más rápida y barata. Estamos hablando de la moda de la ropa, pero fíjense que modas hay muchas y de muchas clases.
Yo recuerdo a las señoras de antes mirando los «figurines», aunque la palabra también tiene otras asepciones, así se les llamaba entonces a las revistas de modas, en las que venían las siluetas y luego las fotos de lo que se llevaría en la próxima temporada. Las modas de aquella época venían, en general de París, y París era todo lo soñado y hasta se podía preparar una con tiempo para el verano o el invierno que iba a venir, y así elegir modista, el tipo de telas, los colores, y los modelos que se iba a encargar. Después llegó el Prêt-à-porter y todo cambió, era la ropa «lista para llevar».Hoy, no voy a decir que lo soñado venga de China, pero si lo más barato. Y de aquello de anticiparse, nada de nada.
En suma, un ensayo para la reflexión. Pienso que al escribirlo Simmel no escapó a la posición que se otorgaba a la mujer en su época con respecto a la moda, pero estoy segura de que hoy se sorprendería de ver cómo han caído también en ella los hombres, pero ese es otro tema y no es ahora el caso.Lo esencial es que el ensayo nos hace pensar y con eso, al menos para mí, es suficiente. Me gustaría resaltar unas palabras finales que dice el autor: «Frente al poder insuperable del cosmos, frente a su gesto de independencia e indiferencia, el alma siente una inevitable hostilidad. De esta han nacido los esfuerzos más sublimes y meritorios de la humanidad, pero también los ensayos para conseguir una dominación meramente externa y ficticia sobre las cosas».
Palabras de la contraportada:
«Cuanto más nerviosa es una época, tanto más velozmente cambian sus modas, ya que uno de sus sostenes esenciales es la sed de excitantes siempre nuevos» George Simmel.
Este y otros ensayos en Casimiro Libros.
martes, 6 de mayo de 2014
LOS FAROS DE LA VIDA
Por: Pilar Alberdi
Un recuerdo para M.J.
Ayer, de madrugada, cercanos los minutos en que debía sonar el despertador sentí como si alguien viniese a darme un abrazo. Como me debato entre un existencialismo responsable y una espiritualidad que tantas veces me parece manifiesta, cerré el suceso pensando que alguien que estaba a punto de marcharse de esta vida había pensado en mí.
También me sucedió estos días que a través de las redes sociales volvió al presente una persona del pasado. Llegó como en secreto, pero luego dijo: «Soy yo». Y, entonces, me recordó su nombre de pila. Venía de ese lugar, «el pasado», algo que me parece tan remoto a veces, en el que claramente percibo sucesos en luz y sombra, hechos que acontecieron; unos tan vivos como si hubiesen ocurrido hace un momento, otros casi desaparecidos como si un espeso tul cubriese la falta de interés por volver a ellos.
La persona en cuestión llegó a través de Internet, había volado en lo que se tarda en dar un «clic» con el cursor del ordenador, los más de doce mil kilómetros que nos separan, y me hizo regresar a los dieciséis años, un tiempo de lecturas de fin de semana,especialmente de sábados por la tarde, atrapada entre cuentos y novelas, como un descanso entre semanas que se acumulaban una tras otra con su cantinela repetitiva, su monotonía del trabajo y el estudio, y algún sueño pequeño, como pequeños son los sueños que tienen los adolescentes, como los objetos a los que prestan su atención, que también son pequeños: esa carpeta, ese reloj de muñeca, esa pulsera, ese pantalón nuevo, una serie de televisión, una canción que se ha puesto de moda, el nombre de la chica o el chico que les gusta.
Estoy agradecida. Alguien recuerda a la que fui, a la que acaso aún sea en parte. Sé que compartimos charlas, nombres de escritoras o escritores, lecturas plenas o frustrantes, horas de instituto, nombres de profesores, mientras nuestros pasos se encaminaban en soledad pisando hojas de otoño, camino de la parada del autobús o de nuestras casas, después de una mañana escolar monótona y aburrida... No lo sé. Supongo que hablábamos de nuestros problemas y también de nuestras ilusiones. Pero fue, sí, como si alguien con una potente luz y desde un lugar remoto, el pasado, lo iluminase. De repente, allí había un faro.
Sé que soy de esas personas que se pregunta constantemente qué hace con su vida. Es verdad que miro hacia el futuro. Que me cuestiono qué hay allí, qué sucesos, qué experiencias por vivir. También me pregunto si sabré envejecer con dignidad o si escribiré todavía algún libro del que me sienta satisfecha, en el que pueda dejar constancia una vez más de lo terrible y lo bella que es la vida.
Estos días también me ocurrió que a través de una cuenta de Twitter, que se dedica a recordar sucesos importantes, se citaba a una persona que había conocido hace ya muchos años, también estaba su foto, y que en plena juventud realizó una de esas proezas que se recuerdan en las efemérides.
Como quien salta a la rayuela, como quien empuja la piedra, de casilla en casilla, así volaban mis pensamientos; entonces rememoré una casa en la que nunca faltaba trabajo por hacer, y un pequeño patio al que solía salir mi madre a cuidar de sus plantas. Y hasta me pareció ver a través de aquel cuadrado abierto al cielo cómo pasaban varias nubes, de esas bajas y gordas, grises, bastante oscuras, de las que solían descargar unos aguaceros enormes en los que tenías que quitarte los zapatos para poder cruzar la calle, y entonces llegaron nombres, sí, de personas, de plazas, de lagunas, de playas y todo quiso tomar acomodo otra vez. Como si se tratara de un puzzle vi el puerto, los lobos marinos, los largos murallones extendiendo sus manos de cemento hacia el océano, olía a salitre y a yodo, y recordé las ramas de mimosas en flor adornando las bicicletas de los estudiantes, y todas las cosas venían acompañadas de la palabra futuro, futuro, futuro... Y aquí estoy, en el futuro, frente a otro mar, en otra orilla, recordando el pasado.
Derechos foto: Fotolia.
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