jueves, 7 de noviembre de 2013
«EL HOMBRE REBELDE» de Albert Camus
«¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no». Alber Camus
Reseña: Pilar Alberdi
No quiero dejar pasar este día, en que se celebra el natalicio de Albert Camus (1913-1960), sin recordarlo en este blog. La última obra que releí, entre las muchas suyas que aprecio sinceramente, es El hombre rebelde; que me parece, además, de actualidad en una Europa en crisis, moral en primer lugar, política en segundo, y económica como consecuencia. Temas que no entraré a valorar para este artículo, pero que percibimos sin esfuerzo, en la insensibilidad política de algunos dirigentes que olvidan que su deber es servir a todos los ciudadanos, en la proliferación y aumento de grupos y partidos de corte fascista, en la persecución de gitanos, como ha ocurrido recientemente en Francia e Italia.
Pero, volvamos al texto de El hombre rebelde. Las palabras iniciales, dicen: « Hay crímenes de pasión y crímenes de lógica. Las fronteras que los separan es incierta». Y después de aclarar la diferencia, y de presumir que el primero tiene como característica un tipo de carácter o de pasión, argumenta, que quienes se suman a los crímenes de lógica o premeditados son personas que «por falta de carácter, corren en busca de una doctrina», y «desde el momento en que el crimen (de grupo o Estado, el paréntesis es mío) se razona, prolifera como la razón misma, y toma todas las formas del silogismo».
Cuando en este libro, Albert Camus se pregunta: «¿Qué es un hombre rebelde?» Contesta: «Un hombre que dice no. Pero negar no es renunciar: es también un hombre que dice sí desde su primer movimiento. (...) El rebelde (es decir, el que se vuelve o revuelve contra algo) da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es». Esa persona que dice «no», es la que piensa por sí misma, tomando en cuenta el legado cultural y político previo, pero con un criterio que intenta sea propio.
El autor escribe este libro después de la Segunda Guerra Mundial, y da la cifra de lo que han creado los últimos cincuenta años de guerras y persecuciones en Europa: setenta millones de muertos. Una cifra escalofriante.
Al escritor le preocupa, igual que a otros intelectuales, el «nihilista» que no ama su vida, porque aquel que da poco valor a la suya, especialmente cuando no consigue lo que quiere, es decir, cuando se sitúa en el resentimiento, muy poco valor puede dar a la vida de otro. No será casual que los líderes nazis se suicidaran, señala. Simplemente, si el mundo no podía ser como ellos querían para sí y para los suyos, ya no tenía sentido, al margen, de la derrota a la que se enfrentaban y a las consecuencias por el genocidio.
La rebelión nace de la conciencia. Sin embargo, y llamando la atención sobre la obra de Scheler, El hombre del resentimiento, y lo que en ella se comenta, recuerda que «el espíritu de rebelión se expresa dificilmente en las sociedades en las que las desigualdades son muy grandes (régimen de castas hindues) o, por el contrario, en las que la igualdad es absoluta (ciertas sociedades primitivas)». Pero, ¿qué podríamos decir de nuestros estados «democráticos». Y su respuesta es: «El espíritu de rebelión no es posible sino en los grupos en que una igualdad teórica encubre grandes desigualdades de hecho».Por lo tanto, es posible.
Cuando la perdida de los dioses o de un Dios es un hecho, solo queda vivir «en una historia desconsagrada». Esto le lleva a recordar cómo en las antiguas culturas, la griega, por ejemplo, el asesinato era lo «inexplicable y lo inexpiable»; tanto, me permito recordar, que la «venganza» era obligada para los sucesores, y también la «culpa», que pasaba de una generación a otra, cuando era el caso de un asesinato premeditado. Por tanto, son las personas las que deben poner los límites, las que deben darse una humanidad salvadora o sacralizada donde las personas sean un fin y no un medio.
El análisis de la obra de Sade, le permite decir que la expresión literaria de crueldad se orilla en espacios cerrados: «castillos de séxtuple cerco de murallas”.Y ¿qué otra cosa han hecho siempre los genocidas, los dictadores, los violentos? Territorios y estados carcelarios. Porque en la obra de Sade concluye «El máximo de goce coincide con el máximo de destrucción» para añadir a continuación «Sade es el literato perfecto. Construyó una ficción para darse la ilusión de ser». Al fin y al cabo, una ficción, pero, ¿qué pasa cuando esta ficción se produce sobre la realidad? Demasiados ejemplos conocemos.
Sigue Camus nombrando obras literarias: a Milton y su poema El paraíso perdido, en donde este autor exalta lo demoníaco; a Blacke. Señala el acierto de Baudelaire, quien dijo que «vivir y morir ante un espejo» era la divisa del «petimetre», que es por función un «opositor». También nombra al personaje de Iván, en Los hermanos Karamazov de Dovstoievsky, cuando dice: «sé solamente que el sufrimiento existe, que no hay culpables, que todo se encadena, que todo pasa y se equilibra» pero, se cuestiona Iván, si no hay virtud «Todo está ya permitido». Cita también obras de Maurice Blanchot, de Stirner, de Fichte, de Sthendal, de Nietzche y de éste, su terrible frase: «Es el bien el que necesita que lo justifiquen».
Albert Camus es un hombre moral con una ética hecha en base a su experiencia de vida y conocimientos. Sabe que «la tiranía es para los mediocres más natural que el arte», y la teme, y al mismo tiempo nos invita a leer al Breton, que dijo: «¿Debemos abandonar toda esperanza?». El análisis de Camus no tiene dudas sobre los hechos, de los que él ha sido en parte testigo, y los sitúa de modo general en el contexto histórico: « el siglo XIX, que es el de la rebelión, termina en el siglo XX, el siglo de la justicia y la moral, en el que todos se golpean el pecho», sin embargo, es el siglo en donde se han realizado crímenes contra la humanidad con un resultado de millones de víctimas.
Hasta la última página de este libro, Camus busca respuestas y da ejemplos, mientras analiza revoluciones y totalitarismos, convencido de que el fascismo, del tipo que sea, siempre desprecia al individuo y, por tanto, a la humanidad. Por último, incluye un tercer apartado sobre Rebelión y arte, en el que aprecia la voluntad de crear mundos mejores a través del arte. Ahí, deja plasmadas algunas de sus más conocidas frases, como «El mundo novelesco no es sino la corrección de este» y «No basta con vivir; es necesario un destino»; frases que no consiguen, pese a su esperanza, borrar la realidad expresada y sentida en tantas otras: «En cierto sentido, la amarga intuición del cristianismo y su pesimismo legítimo en cuanto al corazón humano consisten en que la injusticia generalizada es tan satisfactoria para el hombre como la justicia total». Este conocimiento, el de que un puñado de hombres pueda sumir en la oscuridad a una población concreta o a la humanidad entera, debería mantenernos alertas, más todavía de lo que ya estamos.
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Leí 3 o 4 libros de Albert Camus, y todos me han dejado una prufunda desazón. Los recuerdo como una dosis de dura realidad. Me sentía identificada por pensar como él, de forma tan pesimista. He sentido en sus libros una gran desesperanza.
ResponderEliminarMuy interesante tu reseña, que bien escribes, Pilar.
Un abrazo.
Yo también experimenté esa desesperanza leyendo a Camus, de pronto en un momento en que disfrutaba de la tristeza. Pero lecturas posteriores de su obra me dieron una visión opuesta, una noción, no sé si de esperanza, pero al menos sí de posibilidad. Particularmente el libro que reseñan aquí me ayudó a salir de una situación desesperada, creo que, más que por el contenido del texto como tal, por la actitud de serena reflexión que demuestra Camus frente a problemas que consideraríamos angustiantes. De pronto es la manera en que el pone los medios por encima de los fines, siempre subrayando la necesidad de ser consecuente, fiel a los orígenes de su pensamiento. Es posible sorprenderse, y superar la desesperanza, leyendo o releyendo a Albert Camus.
Eliminar¡Saludos, Claudia!
EliminarCamus, era un hombre que salió de la pobreza, y si se puede decir así, de la marginalidad que Argelia podía significar para Francia, país en el que habitualmente residía. Por eso, es un hombre que sabe identificarse con la "otredad". La vive y la sufre de varios modos. Es, pero no es argelino; es, pero no es francés; es, pero no es Europeo...
Es un hombre que se mantiene "alerta" y, creo yo, no se engaña sobre la condición humana.
Ahora mismo, recuerdo obras suyas que leí con placer como "Calígula", terrible, sí, sin duda, pero fiel al retrato histórico, tan sencilla y, a la vez, tan clásica. Otras: la novela El extranjero, con ese comienzo tan especial; y también el ensayo El mito de Sísifo.
Un fuerte abrazo.
De la rebeldía nace la conciencia, eso decía Camus. Para reflexionar. Leer a Camus siempre me hace pensar. El Extranjero lo he leído no sé cuántas veces y el Hombre Rebelde creo que es de lectura obligada, más en estos tiempos.
ResponderEliminarMuy buena esta entrada. Camus se la merece.
Totalmente de acuerdo, es un escritor reflexivo, que siempre nos invita a pensar, sea cual sea el género en el que escriba, a replantearnos lo que vemos, a decir "no".
EliminarSaludos, Chus.
Es usted una persona inspiradora. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias, Alan. Eres muy amable. Ya me gustaría ser como indicas.
EliminarGracias por tu visita y tus palabras.
Un abrazo.
Muy buena reseña. La obra de Camus es indispensable.
ResponderEliminarAsí es, Boris. Aprovecho para decirte que pasé por tu blog y me gustó.
EliminarSaludos.
¡Éstas son parte de las cosas que uno debería leer,para saber en qué pensar! Siempre muy interesante lo que escribe y comparte,Pilar! Saludos.
ResponderEliminarGracias, Lilí. Vuestra opinión es fundamental. Me ayuda a saber qué temas interesan.
EliminarGracias otra vez.
Aun no he leído nada de Camus, pero con esta resena usted me esta invitando a hacerlo. Lo que se esta gestando no solo en Europa con los grupos fascistas sino también acá en Latinoamerica y como están moviéndose las piezas con un gran juego del Risk a nivel mundial, amerita leer esta obra concientizadora, saludos
ResponderEliminarSiempre se puede encontrar alguna forma de diálogo con él y su obra. Es un don propio de una personalidad compleja. Siempre se puede aprender y siempre se disfruta.
EliminarGracias por tu visita.Saludos.
Acabo de entrar para ver los comentarios, que tertulia tan interesante.
ResponderEliminarCuando dije lo de la desesperanza, en realidad no lo dije como algo negativo, he disfrutado leyendo a Camus, porque me he sentido acompañada, mi tendencia es a la reflexión, la melancolía de la imposibilidad de un mundo mejor, pensamiento que me sigue acompañando. No es que sea negativa, creo que soy realista, y ojalá algún día pueda decir "que equivocada estaba..."
También disfruté mucho con "El libro del desasosiego", de Pessoa, pensamientos muy en mi línea, lo que me da el confort de que hay gente que siente o ha sentido como yo. Así soy de rara...
Gracias por esta tertulia.
Camus y Pessoa: dos mundos distintos y distantes. El de la acción y el de la melancolía de ser. Los admiro a los dos. Sí, ese Pessoa de vuelta de la vida es enormemente atractivo, ensimismado en su pequeña vida que es la de cada uno de nosotros, pero dejando constancia, iluminando el camino, los rincones de su habitación, los renglones de una página, acaso para avisarnos que es posible perderse, pero que encontrarse también es posible. Escribió: "Estoy vencido como si supiera la verdad".
EliminarY todos sabemos lo que es eso, el engaño, la falsa conciencia, todo lo que oculta a la verdad o a aquello que se le parece. Era demasiado lúcido.
Que buena reseña a un maestro algo subvalorado pero muy vigente Hoy más que nunca volver a Camus para resistir a todas las formas de fascismo
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