lunes, 3 de noviembre de 2025

¿POR QUÉ NOS PRESENTAN A LOS ROBOTS COMO SALVADORES?




Pilar Alberdi

 

INTRODUCCIÓN: 

 

Tras la visión de la película Un amigo para Frank, lo primero que quiero decir es que la película de Jack Schreier se llama en inglés Robot & Frank  y en el área hispanoamericana: Frank y el robot. Dicho lo anterior pareciera que el título elegido para España es el menos real de todos, porque el robot que, además, no tiene ética, es decir, no le han programado adecuadamente estas funciones o alguna función similar, no puede ser un amigo, acaso un cómplice.

Elijo, pues, para tratar este tema la cuestión sobre «las incidencias en las relaciones interpersonales y personales» de robots con humanos.

De los robots sabemos lo básico, por ejemplo, cuándo se utilizó la palabra por primera vez, en qué novela (R.U.R. del escritor checo Karel Capek, 1920); luego, qué escritor (Isaac Asimov), derivó a partir de la anterior la palabra «robótica»; quien creó el primer robot de tipo humanoide y cuáles fueron los posteriores. Es decir, existe ya una historia de los robots. En realidad, la información se consigue fácilmente y de este modo hasta podemos saber dónde se encuentra el robot más remoto, reforestando una zona del Amazonas y dirigido desde un país europeo. También podemos saber de cuántas partes y articulaciones consta un «brazo robótico» que imita un brazo humano. Cualquiera diría que estamos demasiado bien hechos como para imitarnos…Tenemos «robots de compañía», también llamados «asistentes personales», incluso con posibilidades sexuales, pero capaces de mantener una conversación mínima con IA. Por estas fechas están promocionando mucho a una robot de nombre Aria. Y conocemos los nombres de muchos otros, por ejemplo, el Optimus que está desarrollando Tesla.

¿Por qué es importante el nombre? Sabemos de la importancia del nombre. ¿Un nombre humaniza? Emulan en esto a las personas; ya sabemos la importancia del nombre en Grecia, en la antigua Roma y ahora en esta «Modernidad líquida» (Zygmunt Bauman).  Hay robots móviles «camareros», «recepcionistas»; hay grandes brazos paletizadores, pintores, etc., especialmente en las industrias de coches. Y aunque van reduciendo el precio, un robot acompañante no cuesta menos de 10.000 euros.

Pero cuando se busca información, de la que apenas se encuentra es, precisamente, de ese otro tipo de referencias y explicaciones que necesitaríamos para comprender mejor la cuestión. Querríamos que alguien nos cuente sobre los intereses que priman en las empresas tecnológicas para avanzar en este sentido, en parte, porque se consiguen subvenciones e inversiones, y porque la categoría «innovadora» recorre todo el espectro de los retos científicos actuales. Evidentemente, las compañías que consiguen mejor rendimiento son las que cotizan en bolsa. Una buena noticia sobre sus robots y sube el valor de su acción. Pero los robots no forman parte de una historia nueva, habiéndolos de tan distinto tipo los conocemos de hace bastante tiempo: aplicaciones en medicina y farmacia; pilotos automáticos de los aviones; actualmente los drones sin tripulación, etcétera.

 

EVALUACIÓN CRÍTICA: VEJEZ Y ROBOTS

 

Por un lado, se reitera la conveniencia de los «robots de compañía para mayores». Leo en prensa que una cadena de geriátricos está muy orgullosa porque tiene uno. Lo están probando. He mirado con atención su foto. Lo que observo: un objeto inerte. Dicen que lo usarán para mejorar la socialización y las actividades cognitivas de los residentes. Pienso que la persona que ha escrito el artículo no ha estado cerca de personas mayores, peor aún, pienso que no se conoce a sí misma. ¿Qué podría hacer por esas personas este robot ayudante? Si tiene un banco de datos con las fotografías de los residentes quizá pueda saludarles llamándolos por su nombre o recordarles que tomen la medicación.

Mientras a algunos les interesa hacer ver esto como «el progreso», una investigadora española Lola Cañamero dice que el robot podría ser una ayuda con mayores, al modo en que lo son hoy otros aparatos, que sirven para alertar, monitorizar, dispensar medicación hasta que lleguen los humanos. Pero, no podrá «cuidar» en el sentido más básico del término. Entonces: ¿por qué hay este interés permanente en hacernos creer lo contrario? El aumento de la población mayor, nos dicen, en Japón y Europa, al tiempo que se comienza a ofertar en Suiza los servicios de una cápsula robotizada, la Sarco pod, para eutanasia asistida, es decir, para suicidio asistido y se publicita como una buena solución para parejas mayores.

Esa entrevista a la investigadora española que lleva un equipo de investigación en Inglaterra se inicia con la siguiente pregunta: «¿Hay inteligencia sin emociones? Y la respuesta es: “Las emociones son el primer elemento de la inteligencia”». O sea, un robot puede utilizar IA pero no tiene ni conoce qué es una emoción. ¿Podemos decirlo ya? No es inteligente en el sentido humano, puede ser sí, muy superior en cuanto a extracción de datos, computarización y otras posibilidades. La investigadora explica que están investigando cómo ganan los niños funciones de inteligencia en relación con las emociones como para intentar avanzar en ese sentido con los robots. Miedo me da. Me recuerda la película: I am Mohter (2019) de Ciencia Ficción donde una «madre robot» será la encargada de poner en marcha la renovación de la especie humana gracias a una joven a la que ha enseñado cómo ser madre y atender a la futura selección y crianza de embriones criogenizados guardados en un lugar de alta seguridad.

Resumiendo: No soy Hunter, el hijo de Frank, buscando una solución para los problemas del padre, que a la vez son una parte de sus propios problemas. No soy la hija que se desentiende, está lejos, de viaje, viviendo su vida en remotos lugares, pero llamando al padre para decirle que eche al robot de la casa. No soy Frank, al menos todavía no padezco su demencia. No soy el robot, esa programación tan limitada que no puede distinguir qué es el bien y qué el mal y que jamás tendrá sentimientos. Pero sí puedo hacer algunas preguntas y tomar en cuestión algunas consideraciones porque sí he tenido padres mayores y yo lo voy siendo ahora.

Una persona no es una cosa. Una persona no es un limitado robot. Podrá ser de plástico para parecer menos frío, pero siempre será un robot. ¿Cuántos años de programación necesitaría este robot para saber realmente qué persona es una? ¿Cuánto tardaría en comprender los valores morales que esa persona defendió o defiende? ¿Podría limpiar y cambiar a una persona mayor, ponerle pañales? ¿Alegrarla, consolarla, acudir al hospital todas las mañanas de su convalecencia para peinarla, para quererla más si cabe todavía? Comprender en qué medida por hechos como la enfermedad, está en juego su dignidad como persona que espera seguir siendo respetada, ¿sabrá algo de esto el robot? ¿Quién se lo va a enseñar? ¿Un joven ingeniero feliz de tener pocas responsabilidades familiares y ningún hijo? ¿Una empresa que solo busca rendimiento económico? ¿Sería capaz ese robot de aplicar una nutrición enteral? ¿De soportar sofocos, ahogos, diarreas, vómitos? ¿Lo sería de atender al dolor de una despedida filial; o el de cerrar los ojos de un fallecido? ¿Los próximos robots los harán con lágrimas para que parezcan más humanos? ¿Sabría ese objeto con IA a qué le gustaba jugar de niña o niño a esa persona hoy mayor, de qué modo les educaban sus padres en aquella época, a qué edad tuvo su primera menstruación, qué verano dio su primer beso de lengua, cuál fue el nombre de su primer amor o el nombre de la empresa en la que consiguió su primer empleo, o los nombres de sus tíos y primos, o el día que se casó o el que se separó o se divorció o aquel en que se le murió una hija?

Un robot nunca será humano, le falta consciencia, le falta también esa inconsciencia que le permite hacer tantas cosas a una persona como atarse los zapatos o conducir el coche sin pensar en ello o incluso, tomar una decisión pasional, equivocada. No digo que algunos robots no sean necesarios, lo son y mucho, en la industria y en otros servicios, pero no juguemos a personalizar lo impersonalizable.

A día de hoy, un robot, con la tecnología actual, no está ni tan siquiera en disposición de cumplir con las tres leyes de la robótica que nos dejó Isaac Asimov en su novela, Yo, robot.

A día de hoy, y por mucho tiempo, un robot seguirá siendo un robot.

 

Referencias:

Ella es Aria, la robot para solteros que cuesta más de 10.000 dólares; cómo comprarla

https://www.infobae.com/tecno/2025/01/26/ella-es-aria-la-robot-para-solteros-que-cuesta-mas-de-10000-dolares-como-comprarla/

Un robot doméstico para cuidar a nuestros mayores

https://www.bbva.com/es/innovacion/robot-domestico-cuidar-mayores/

Tres leyes de la robótica

https://es.wikipedia.org/wiki/Tres_leyes_de_la_rob%C3%B3tica

Lola Cañamero: Los robots aprenden a hacer cosas para nosotros sin molestarnos

Entrevista de María Pilar Perla Mateo. Heraldo de Aragón, 26-03-2013

http://prensa.unizar.es/noticias/1303/130326_z0_17.pdf

Los cuidados del futuro: ¿pueden los robots atender a personas mayores o enfermas?

https://elpais.com/proyecto-tendencias/2023-12-21/los-cuidados-del-futuro-pueden-los-robots-atender-a-personas-mayores-o-enfermas.html

 

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