viernes, 29 de septiembre de 2023

DE EREMITAS Y SABIOS ―La caverna como símbolo―


 

Pilar Alberdi

 

Hay cavernas famosas y cavernas humildes. Cavernas conocidas y desconocidas. Cavernas con pinturas rupestres muy admiradas como las de Altamira. Hay cuevas formadas de piedras calizas como la de Nerja o las del Peñón de Gibraltar. Y hay grutas, bellísimas, especiales, donde el culto religioso, completa y refleja la dignidad de las personas.

Caverna, cueva, gruta…Estas palabras tienen en común su etimología. Provienen del latín «caverna», y este a su vez de «cavus» (hueco) del verbo «cavare» (hacer un hoyo, cavar). Y aun siendo palabras equivalentes, las sentimos y las presenciamos distintas, ya sea por sus espacios, la estrechez o amplitud de sus salas, o por sus colores interiores ante una luz artificial llevada por la mano del hombre, o por su natural construcción arquitectónica de milenios. Una persona dentro de una galería de cuevas, a fin de cuentas,  es algo minúsculo, casi imperceptible.

Hay otro tipo de cuevas, más cercanas en el tiempo, trabajadas por el hombre. Un hermoso ejemplo de esto en España son las cuevas eremíticas de Álava de los siglos VI y VII (Alta Edad Media). Junto a ellas hay pequeños cementerios con sepulcros tallados en la piedra. Allí intuimos condensados: recogimiento y oración, y, por supuesto, el Alfa y Omega del sentido de sus vidas.

Comprendemos lo que buscaban: una vida ensimismada, pero unida a la comunidad de sus pares más cercanos. «Ora et labora», una vida frugal y sencilla. Tal vez recibieran alimentos o limosnas de los vecinos más cercanos o de peregrinos.

Recordemos también a los conocidos Padres del desierto, entre ellos a san Antonio Abad (s. IV d. C.) Su espiritualidad dio lugar a focos de peregrinación y a la fundación de ermitas e iglesias.

Escribía la poeta española Carmen Conde en uno de sus poemas dedicados a la maternidad: «Una madre es la cueva de donde arranca el río» de la vida. Es bella la metáfora: río que es camino, agua que es continuación de vida y, a la vez, prerrogativa de epifanía, contenida en ese útero-cueva, protector.

Además, sabemos que la mayoría de las cavernas son el resultado del nacimiento de un río o del paso de este por su interior con variaciones en su recorrido original debido al paso de los años, y la erosión del agua de lluvia filtrándose lentamente desde la superficie.

La poeta Carmen Conde, como decíamos, escribió con denuedo sobre la maternidad de su madre y la suya, afirmando el milagro de cada nacimiento. Cueva-madre-útero, cueva-familia, cueva- pueblo- nación. Cavernas protectoras por antonomasia. Incluso el Estado cuando alcanza a cumplir con ese cometido.

Para el eremita: cueva como elección de humildad y penitencia por las faltas de los hombres; de templanza y conocimiento de sí.

Esto, que ahora escribo, es un reflejo del ser en la naturaleza de la que formamos parte, pero también de lo que anhelamos, creemos e idealizamos: protección, porque por pequeña que sea en esta vida esa ayuda, siempre la necesitamos y siempre estaremos obligados a darla. Cueva-caricia; cueva-abrazo; cueva-palabra, también.

Sirvan, pues, estas reflexiones para traer al presente las cavernas antes comentadas, y de paso una muy famosa, fuente de luminosidad filosófica como es la ya mítica caverna de Platón, citada en el libro séptimo de La República. Ella, a su modo, protectora de una «falsa realidad».

Comunica Platón a través de Sócrates, que: «Filósofo es aquel que ha ascendido hasta la contemplación de la Idea del Bien». Idea trascendente por excelencia. Entendiendo como «bien» algo superior, identificado con la Belleza y la Verdad.

Hablamos, pues, de la conocida Alegoría de la caverna. En ella, nos explica el filósofo la existencia imaginaria de un antro subterráneo, una caverna, donde algunos hombres permanecen encadenados por el cuello y las piernas desde la infancia, sin poder mover el cuerpo ni la cabeza y viendo solamente los objetos que tienen enfrente, figuras y sombras sobre una pared rocosa. Ofrece más detalles: «Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor les alumbra». Hay un camino lateral por el que pasan personas «llevando objetos de toda clase, figuras de hombre, de animales, de madera o piedra, de suerte que todo esto aparezca (reflejado) sobre el muro» ubicado frente a ellos. El resultado es que, esos hombres, en sus circunstancias, solo alcanzan a ver las sombras de lo que es. Y, aunque ellos, no lo sepan o no lo quieran saber, esa realidad es falsa.

La filósofa Hannah Arendt en su obra La vida del espíritu da por hecho que esos condenados, además, estaban impedidos a comunicarse entre ellos, quizá porque siendo presumiblemente esclavos, hablarían diferentes lenguas.

Ciertamente, la Alegoría de la Caverna de Platón no ha dejado de interesar a sus lectores durante más de dos mil años.

El tema nos sugiere varias preguntas fundamentales: ¿Vivimos en una situación similar a la de los hombres de esa caverna? ¿Somos incapaces de percibir nuestras propias limitaciones comprensivas? ¿Nos devora la pasión y nos arrastran los hechos superficialmente percibidos? ¿Nos condiciona todo lo aprendido y esto nos impide ser valientes para intentar ampliar nuestro horizonte? ¿Consideramos lo irreal como real a falta de mayores conocimientos?

En esta historia, Sócrates, no cree que esas personas aun estando encadenadas y engañadas quieran liberarse por su propio gusto, pues asume que de ningún modo sentirán ese deseo, ya que la propia ignorancia de su situación real les impide tener esa necesidad. Es más, el filósofo cree que están cómodos en esa situación. Por lo tanto, cuando piensa en la posible liberación de alguno de ellos, opina que habría que forzarle a querer liberarse. Pero si eso sucede, opina, lo que ocurrirá después de forzarle «a levantarse, a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz, hará todas estas cosas con un trabajo increíble; la luz le ofenderá los ojos y el alucinamiento que habrá de causarle le impedirá distinguir los objetos», pero, si continúa avanzando, tras un espacio de tiempo, podrá ver el sol y todo aquello sobre lo que este se refleja.

A continuación, inquiere Sócrates a uno de sus contertulios, si cree que ese hombre que ha salido y ha conocido la realidad tal cual es querrá volver con sus antiguos compañeros. Pregunta: «¿Crees que envidiaría aún los honores, las alabanzas y las recompensas que allí se daban al que más pronto observaba las sombras a su paso, al que con más seguridad recordaba el orden en que marchaban?». En el fondo, esos reconocimientos de formas, esa configuración de un mundo, hacían aceptable su situación y se les premiaba por reconocer esas sombras de realidad.

Como vemos, una de las características de la situación de los encadenados es que ninguno tiene acceso a otra realidad, pero si alguno pudiera liberarse, si conociera el exterior y volviese para contarlo, ¿alguno de los que siguen allí encadenados, le creería? Evidentemente, no.

Para Leo Strauss, la caverna que describe Platón por boca de Sócrates, es aquella en la que se dan por aceptados unos valores recibidos, no cuestionados por la mayoría, es decir, por las personas que están allí. A esta caverna, le da el nombre de «Caverna Primera».

Sin embargo, para que el hombre pueda liberarse de su esclavitud, es decir, de las ideas impuestas y asumidas sin examen, de aquello que se le presenta y acepta como real, estas personas deberían poder acceder a otra realidad, otro espacio o refugio intelectual, otra caverna, en suma, donde las personas se pusieran de acuerdo sobre los valores importantes a respetar tanto para sí mismos como para los demás. Esta sería la «Segunda Caverna».

El problema para Strauss es que hasta no hace mucho nos encontrábamos (nuestra sociedad) en la Primera Caverna y ahora estamos en la Segunda Caverna, pero en esta no se cuestiona ya nada, es decir nos encontramos en una especie de limbo de pareceres. Todo se da por hecho, se acepta, y no se pone en cuestión. Lo que reina es el «todo vale», la indiferencia, el «y a mí, qué», por tanto, un acusado relativismo impuesto como ideología y como consecuencia directa, un acentuado nihilismo. De este modo, si todo es relativo, si la autoridad es impuesta por un ente no elegido ni consensuado, ¿qué valores asumiremos como verdaderos y necesarios? Para el filósofo nos encontramos frente a «la negación dogmática de la existencia misma de valores y jerarquías» por lo que sería fundamental establecer claramente cuáles de los anteriores valores seguirán en vigencia y si hay que sumar alguno nuevo. Personalmente, no dudo en afirmar que serían parte de estos valores las conocidas como virtudes griegas y, por supuesto, las cristianas, entre ellas, la teologales.

La Europa de la cristiandad esta sí que está en peligro de extinción. Quizá por ello, quien pudo verlo y apreciarlo desde la casa principal de la religión católica, el propio Papa Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), filósofo además de teólogo, alertó de que muy pronto, el cristianismo se reduciría a un pequeño grupo de personas como al comienzo de su historia. Surge la pregunta: ¿Sería este un cristianismo más auténtico, no conformado simplemente por la tradición y la cultura? Posiblemente. Y ya vemos indicios, tanto del declinar como de nuevas posturas que buscan verdaderos cristianos. (Ver Referencias al final de este artículo).

Evidentemente, la cruz del que dice la verdad, valiente por principio, perseguido, humillado, no puede estar y nunca lo estará formada por la T fordiana, cínica y tecnológicamente representada en Un mundo feliz de Aldous Huxley. Porque a la hora, además, de caer en la cruz, mejor en la de Jesús que en la de los ladrones como decía Hans Jonas. Y mucho ladrón de vida se ve actualmente en nuestra sociedad sometida actualmente a una ideología temporal que la desprecia mientras intenta nuclearse bajo un poder globalista y con intereses perversos de sumisión y falta de libertades para la mayoría. Pero mantengo la esperanza: creo que el que es fuerte está siempre preparado para la verdad; mientras que el que es débil será siempre adepto de la mentira y de los beneficios que esta le pueda reportar.

Antes de terminar me gustaría traer a este artículo la inteligente lucidez de Chesterton, recordándonos en su obra El hombre eterno, dos cavernas o cuevas que relaciona directamente con Jesús de Nazaret: la primera, la de su nacimiento, pues en tierras áridas era normal y sigue siéndolo, que estos corrales estén horadados en la tierra para servir de establo. También señala la cueva-caverna de su sepultura.

Los ascetas del pasado y también los del presente, los que buscan en el silencio la respuesta que puede inclinarnos a la comprensión más profunda, tienen mucho que decirnos.

En la página web de una Iglesia de Valencia encontré unas palabras sobre san Antonio Abad, hombre dedicado a la contemplación y la oración, allá por el siglo IV. Datos probablemente tomados de la biografía que escribió San Atanasio de Alejandría, al cual nombran. Sea como fuere, lo que se dice es que en una ocasión el santo tuvo unas visiones en las que la tierra aparecía cubierta de serpientes a las que podemos interpretar como los males del mundo. Ante ese espectáculo, el santo pregunta: «¿Quién podrá escapar, Señor?» A lo que una voz le responde: «La humildad, Antonio». ¡La humildad! No la debilidad, no la vanidad, no la soberbia, no la ira, sino la humildad capaz de reconocer la verdad.

La pregunta es: ¿Podemos cambiar este devenir? ¿Querríamos? ¿O vamos a conformarnos con ser como los hombres de la Alegoría de la caverna de Platón?

 

 

Referencias:

Cuevas de Valdegovía, descubriendo a los eremitas de Álava

https://www.tierrasinsolitas.com/cuevas-eremiticas-de-valdegovia-alava/

Monjes, eremitas y anacoretas: los padres del desierto

https://es.catholic.net/op/articulos/53629/cat/1191/monjes-eremitas-y-anacoretas-los-padres-del-desierto.html#modal

Vida de san Antonio Abad

https://sanmartinvalencia.es/vida-de-san-antonio-abad/

 PLATÓN. La República. Editorial Offsetgrama. Argentina, 1983.

Benedicto XVI. https://es.wikipedia.org/wiki/Benedicto_XVI

Conde, Carmen. El verso corresponde al poema «Apagada».

Getafe pone fin a los bautismos por tradición familiar o cultural

https://alfayomega.es/getafe-pone-fin-a-los-bautismos-por-tradicion-familiar-o-cultural/

Más información sobre anacoretas (mujeres y hombres). Se pueden ver también pinturas de Velázquez, Goya, El Greco, Zurbarán, El Bosco sobre San Antonio en:

San Anton y los eremitarios

https://chitiya.wordpress.com/2020/01/17/san-anton-y-los-eremitorios/

1 comentario:

  1. Una muy buena reflexión que tras refrescarnos textos olvidados, nos trae al duro presente y nos pone delante nuestra propia caverna para que decidamos qué queremos ser, esclavos o libres

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