Pilar Alberdi
¿Ateos o creyentes? presenta conversaciones sobre filosofía, política, ética y ciencia, y ha sido publicado por la editorial Paidós de Madrid, en la colección Contextos.
Por la nota introductoria a cargo del editor conocemos que el libro es el resultado de la reunión de tres filósofos y la charla que mantuvieron el 8 de diciembre de 2006 en Turín, lugar de residencia de Gianni Vattimo, ciudad a la que Paolo Flores d’ Arcais y Michel Onfray habían llegado la tarde anterior desde Roma y Caen, respectivamente. (Gianni Vattimo falleció en 2023).
Según el editor, los filósofos «se habían tomado la molestia de redactar una lista razonada de los temas a tratar» a partir de los cuales y, sin más preámbulos, dio comienzo la conversación. Sin embargo, luego veremos que no fue así, gracias a una declaración de uno de los autores, en los aportes finales del libro que dieron en llamar «posdata ciega». Aunque este dato hubiera faltado, cualquier lector avezado comprueba con la lectura que hay exposiciones impropias de una conversación normal, al margen de que los temas a tratar estuvieran previamente concertados. Pero de esto hablaremos al final.
De los tres filósofos, dos se manifiestan ateos (Michel Onfray y Paolo Flores D’ Arcais) y uno creyente, Gianni Vattimo.
Si consideramos la obra como un diálogo, tendremos dificultad para relacionarla con los diálogos filosóficos clásicos como pudieran ser los de Platón, San Agustín o Cicerón. No porque aquellos sean más literarios o porque los interlocutores en esta ocasión no sean heterónimos como fueron los casos de aquellos autores, ya porque esos personajes les sirvieran de portavoces de sus ideas o de otras contrarias para llevar a término alguna verdad posible, sino porque en aquellos no hay un punto agonístico como el que se presenta en este, una confrontación, en este caso presencial, por momentos demasiado agria.
La obra comienza con palabras de Paolo Flores d’Arcais, quien considera que la filosofía, sí desea continuar siendo lo que fue, es decir, un conocimiento que busca la verdad, por tanto, que intenta alejarse del pensamiento mágico, debe contar con filósofos ateos. Dice: «el ateísmo debería ser desde hace mucho tiempo, el horizonte normal e inclusivo de la filosofía». Esto debería haber ocurrido a partir de Hume, Kant y Darwin, pero no ha sucedido, y el desencantamiento del mundo no se ha producido. Su actitud crítica se verifica en la afirmación de que conocemos «la no existencia de Dios y de la inmortalidad del alma». Para D’Arcais el ser humano es «un simio modificado» para el que ni siquiera son necesarias ya las típicas preguntas de quiénes somos o a dónde vamos, porque según sus propias palabras: «Sabemos quiénes somos, unos simios apenas modificados. Conocemos el inicio, el Big Bang. Y sabemos a dónde vamos: a ninguna parte».
Respecto a las religiones D’Arcais tiene claro que, según idea general de todas las religiones, para la mayoría de los creyentes son falsas todas, menos la propia. Y, si algunos principios siguen, las religiones, es el de haber servido de explicación para cuestiones «históricas, antropológicas, sociológicas, psicológicas», como quien no viendo nada al final del túnel, pone allí una luz.
Por otra parte, frente a las ideas creacionistas y el sentido escatológico, apocalípticos de la vida, que sustentan la mayoría de las religiones, Flores d’Arcais pone el énfasis en la contingencia, en cómo esto que somos podía no haber sido.
Para el d’Arcais cuando se acaba el cuerpo se acaba la supuesta alma. Y opina que, si se quiere sostener que el alma existe, el requisito mínimo es demostrarlo, ya que es lo menos que exigiría el conocimiento científico actual.
Frente a estas afirmaciones, las razones que contrapone Gianni Vattimo para definirse como «creyente» son: en primer lugar, que su creencia no le ha sido impuesta. Lo cierto es que en este caso y no menos en el caso anterior, cabe la pregunta de hasta dónde nos condiciona la cultura para recibir y luego optar o afirmarse en un tipo de creencia u otra. Es evidente que sin la Revolución Científica y un mejor conocimiento del Universo Flores d’Arcais, probablemente, no pensaría como lo hace. Aunque, ¿hasta dónde es verdadero todo lo que sabemos? Los paradigmas cambian, incluso los de la ciencia. Gianni Vattimo, en cambio, sí reconoce la influencia cultural, dirá: «La Biblia es la base de una tradición a la que pertenezco» y asume que, si hubiera nacido en otra cultura, tendría otra religión. Aprovecha para recordar a Paolo Flores d’Arcais que Leibniz, Descartes y Kant creían en Dios. Aunque cualquier ateo podría responder a esto que su creencia se corresponde con la época que les tocó vivir. Más tarde llegarían los «filósofos de la sospecha» (Marx, Nietszche, Freud). Aquí también podemos hacer hincapié en una consideración: no todas las personas son iguales, si no, no existirían los místicos, ni personas que han tenido-vivido experiencias que les han llevado a la creencia en algo que está más allá de nuestro conocimiento. Lo decía el propio Pascal en sus pensamientos, cuando la fe decae, ahí están los milagros para volver a creer. O Karl Popper cuando opina sobre la inteligencia que no es material sino trascendente. No es que Popper para quien toda aseveración en ciencia es una conjetura (teoría) mientras no se demuestre lo contrario, haya participado en este diálogo, pero puedo imaginar lo interesante que hubiera sido, a fin de cuentas es el padre de la falibilidad.
Pero volvamos a la reunión de los tres filósofos. Para Gianni Vattimo, las culturas: «son sistemas simbólico-institucionales que permiten a determinadas sociedades asegurar la propia supervivencia e instituir un diálogo entre generaciones». Lo que vive la cultura, cada cultura, es ese «logos que se transmite». Podemos decir que la cultura da una cierta identidad al individuo al compartir con los suyos una serie de creencias y simbologías.
Michel de Onfray, aparece en la conversación, a partir del capítulo tres. Ateniéndose a los aspectos históricos de la civilización que conocemos, opina que sin Constantino, la religión cristiana no habría alcanzado el poder que tuvo. Y sobre los autores citados por los otros dos, uno desde una perspectiva de pensamiento ateo y, el otro desde una visión propia de un creyente, les recuerda que esos filósofos que han nombrado (Leibniz, Descartes, Kant) querían demostrar con la razón que Dios existe. Cita también a Feuerbach, Bakunin, Nietzsche, y al idealismo alemán. Y sobre la razón por la que uno es de tal o cual religión, trae a colación lo que Montaigne dijo de las religiones, confirmando aquello de que se tiene, en principio, la religión del lugar en que se ha nacido, aquella del propio entorno.
Igual que Paolo Flores d’Arcais piensa que la demostración de que existe Dios corresponde a quienes creen en él. Pero aquí cabría la pregunta fundamental: ¿los creyentes actuales necesitan demostrar la existencia de Dios? No. Para un creyente, la fe es la disposición de la gracia. Más bien es el ateo que precisa de Dios (o lo que esto pudiera significar para un ateo) quien debería justificar su no existencia. Se trata de un tema de fe, y la fe puede dar lugar a la imposición a otros de la misma fe, si se da el caso, pero no ha implicado jamás esa necesidad de demostración, el creyente acepta lo que hay de trascendente, en lo que intuye, participa como un ser humano con dignidad.
Gianni Vattimo por su parte, dice sentirse religioso «a su manera». No da a la «razón» el valor que le dan los anteriores porque la considera, igual que la creencia religiosa, dentro del horizonte cultural en el cual se mueven las personas. Me permito añadir: es una «razón», que como se ha demostrado muchas veces, responde a los intereses de cada época, de los grupos de poder y, en consecuencia, puede resultar sumamente irracional, como sucedió con el nazismo. Por tanto, podríamos decir que Gianni Vattimo iguala ambas creencias o que no afirma que una sea superior a la otra. Lo cual resulta raro, porque si uno se dice creyente, cree, y si no se manifiesta de este modo, no. Pone como ejemplo que no se pueden ver los «neutrinos» aunque la ciencia los nombre, y no por eso los científicos dejan de creer en ellos. Paolo Flores d’Arcais le contesta que hay una tecnología atómica que está ahí, y Vattimo, asumiendo lo que hay, le replica que le preocupa que el Estado sea quien a través de sí mismo o de particulares nutra a la ciencia, entiendo que se refiere a lo económico, subvenciones, etc. Le parece ―dice―que no hay «verdad objetiva», es decir, que hay unos intereses del tipo que sean que hacen posible que la ciencia siga unos caminos y no otros con más facilidad.
D’Arcais, le indica que lo ve así porque «es tolerante». Es decir, porque no es un ateo ni un creyente totalmente identificado con su creencia. A mí me queda la misma sensación después de leer sus afirmaciones, mientras D’Arcais dice que Vattimo, cree especialmente en la inmortalidad del alma, que es lo que justificaría a Dios.
Ya en el capítulo quinto, Onfray trae a la luz un tema preocupante, el de las «víctimas», que han tratado numerosos autores, y como es ateo, no lo hace desde un punto de vista religioso. Evidentemente, el tema de las víctimas ha estado siempre presente en muchas pensadoras y pensadores, por ejemplo, lo apreciamos en Walter Benjamin o en Hannah Arendt, entre otros. Dice Onfray: «La idea —extremadamente peligrosa— de que la razón occidental había producido Auschwitz es una idea que me horripila. Porque, contrariamente a las afirmaciones de la Escuela de Frankfort la razón occidental no ha producido Auschwitz. Al contrario, es la carencia de razón o la falta de razón la causa de esta locura homicida». Yo creo que aquí Onfray tiene y no tiene razón, intuyo que inconscientemente está haciendo una diferencia entre un pensamiento profundo, verdaderamente racional con participación de la duda y el juicio suspendido, y uno superficial y abstracto. Quizá habría que traer a colación el hecho de que Hitler tomaba opiáceos, se sabe que otros oficiales también, que se facilitaban drogas a los soldados y que la población, supongo que inducidos por las circunstancias a las que estaban sometidos utilizaban preferentemente un medicamento de nombre Pervitin, que contenía metanfetaminas. ¿Hasta qué punto toda esta gente podía ser razonable? ¿Se drogaban para no pensar, para sobrevivir, simplemente? Llegados a este momento, una pensaría que Vattimo desde un punto de vista religioso defendería a las víctimas, especialmente basado en su creencia de la inmortalidad del alma, sin embargo, tras algunas duras palabras de Paolo Flores d’Arcais, dice que no está de acuerdo con la retórica del proceso de Nuremberg donde los vencedores juzgan a los vencidos. Afirma: «Las normas no las encontramos en la “naturaleza”, por eso estoy en contra de la retórica del proceso de Núremberg, con los vencedores que condenan a los vencidos en nombre de la humanidad. Como sucede hoy que Bush bombardea Irak en nombre del derecho de los iraquíes a la democracia…» Realmente, el diálogo por momentos resulta perturbador para esta lectora. Allá otros la manera en que lo hayan entendido, pero D’Arcais debería saber que a los culpables se los juzga, como gustaba decir Hannah Arendt, para recordarles que las personas tienen dignidad y que ellos los culpables la han perdido, se les juzgar para recordarles que son personas y que todas las personas son responsables de ser dignas, esa dignidad, precisamente que no han respetado y ellos han perdido, y en cuanto al tema de Irak, el interés de Bush en Irak no fue la democracia, sino el petróleo, la dominación sobre un espacio geoestratégicamente clave, y un largo etcétera. A veces, de verdad lo digo, no entiendo como algunos académicos viven tan apartados de la realidad, puede que las verdaderas razones de atacar Irak no se supieran en un primer momento, pero luego, sí.
Pero el diálogo o lo que sea que los tres filósofos hacen sigue adelante. Interviene Onfray para decir que los hechos históricos ni siquiera confirman la existencia de Nazaret cuando nació Jesús, y que la de este es una historia a posteriori de Constantino. De repente Onfray aparece como el negacionista de Jesús. De verdad, no me lo esperaba.
Ya en el capítulo séptimo, mientras Paolo Flores d’Arcais dice que la humanidad no ha podido cumplir con lo que prometió al hacernos autónomos, Vattimo afirma que él considera que dado que la «proveniencia» de la que su vida ha dependido, es decir, de que la vida fuera posible, él se siente agradecido, razón por la cree que está llamado a corresponder a ese acto de afirmación de la vida, ya sea que lo haya creado Dios o el Big Bang, y por si quedasen dudas, añade: «tanto monta, monta tanto».
Pues, es difícil de comprender, porque el debería saber que antes del Big Bang también debería haber algo y que las teorías son eso, teorías. Y yo ya noto que en este punto de la lectura me estoy cansando, pero como soy perseverante, sigo adelante con la misma.
Después de escuchar a Vattimo, Michel de Onfray, responde: «en una lógica etológica siempre se tiene miedo, efectivamente de ser ingeridos, destruidos, digeridos, negados». Me gustaría recordar que el término «ethnos» para los griegos significa los otros pueblos, los que no eran griegos, los bárbaros.
Nos encontramos, ya avanzada la mitad del libro, con el tema musulmán, pero antes Onfray dirá sobre la cuestión previa, que está en contra de la etología porque lo que hemos creado es una «antinaturaleza».
Aquí se produce una activación de la confrontación. A la igualdad del hombre, todos los hombres son iguales para la Iglesia, que postula Vattimo, Onfray opondrá la igualdad de los Derechos del hombre y la escuela pública, como único elemento educativo, a lo que Vattimo le responde: —¡Hegel! ¡Hegel! ¡Hegel!
También hubiera podido decirle: —¡Historicismo! ¡Historicismo! ¡Historicismo! Y Karl Popper si hubiera estado presente, lo hubiera aplaudido. Y argüiría: «La idea de que una predicción puede influir sobre el suceso predicho es muy antigua» y le contaría la historia de Edipo.
Como queriendo recordarle o reprocharle la defensa del Estado, a fin de cuentas como ¿religión secular?, y la idea hegeliana de que el Estado (con pretensiones objetivas) vale, además de que tiene todo el poder, más que los individuos y sus postulados subjetivos. Evidentemente, Vattimo, se ha mostrado fuerte. A lo que Onfray le contesta que los derechos humanos llegan para reducir la desigualdad de más de 2000 años de cristiandad. Vattimo, le contesta: «Yo me siento más feliz de ser un cristiano —que peca o que no consigue pecar— que creyendo que vengo de la nada y voy hacia la nada».
Paolo Flores d’Arcais, en la parte que le toca, reconoce que como ateo no se siente feliz de observar que hay ateos que se benefician de privilegios y aprovecha el tema para hacer una crítica a Ratzinger y a la Iglesia jerárquica. Y yo me pregunto qué tendrán que ver en ese tema Ratzinger y a la Iglesia jerárquica.
De repente, aunque el choque ya estaba anunciado, aparece ahora sí con fuerza el tema de la «guerra de civilizaciones» y el «fundamentalismo musulmán». Recordemos que el libro es de 2006, lo que nos permitirá ver cómo las cruzadas culturales cambian según sean los intereses. Vattimo dirá que la razón universal ha justificado el bombardeo de Irak. Y en cuanto a su pensamiento sobre las diferentes costumbres de los musulmanes que viven en Europa, dice que, igual que se permite el aborto por el Estado, él dejaría también que el Estado se ocupase de la mutilación genital femenina, por temas de supervivencia. Evidentemente, aquí hay tema para otro artículo. Realmente escuchar esto resulta cuanto menos perturbador, aunque comprendo perfectamente lo que está queriendo decir.
El pensamiento de Onfray, que se dice ateo, es manifiestamente contrario a todo lo musulmán y no hay un matiz diferente para decirlo de otro modo. Es verdad que criticó a la Iglesia y a las religiones en general durante estos diálogos, pero no del modo que lo hace con los musulmanes. Si la traducción es correcta y entiendo que lo es, afirma: «No hay libertad para un musulmán, porque musulmán significa aquél que está sometido». No es verdad que esto sea así, musulmán es «sumiso», y ¿no lo es aquel que se pone bajo una religión, o aquél que no ateniéndose a religión alguna, se somete al Estado y sus leyes o a cualquier otra creencia? Pero Onfray no se detendrá aquí, sino que se referirá a Huttington y su conflicto, entiéndase el «choque de Civilizaciones», que tan oportunamente fue promocionado en USA y Europa, justo antes del ataque a Irak, sin contar todo lo que sucedió después, y que alteró para siempre la vida de cien millones de musulmanes y de no musulmanes en Oriente Próximo,y cuyas consecuencias últimas seguimos viendo.
Como no parece haber nada destacable ni respetable para estos filósofos en el mundo musulmán, Vattimo afirma «también yo preferiría, sin duda, vivir antes en Israel que en una Palestina musulmana o en cualquier otra país islámico, aunque debo reconocer que Túnez y Marruecos no me vendrían mal. Pero si digo esto, Paolo me alinea inmediatamente con el ejército americano. Niego, pues, la actitud de la guerra de religión, que hoy se nos recomienda cada vez más». Lo último que dice parece contradecir lo primero.
D’Arcais, que mantuvo la posición atea, llega a decir que «el mundo islámico se relame de placer» cuando escucha que los republicanos libertarios estadounidenses están pidiendo que si una mujer acepta casarse con un hombre que ya tiene otras mujeres, sea permitido. Y añade que «No sufrir mutilaciones sexuales es un derecho civil elemental (establecida la premisa de la igual dignidad mínima), pero bombardear Irak es una decisión arbitraria absolutamente impugnable».
Gianni Vattimo, contesta: «¡Cómo! El pueblo iraquí tiene derecho a la democracia…»
Arcais le contesta que, si eso es así, el Vaticano, también tendría derecho como Estado a bombardear Italia porque en Italia se permite el aborto.
Onfray considera que la muerte del Estado, que es lo que está ocurriendo, sin ninguna duda, promoverá «el advenimiento, en su lugar de un gobierno planetario que será el del dinero, de los poderosos y el de los propietarios. Yo no aspiro a ello».
En este punto de la lectura aparece también el tema de la «eutanasia».
Finalmente, el libro se cierra con tres artículos de los autores bajo el título general de Posdatas. Flores d’Arcais indica que comprende que el rechazo al ateísmo surja del miedo al «colonialismo de la Razón europea» y critica que la filosofía pretenda estar al margen de los hechos. Gianni Vattimo se afirma en lo dicho y critica las posiciones de los ateos; y Michel Onfray indica que no le gusta el libro que se publicará como resultado de su encuentro, pues, la conversación que podía ser interesante por lo que fue, ha sido reescrita por ellos. Evidentemente, de todo el libro, lo más interesante, si pretendemos acercarnos a la verdad, es este último gesto de advertencia.
Referencias:
Vattimo, G., Onfray, M., & Flores D'Arcais, P. (2009). ¿Ateos o creyentes? Conversaciones sobre filosofía, política, ética y ciencia. Paidós.
Nota: el presente artículo es una variación de un trabajo que realicé para la universidad. Creo que en este, ¿fallido? diálogo, en el que no ha faltado la intención, por supuesto, no lograda, de decir lo "políticamente correcto", encontramos algunos de los problemas contemporáneos más acuciantes e importantes de la Europa actual.
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