Pat, querida. Tendrás flores similares en tu jardín más adelante, cuando ese tiempo llegue, ahora es tu momento de disfrutar de los hijos recién llegados a la adolescencia. Los nietos nos vuelven a recordar la niñez de nuestros hijos, tantos buenos momentos.Tienen ese sabor dulce de los caramelos, te dejan babas en las mejillas cuando intentan darte un beso; no les importa si eres mayor, ni si tienes "chorchas" como llama Marta a los "michelines"... Ja, ja, ja. Son familia, pero de la de verdad, de la que te quiere siempre...¡Qué gusto abrazarlos! Pero ¡qué gusto! ¡Qué placer tan grande jugar con ellos al parchis, armar y desarmar mil veces un puzzle, pasar una y otra vez las páginas de libros que aún no saben leer pero que les acercan, ya no el mundo, sino el cariño de los suyos. De verdad, ellos hacen importante hasta aquello que menos lo parece. Le he prometido a mi nieta enseñarle a jugar a las "payanas"... (De niña jugaba a eso en Argentina). Bueno, sí, lo reconozco, a mí también me hace falta un babero.
Madre mia... Que cositas massss lindas!!! Felicidades!!!
ResponderEliminar¡Qué guapos Pilar!!!! ¡Besos para todos!!!
ResponderEliminarMarta, me encanta saber que ya estás bien, y tan divertida como siempre. Acabo de pasar por tu blog para dejarte un mensaje. Besos.
ResponderEliminarPilar gracias para mi una escritora como tu es un honor que pase por mi blog muackkk
Eliminar¡Qué hermosura de jardín!
ResponderEliminarLas flores del futuro están ahí.
Pat, querida. Tendrás flores similares en tu jardín más adelante, cuando ese tiempo llegue, ahora es tu momento de disfrutar de los hijos recién llegados a la adolescencia.
ResponderEliminarLos nietos nos vuelven a recordar la niñez de nuestros hijos, tantos buenos momentos.Tienen ese sabor dulce de los caramelos, te dejan babas en las mejillas cuando intentan darte un beso; no les importa si eres mayor, ni si tienes "chorchas" como llama Marta a los "michelines"... Ja, ja, ja. Son familia, pero de la de verdad, de la que te quiere siempre...¡Qué gusto abrazarlos! Pero ¡qué gusto! ¡Qué placer tan grande jugar con ellos al parchis, armar y desarmar mil veces un puzzle, pasar una y otra vez las páginas de libros que aún no saben leer pero que les acercan, ya no el mundo, sino el cariño de los suyos. De verdad, ellos hacen importante hasta aquello que menos lo parece. Le he prometido a mi nieta enseñarle a jugar a las "payanas"... (De niña jugaba a eso en Argentina). Bueno, sí, lo reconozco, a mí también me hace falta un babero.