lunes, 23 de septiembre de 2013

DARÍO DE REGOYOS : ESPAÑA NEGRA


Reseña: Pilar Alberdi


«En 1888, Darío de Regoyos (Ribadesella, 1857 -Barcelona, 1913) acompañó a su amigo, el poeta y escritor belga Émile Verhaeren (Sainta Amand, 1855 – Ruan, 1916), en un viaje desde San Sebastián que les llevaría hasta El Escorial». Son palabras de la contraportada.
Los textos que dan luz a este viaje fueron publicados por Verhaeren en la revista L'Arte moderne, Bruselas, 1888, de la que era editor bajo el título, Impressions d'Espagne; aquellas impresiones y las que sumó Regoyos, fueron publicadas por este en la revista Luz de Barcelona.
En la presentación, pide Regoyos que no le tomen por literato, ya que su deseo es hacer conocer la opinión de su amigo el poeta belga sobre España, que «lejos de verla de una manera alegre como la mayor parte de los extranjeros que nos ve al través del cielo azul y de la alegría aparente de las corridas de toros, sintió una España moralmente negra». Lo curioso de esta presentación es que hacia el final de esta obra hay un texto de lo que Verhaeren publicó en Bruselas, que dice: «Hay varias España. Algunos pintores han traducido en su arte a la España empenachada y fogosa; otros han amado la España pintoresca y harapienta; y otros, incluso, han exaltado la España de la tortura y la devoción. Darío de Regoyos se ha esforzado en pintarnos la España provinciana, silenciosa y sombría. A él le gustaba llamarla la España Negra». ¿Se trata en esencia de un juego de espejo entre dos artistas, en el que los dos se complementan y, a la vez, se retratan?
Este paseo por la España de aquella época deslumbra por su oscuridad, ya desde el mismo propósito de la salida de viaje: «Buscábamos una diligencia a todo trance con mulas viciadas, dispuestas a rodar por los precipicios, a romper los arreos y matar al mayoral. Los paisajes hacían desearlos; con furia de artistas íbamos preparados a lo que nos reservase la casualidad: guisotes rojizos, calmares negros, quesos petrificados; la posada grasienta y perforada por los insectos. Buscábamos algo nuevo y distinto de lo que ambicionan los ingleses que en sus viajes no buscan más que el confort».
¿Y qué se encuentran en su camino? La España Negra: «calles en las que los tejados se dan como cornadas de borrego, con sus canalones enfrente unos de otros; balcones que avanzan hacia la mitad de la calle, con ropa secando como un festejo de colgaduras y banderas», «puertos gloriosos de suciedad y de abandono» en cuyas «las calles se peinan las mujeres». Lugares en los que no se piensa en modernizar, ni en demoler ni en restaurar «torrecillas truncadas, losas gastadas, goznes torcidos, la vejez en todo reinando siempre», los caminos estrechos, los cruces de carros en los apartaderos, las costumbres funerarias, y ese «hormigueo negro» que recorre las calles y que tan bien se aprecia en tantos cuadros de la época y también en los de Darío Regoyo.
En esos textos y pinturas también aparecen, las romerías después de las procesiones y la misa en la ermita, «y aquel cortejo de alcaldes y curas presenciando los bailes como un duelo, estos últimos en una postura que siempre es la misma, como pájaros en reposo, que recuerda la de las águilas enjauladas». ¡Qué acierto tan grande hay en esta descripción para quien recuerda imágenes o fotos del pasado! Es la España de los ciegos, la de las corridas de toros, la de las viudas, la de los gitanos, la de los bailes (jotas y fandangos tristes, de parejas separadas), la de las Funerarias y la de los carpinteros que exponen los féretros, la de las canciones tristes de los andaluces, y también sus bailes de tantas doloridas contorsiones y furiosos gestos,fíjense qué tiempos, que hoy no nos lo parecerían, aunque estemos en plena crisis, cuando es el caso que el autor dice: «Es necesario llevar gafas de vidrio color rosa en los ojos para ver España con tonos alegres» en aquel ambiente opresivo que duró tantos. Porque para estos hombres, el pintor y el poeta, que tenían ojos para ver la realidad más cruda del momento, hasta el Museo del Prado estaba lleno de escenas turbias, de claroscuros, de Cristos crucificados, y hasta su último día en El Escorial, sucede que «Por encima de nubes de cobre que pasan, otras más grandes de plomo quedan quietas arriba, a pesar del viento que gruñe implacable como hachas agitadas queriendo cortar cabezas».
Es una de esas obras que conviene tener y guardar, porque es parte de nuestro pasado, de aquel 98, y acaso con otros colores, pero también amargos... de nuestro presente, de este futuro oscuro que tenemos delante.
A continuación les invito a visitar el catálogo de Casimiro Libros, donde siempre encontrarán pequeñas joyas, y les dejo también un vídeo que he buscado en Youtube en el que aparecen algunas de las pinturas de Darío Regoyos. Fíjense qué contrastes de colores, qué primitiva fuerza tienen sus óleos naturalistas, y cómo el impresionismo e incluso el puntillismo se cuela por ellos.


sábado, 21 de septiembre de 2013

MÁLAGA EN SEPTIEMBRE



En septiembre, al amanecer,la playa es una algarabía de grillos.Es la hora en que salgo a caminar y puedo asegurarles que el sonido es similar al que puede escucharse en este vídeo. Se detecta su canto en las zonas ajardinadas, en los restos de las hojas de las palmeras que quedan unidas a sus troncos, entre las ranuras de los suelos de madera de los chiringuitos. Y como telón de fondo el sonido del mar y en días como estos, una hermosa luna llena.

martes, 17 de septiembre de 2013

LA CONDICIÓN HUMANA


La condición humana de Hannah Arendt

Por: Pilar Alberdi

En la edición que manejo, Paidós, 2009, quinta reimpresión, traducción de Ramón Gil Novales e introducción de Manuel Cruz, la escritora da comienzo al libro, que escribió en 1963, con un prólogo en donde manifiesta los avances técnicos, el deseo aparente de la humanidad de ir al espacio (en 1957 se lanzó el primer satélite orbital), la de sobrepasar los límites conocidos de la vida en la tierra gracias a los avances científicos (médicos, genéticos...), y el posible desprecio de esta Tierra, que fue cobijo y aún lo es, de tantos seres humanos, como ella dice «individuos, entidades únicas, no intercambiables e irrepetibles, (que) aparecen y parten». Se sorprendería si viviera, ella que sufrió de cerca y que narró los horrores del nazismo, del desprecio que muestran los gobernantes del mundo en temas como el ecológico. Tenemos un ejemplo dramático en España en donde se va a castigar a las energías renovables y a los consumidores independientes que la producen, cuando está bien demostrado que este tipo de energías son fundamentales para escapar del consumo de combustibles fósiles. Dicho lo presente, rectifico en el hecho de haber admitido que se soprendería; no, no lo haría, de ningún modo, justo ella que analizó con interés en esta misma obra la «glorificación del trabajo» de nuestra sociedad moderna, que llevó a un primer lugar, aquello que los antiguos despreciaban. Y a las personas que hacen estas tareas, las nombra de dos modos: los homo faber, a quien define como aquel que piensa y crea, y que además busca «hacer el mundo más útil y hermoso» y el homo laborans, aquel que considera que «la vida es el más elevado de todos los bienes» y favorece el hacerla «más fácil y larga». Dentro del primer grupo, incluye a las artes. Y aunque todo esto, a simple vista, está muy bien y sirve para clasificar, de algún modo, las actividades actuales de las personas dentro de esta Época Moderna, señala el «comportamiento máquina» de las personas en esta sociedad, en la que prevalece el intercambio (compra-venta-producción) de objetos, y en donde los individuos no se muestran como son, sino como se espera que sean dentro de ese contexto comercial, dejando al margen sus propias opiniones y sentimientos que sí pueden ser expuestos en el ámbito privado. De este modo «La redención de la vida, que es sostenida por la labor, es mundanidad, sostenida por la fabricación».
Señala: «los hombres, no importa lo que hagan, son siempre seres condicionados», ya desde su nacimiento lo son, y además «los hombres crean de continuo sus propias y autoproducidas condiciones que, no obstante su origen humano y variabilidad, poseen el mismo poder condicionante que las cosas naturales».
«Mediante la acción y el discurso los hombres muestran quienes son» pero hay pocas oportunidades y ante el conformismo social, nos dice, las hazañas cada vez serán menores, aunque divide claramente lo que es la fuerza del poder y señala los imperios del terror y del totalitarismo. Y deja palabras perturbadoras como que la «bondad» no es de este mundo. «Este no ser del mundo inherente a las buenas acciones, hace del amante de la bondad una figura esencialmente religiosa y de la bondad, al igual que la sabiduría en la antigüedad, una cualidad en esencia no humana, super humana».
Por último, en «ese océano de inseguridad que es el futuro», y que ella tiene presente cuando escribe esta obra, «Cualquier cosa que sea lo que nos aporte el futuro, el proceso de alienación del mundo iniciado por la expropiación y que se caracteriza por un progreso siempre creciente de la riqueza, asumirá proporciones aún más radicales si se le permite seguir su propia e inherente ley. Porque los hombres no pueden convertirse en ciudadanos del mundo como lo son de su propio país».

martes, 10 de septiembre de 2013

PUERTAS AL CAMPO


Escribió Octavio Paz:

«A medida que pasa el tiempo me parece más cierto que la creación artística requiere temple moral. (...) Y hay un momento en que el poema interroga al poeta, el cuadro contempla al pintor. Ese momento es una prueba: aunque podemos traiccionar a nuestras creaciones, ellas nunca nos traiccionarán y siempre nos dirán lo que somos y lo que fuimos».

De su libro: Puertas al campo.
Octavio Paz (1914-1998)

De la foto: ©Fotolia

MÁLAGA EN SEPTIEMBRE

jueves, 5 de septiembre de 2013

«HOMBRES DE MAÍZ» DE MIGUEL ÁNGEL ASTURIAS


Por: Pilar Alberdi

El otro día vi una lista con una encuesta sobre cuáles eran los libros que los lectores habían abandonado sin dar término a la lectura, no sé cómo se diseñó la muestra, si por edad de los lectores, si por género literario, si por la época en la que vivieron los escritores, por lo tanto pienso que, salvo que la hubiese hecho alguien que entendiese de estadística, es parcial. Probablemente se dejó una pregunta en alguna página web, foro o revista y algunos lectores contestaron. Pero tampoco se decía qué tipos de lectores eran éstos.
El tema me hizo recordar los libros que yo «me obligué a leer», por supuesto hablo de esto en mi obra Escribir, y lo acertado que fue tomar esa decisión. Hubo un tiempo de mi juventud en que un papel con esa lista estaba en el cajón de mi escritorio y a medida que iba leyendo las obras me daba cuenta de su importancia, tanto para la época en la que vivió el escritor, como para lo que nos permiten conocer de ella y, de primera mano, en la actualidad. Eso, al margen de otros temas específicamente literarios que interesan más a un escritor que a otro tipo de lector.
Tengo junto a mi escritorio algunos apuntes que tomé de la relectura que estoy haciendo en este momento de la obra Hombres de maíz de Miguel Ángel Asturias (1899-1974), premio Nobel de Literatura 1967, y lo primero que llama la atención es la defensa «ecológica» de la selva y de la tierra de los pueblos originarios de América, cuando esa palabra todavía no era de uso común. Y, además, lo hace con toda la capacidad poética que alumbra la prosa del escritor. El libro es un alegato contra los hombres, generalmente blancos que llegaban de las ciudades, y quemaban la selva para convertirse en propietarios desde el momento en que plantaban maíz, algo similar ocurre hoy en día en Brasil y de este modo, poco a poco, se va destruyendo la Amazonía. Esto me obligó a recordar algunos párrafos de Chéjov y su defensa de los bosques de Rusia.
Esta novela no es la típica, no puede estar de moda, es imposible, porque se diferencia de los actuales estereotipos pero sin duda es uno de los antecedentes de lo que luego se dio en llamar «realismo mágico». Y que hicieron posible en el pasado autores como Rómulo Gallegos y posteriores como Rulfo. Y sino, miren esta afirmación «un sombrero aludo del tamaño de la plaza de Psiguilito», que me trae a la memoria otras obras que hace poco tiempo releía como Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez en donde aparecen este tipo de gigantismos que acaso, seguramente, están relacionados con la forma que el indígena tiene de contar las historias, apelando a la imaginación del oyente.
A continuación voy a dejarles unas pinceladas, pequeños trozos de oraciones escritas por Miguel Ángel Asturias en Hombres de maíz que nos darán una lúcida imagen del autor y su forma de contar. «La tierra cae soñando de las estrellas, pero despierta en las que fueron montañas, hoy cerros pelados de Ilón, donde el guarda canta con lloro de barranco, vuela de cabeza el gavilán, anda el zampopo, gime la espuma y duerme con su petate, su sombra y su mujer el que debía trozar los párpados a los que hachan los árboles, quemar las pestañas a los que chamuscan el monte y enfriar el cuerpo a los que atajan el agua de los ríos que corriendo duerme y no se ve nada pero atajada en las pozas abre los ojos y lo ve todo con la mirada...», «De entrada se llevaron los maiceros por delante con sus quemas y sus hachas en selvas abuelas de la sombra, doscientas mil jóvenes ceibas de mil años», «Y oyó, con los hoyos de sus orejas, oyó», «De las orejas le salía el pensamiento al oír el ganado que le pasaba encima. Una partida de nubes sobre pezuñas», «Y si fuera para comer. Por negocio», «Indios con ojos de agua llovida», «En los aguasoles de la mañana», «La tormenta aporreaba sus tambores», «Abajo se veía la plaza panzona de agua llovida», «y cuando corría lo hacía con una carrerita de lagartija», «fijo sus hondos ojos zarcos», «El coronel le echó la mirada encima», «Sus ladridos astillaban el silencio cabeceador de los caballos mechudos», «Al sol le salió el pelo», «No estaba muerto y los gusanos de sus lágrimas ya eran mariposas», «un viejo destrabado del trabajo desde siempre», «se alejaba sonajeando las espuelas», «Godoy (…) el Jefe de la Expedicionaria en campaña», «El fuego lo seguía como chucho lanudo haciéndole fiestas con al cola del humo», «El fuego es como el agua cuando se derrama». Díganme si no es una maravilla, díganme si estas pinceladas tomadas de las primeras cuarenta páginas del libro no vemos en pie lo mejor de la tradicción literaria latinoamericana. Claro que sí, ahí está, lo que luego trasladará a España Rubén Dario, lo que traerán también Gabriela Mistral y Pablo Neruda, y todas las demás voces que irán surgiendo.
Por último les dejo un enlace a la conferencia que Miguel Ángel Asturias dio con motivo de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1967. El título: La novela latinoamericana. Testimonio de una época.

lunes, 2 de septiembre de 2013

TIERRAS DE ESMERALDA -LA ESFERA MÁGICA-


Queridos amigos, ya está disponible en ebook Tierras de Esmeralda -La esfera mágica-. Fantasía épica. Literatura infantil y juvenil para lectores a partir de diez años.


Les dejo el comienzo de la obra:


A modo de presentación


«Tierras de Esmeralda o del linaje de los Smáragdos.
Se las conoce también como las tierras de los tres reinos (Mytos, Circe y Artemisa), los tres linajes (Smáragdos, Akhéetes y Rubinos), y las tres bibliotecas.
Nacieron por el terror a Ténebrus.
Y la leyenda fue datada por Fidelius.
Esta es, pues, la historia de los primeros pobladores y de la niña que dio origen a la leyenda y que luego se convirtió en princesa, y más tarde en reina...
Aunque también podríamos decir que esta es la historia de Esmeralda y sus hermanas: Ágatha y Rubí, y su hermano Ónix; hijos de Maeve y Oikos, todos ellos del linaje de los Smáragdos, quienes junto a los demás linajes de Akhéetes y Rubinos, habitaban los tres castillos y los tres reinos.
Y aun diciendo esto, no sería suficiente ni justo, si no indicásemos también que es la historia de Egregius Vetulos Magus y de los integrantes del Consejo de Rhéetores —Kauma, Laia, Lorina, Scrupulus, Mentor y Sthénos; así como de Similor, el antiguo caballero; de los aristocráticos y lejanos Guerreros de las Estrellas o de los Carros; del corrupto Sombra, el mercader; de los arquitectos, constructores de castillos; del joven Akótlythos; del abad Domesticus, de los domines y los copistas del scriptorium; de Gibbus, el carcelero; de Rucidus y los adolescentes voladores de Tilsmans; de Orologio y los niños huérfanos del coro; de la vieja Qheimera; de Eléphas Tigris, el arquero; Malleus, el gigante; las Noctilucas; los hijos de Ales Equus (Pegaso); y tantos más, todos en lucha contra el terrible y sanguinario Ténebrus Lupus, y sus secuaces: Miasma y Arácknee.
Y como se ha dicho, quien esto escribió —Fidelius—, aquí manifiesta y data. Dejando nota de que esta historia es continuación de otras y anticipo de las siguientes».

Enlace al ebook en Amazon